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Peronismos
Zabaleta ministro: con Massa como celestino, Alberto gana volumen político y Máximo, un territorio

Máximo Kirchner y Juan Zabaleta

Pablo Ibáñez

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En la agenda de Alberto Fernández está reservado el renglón de las 16 horas del martes 10 de agosto para la jura de Juan Zabaleta como ministro de Desarrollo Social. El día y la hora se acordó en un mano a mano, el jueves pasado, en la quinta de Olivos. Falta, así y todo, un trámite: el lunes, el Conejo Deliberante de Hurlingham, municipio que Zabaleta gobierna desde 2015, debe votar una licencia abierta para que el intendente pueda asumir en lugar de Daniel Arroyo

Si no hay sorpresas, en esas 48 horas, se coronará el acuerdo para que Zabaleta se convierta en el tercer intendente del conurbano que se suma como ministro al staff de Fernández, junto a Gabriel Katopodis en Obras Públicas y Jorge Ferraresi en Vivienda. En paralelo, con ese movimiento, despejará una plaza política para Máximo Kirchner: la jefatura del municipio quedará en manos de Damián Selci, concejal de La Cámpora, uno de los teóricos de la agrupación y también analista y articulista prolífico.

En el TEG del peronismo es un desplazamiento complejo. Zabaleta, un antagonista de Máximo y La Cámpora, figura entre el puñado mínimo de alcaldes que en 2017 atizó la aventura Randazzo que enfrentó a la unidad ciudadana de Cristina Kirchner, “error” que subsanó entre la PASO y la general, y que luego pagó en 2019 cuando tuvo que ceder el primer lugar en la lista de concejales a Selci.

Aquella concesión se cristalizará, al menos temporalmente, esta semana. La Ley Orgánica de las Municipalidades de la provincia de Buenos Aires establece que cuando un intendente deja su cargo, por licencia o renuncia, asume en su lugar quien figuró como primer candidato a concejal de la lista por la que fue electo el alcalde. Zabaleta se va y deja funcionarios clave pero, como reza un inoxidable refrán político: “Te vas y te cambian la cerradura”.

De lejos, el trueque suena más intrigante porque hace diez días, durante el cierre de listas del 25 de julio, Zabaleta y La Cámpora chocaron de frente: el intendente armó una lista, con él como primer candidato, y la agrupación maximista anotó su propia boleta encabezada por Martín Rodríguez, en este tiempo número dos del PAMI junto a Luana Volnovich, además de ordenador y operador camporista en los territorios.

La semana previa al cierre, como contó elDiarioAR, el nombre de Zabaleta ya estaba en la ruleta como sucesor de Arroyo: su nombre, casi para despistar, aparecía en un minipelotón junto a Mariano Cascallares, intendente de Almirante Brown, y Andrés “Cuervo” Larroque, ministro de Desarrollo Social de Axel Kicillof. El fuego a discreción era, como se comprobó después, una cobertura para evitar dar por hecho lo que estaba acordado y que, contra lo que se supone, había avanzado como parte de un entendimiento triple: se atribuye a Sergio Massa haber promovido a Zabaleta, una figura de acceso free a Olivos, y de haber intercedido además para que Máximo no haga uno de un veto contra su designación.

El tironeo por las listas de Hurlingham, real o simulado, lacró la rotación. Zabaleta sale hacia arriba, Máximo avanza un casillero en su tablero de posiciones y logra lo que le resultó, hasta acá, muy difícil: hacer pie en el conurbano, despliegue que consiguió en cargos de gestión tanto en Nación como en provincia de Buenos Aires, pero que por voto directo solo logró en Quilmes con Mayra Mendoza y, si se abre el mapa, Juan Ustarroz en Mercedes.

Es una costura que el jefe del bloque del FdT diseña hace tiempo y concibe como una etapa imprescindible, que camporistas puros gobiernen, algo que en cierto modo Cristina tuvo que tercerizar cuando eligió a Fernández para encabezar la fórmula y a Axel Kicillof, un cristinista primer anillo pero un camporista autónomo, no orgánico. Forma parte de un dispositivo donde todo lo de Máximo es de Cristina, pero no todo lo de Cristina es de Máximo.

Con la llegada de Zabaleta, Fernández suma un escudero político a un gabinete que, es opinión generalizada en el panperonismo, tiene poca política. A Arroyo lo abrumó una interna doméstica que, cuentan en Rosada, le demandó más tiempo que la propia gestión. Pidió, por eso, dejar el ministerio y ese planteo casi lo deja fuera de la cancha: Fernández tuvo que pulsear para que su ministro entre en la lista bonaerense porque, por concepto político, el kirchnerismo consideraba inadecuado “pagarle” con una banca a un funcionario que decide salir de la primera línea de fuego.

Aparece, además, para darle cuerpo al albertismo -esa entidad que niega el dueño del ismo, Alberto- pero que en la práctica se manifiesta aunque de manera espasmódica. Zabaleta, dicen en el gobierno, formará un scrum con Katopodis y el jefe de Gabinete Santiago Cafiero, antesala de un recambio de ministros que deberá incluir al reemplazo de Agustín Rossi en Defensa y que, más adelante, incorporará otra figuras. Un movimiento posible es que Julián Domínguez, si no es tentado para ir a Defensa -algo que el jueves no se había expresado- se convierta en el futuro ministro de Agricultura, cargo que actualmente ocupa Luis Basterra.

Parece inminente lo de Defensa, aunque no se descarta que avance la jura de Zabaleta sin que, para entonces, esté cubierto el casillero de Rossi. Hubo un revoleo de nombres, algunos desmentidos, otros descartados. La tesis de que sería una dama y, sobre todo, que Rossi mantendría algún nivel de presencia en el nuevo equipo a pesar de que los Fernández, Alberto con un video y Cristina con una foto, avisaron que la boleta oficial en Santa Fe es la que encabeza Marcelo Lewandowski.

Así como Fernández apuesta a reforzar su equipo, Máximo encuentra un atajo para hacerse cargo de la gestión, total o parcial, se verá, de Hurlingham vía Selci, un dirigente poco conocido hacia afuera de “la orga” pero muy escuchado y leído hacia adentro, de hecho se lo considera como uno de los principales teóricos de La Cámpora.

PI

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