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Elecciones 2021
Rubén Orlando se lanza en la Ciudad con Moreno: “Soy peronista, voté a Macri, me arrepentí y ahora me gusta Máximo”.

Rubén Orlando hace campaña en la Villa 31 por el partido de Guillermo Moreno

Andrés Fidanza

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Rubén Orlando acaba de sumar una nueva resurrección dentro de sus múltiples vidas: el peluquero de los famosos en los ochenta y noventa será candidato a legislador porteño. ¿Por qué espacio se presentará? Si bien votó a Raúl Alfonsín en 1983 y a Mauricio Macri en 2015, lo hará por el peronismo. Así se define él. Aunque aclara que no tiene un comportamiento electoral dogmático: “No es que soy de Boca y elijo Boca siempre. Me equivoqué con Macri. Y en el 83 no quise votar a Luder por la quema del cajón de Herminio”.  Orlando, entonces, se postulará para legislador desde una rama minoritaria del PJ que rompió con el Frente de Todos. ¿Cuál? El partido de Guillermo Moreno. 

Mientras anochece en este jueves caluroso, Moreno, el exsecretario de Comercio Interior del kirchnerismo, lo acaba de premiar con una comparación bíblica. “Tiene la humildad del que sabe hacer. Trabaja con las manos como Jesús carpintero”, poetizó Moreno. Lo dijo mirando a los ojos a Orlando, su mesías electoral. En el sexto piso de una galería de Once, un paseo francamente venido a menos, 30 personas le festejan la ocurrencia. Será la primera de muchas. El ex enfant terrible del kirchnerismo, ahora muy crítico de la “socialdemocracia” que pregona Alberto Fernández (lo de la socialdemocracia fue dicho casi con asco por Moreno), cuenta con un repertorio florido de metáforas. También de provocaciones. Su discurso se construye pacientemente con un tono contenido, hasta que se precipita el momento del golpe sorpresivo. Cuando eso ocurre, brotan de inmediato los aplausos. Pese al calor que impera en el sala, donde distribuyen sandwiches de miga, vasos de agua y de Coca cola, Moreno tiene puesto un traje: saco negro, camisa blanca y corbata roja. Moreno es el más formalmente vestido entre los morenistas del acto, tanto en el público como en el estrado. 

Jesús y Perón serán referencias fijas durante la presentación del partido Principios y Valores. El líder de esta fuerza peronista también será candidato. Moreno buscará una banca como diputado por la Capital. 

Además del anfitrión y del estilista Rubén Orlando, en el miniescenario del salón alfombrado se sientan otros dos precandidatos de Principios y Valores. La única que usa barbijo es María Lucila “Pimpi” Colombo, actualmente secretaria general del Sindicato de Amas de Casa. Antes, en los tiempos en los que Moreno intentaba bajar la inflación a golpe de bravatas, Colombo era la subsecretaria de Defensa del Consumidor. A la derecha de Pimpi, hay otro aspirante a una banca. Se trata de un pastor evangélico y especialista en neurociencia. Fe y ciencia, resumidas en una sóla persona: Gabriel Flores Cianci, quien militó férreamente en contra de la legalización del aborto durante el debate del proyecto. Orlando conoció a Flores Cianci hace pocos minutos. 

Con Moreno, en cambio, son amigos. Se cruzaron hace más de cuatro años en el estudio de Crónica TV, invitados por Chiche Gelblung. Después se volvieron a encontrar en otros canales de noticias, convocados en condición de panelistas itinerantes. “Guillermo es un peronista de raza. Por eso me entusiasmé cuando me convocó”, arenga Orlando al público. Aplausos y cántico generalizado: “Moreeeno, Moreeeno”.

Bronceado, con collar de plata y camisa negra de palmeras estampadas, Orlando se para. Hace un repaso sobre los vaivenes de su trayectoria. Una biografía de película con moraleja. “Pasé por muchas cosas en mi vida. Estuve muy abajo y muy alto”, introduce al auditorio que vino a ver a Moreno. A Orlando lo miran con cierta extrañeza. Sobre todo, cuando confesó haber votado a Alfonsín y a Macri. Aunque igual le confían por el hecho de estar apadrinado por Moreno.

Nació pobre, en la localidad bonaerense de Del Carril, partido de Saladillo. Su mamá era la peluquera del barrio. “No teníamos nada: ni televisión porque no había energía eléctrica”, recuerda. Ahí vivió hasta los 11 años. De la mano de otro peluquero del jet set, Miguel Romano, empezó a trabajar como estilista. Con Romano perfeccionó la técnica aprendida con su mamá. 

A comienzos de los 80, Rubén Orlando ya se había consagrado como un coiffeur de alta gama. Por sus manos, sus tijeras y tinturas pasaban celebridades y personajes vinculados al poder. La periodista Agustina Larrea describió ese ascenso al detalle, en sus crónicas de Infobae. De Carlos Menem, hasta Zulema Yoma y su hija Zulemita, pasando por Diego Maradona (a quien le tiñó el mechón amarillo), la esposa del dictador Jorge Rafael Videla, Alicia Hartridge, y algunos miembros de la familia De la Rúa, o Emma la hija del ex presidente Arturo Illia. Todos se atendían en sus locales o lo llamaban para que el estilista fuera a domicilio.

Su cercanía con la farándula lo convirtió a él mismo en una figura mediática. Se divorció de su primera esposa y volvió a casarse con la ex Miss Mundo Silvana Suárez. Vivía en el country Highland Park Country Club, de Pilar. Protagonizó publicidades de productos para el pelo. Hizo 15 comerciales: grabó en España, Japón y China. El clima noventista favoreció su consagración. Llegó a construir un mini imperio: 32 peluquerías con su nombre, entre la Capital y el Gran Buenos Aires. Empleaba a unas 900 personas, especialmente mujeres.

Hasta que en 1997 la burbuja explotó. Rubén Orlando fue a convocatoria de acreedores y quebró. Su libro relata el derrumbe. Se llama “Perderlo todo”. Según sus cálculos, fueron 6 millones de dólares. En bancarrota, decidió radicarse en Brasil. Primero, en Río de Janeiro, luego en San Pablo y más adelante en Buzios. El peluquero de las estrellas tuvo que empezar de cero. 

Sin papeles, no conseguía trabajo en las peluquerías brasileñas. Por sugerencia de un sobrino de su tercera esposa, empezó a vender manzanas acarameladas en la favela Rocinha, de Río de Janeiro. Con el paso de los días, Orlando, además de vendedor ambulante, volvió a dedicarse a su oficio. Su primer local se llamó cabeleiro El Gringo Rubén', a 10 reales el corte. 

En 2010 volvió a la Argentina. A partir de la experiencia en la favela de Río, decidió enseñar su oficio en uno de los barrios más pobres de la ciudad: la villa 31 de Retiro. Ahí, en la calle El playón, a una cuadra de una peatonal conocida como La Florida de la 31, Orlando montó una peluquería y una escuela de formación. 

“En estos 11 años se recibieron 600 personas. Además ayudo a los que no tienen plata, los que no se pueden cortar, gente que vive en comedores o situación de calle. En mi vida profesional es lo más importante que hice”, se enorgullece Rubén. 

El estilista reencarnado vive repartido entre la Villa 31 y un departamento en el microcentro. Tiene tres franquicias de Rubén Orlando, su marca registrada: en Arenales y Rodríguez Peña; en la calle Olazábal, en Urquiza; y otra en Juramento y Libertador. “Pero la casa matriz es la del barrio 31. ¿Por qué? ”Por todo el amor que me da la gente“, responde.

El candidato pretende profundizar su trabajo social desde una banca en la legislatura porteña. “Me voy a acordar de los que menos tienen. Eso es lo que voy a hacer. Como legislador quiero agrandar mi asociación sin fines de lucro. Quiero formar en oficios, trabajos e inclusión. Quiero poner escuelas en todos los barrios para todo tipo de oficios. Sacar a los pibes de la calle. Vengo a cumplir mi función como peronista”, se entusiasma el crédito de Guillermo Moreno, una vez terminado el acto de lanzamiento.

¿Qué es ser peronista?

No me gusta la famosa grieta. No lleva a nada. Pero ser peronista es tener una química diferente. Es acordarme de mi niñez y de los que menos tienen, que es lo que hago desde hace 11 años en la Villa 31. A veces hay una mala interpretación: que ser peronista es ser de izquierda. Yo soy de una derecha intermedia, porque me gusta vivir bien. Y eso enseño: a no discriminar al que menos tiene, pero tampoco al que más tiene. Les transmito eso a los chicos y chicas de la escuela. Es bueno viajar, vivir bien, pasar por la vida sin sufrir. 

El sábado 13 de marzo, Orlando largó su campaña en la Villa 31. Los militantes de Principios y Valores le acercaron una bandera que dice Perón Vuelve. El peluquero, empresario y trabajador social lo exhibe con orgullo en la puerta de su salón. 

“Es clave que la gente desarrolle un oficio. Yo pasé de ser el señor Rubén Orlando y estar todos los días en la tele a no tener para comer, teniendo que vender manzana acaramelada en una favela para sobrevivir. Entre eso y el cabeleiro Gringo Rubén subsistí. Los oficios son súper importantes”, explica.

Si bien se postulará por el espacio de Moreno, Orlando reparte elogios a dirigentes de las ideologías más diversas. Reivindica la presidencia de Néstor Kirchner, pero cuestiona a Cristina. Pero a la vez vaticina: “Máximo va a ser el próximo presidente. Lo sigo, me gusta. Va a hacer un gobierno igual o superior al de Néstor”. Su paleta de simpatía es amplia y alcanza al economista ultraliberal Javier Milei. “Le tengo respeto. Lo conozco bien. Tiene su personalidad y gran capacidad”, opina. 

Sobre las contradicciones aparentes de sus elogios y su postulación por el partido de Guillermo Morano, Rubén Orlando se planta: “Tengo pensamiento propio”. Su inesperada condición de candidato a legislador lo ilusiona. Aunque el estilista que pasó de vivir en un country a una villa no considera que se trate de una novedad absoluta. ¿Por qué? Porque, según asegura, “todos hacemos política a nuestra manera”.

AF

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