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La otra cara de las elecciones

Vivir y votar en el Bariloche marginado del turismo: entre la falta de servicios básicos y el hedor de un basural récord

Barrio Malvinas, de Bariloche, este domingo de elecciones, donde viven gran parte de los trabajadores de los servicios turísticos de la ciudad.

Mauricio Caminos / Enviado especial

Bariloche —

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“En verano nos falta el agua y en invierno hay baja presión de gas. Hoy a la mañana estaba congeladísimo todo, imaginate lo que va a ser en junio”. Virna habla de cara al sol, aunque la temperatura no llega a los 20 grados y se siente en el cuerpo una brisa helada. Detrás suyo está la escuela Nº 154 de Bariloche, que acaba de abrir sus puertas para las elecciones provinciales de este domingo. Mientras se elige nuevo gobernador, las paredes del establecimiento reclaman con carteles y fotos: “Precisamos cerco perimetral”; “¿Sabías que en nuestra escuela hay falta de mantenimiento?”. Estamos en la zona del Alto, barrio El Frutillar, calles de ripio y casas bajas. A poco más de media hora en transporte público del Centro Cívico. Desde acá no se disfruta el paisaje paradisíaco del lago Nahuel Huapi al pie de la cordillera de los Andes.

Virma está fiscalizando las elecciones para el peronismo, pero vive de limpiar departamentos de alquiler temporario y “baja” a diario al centro. Denuncia que en la temporada de nieve las máquinas barredoras solo pasan por algunas calles: “Si tengo medio metro de nieve en la puerta de mi casa y tengo que tomar el colectivo, ¿cómo hago para salir? –cuestiona–. La expectativa es que este invierno venga mucho turismo, que es lo que nos va a dar de comer el resto del año, pero necesitamos los barrios mejores. Si el cocinero de un restaurante vive acá y no llega a tiempo, afecta al turista. Entonces, puede ser un círculo virtuoso o vicioso”, concluye.

Bariloche es una ciudad de contrastes interconectados. Si es uno de los principales atractivos del país para el turismo nacional y extranjero –durante todo 2022 recibió a 1.160.733 personas, récord de los últimos 15 años–, en sus zonas populares hay reclamos concretos por la calidad de vida. 

Es otra cara de estas elecciones ejecutivas, donde es favorito para volver a la gobernación quien nunca abandonó el poder local desde 2012: el senador Alberto Weretilneck, al frente de una alianza local con el kirchnerismo y los radicales. El intendente barilochense, Gustavo Gennuso, es de su riñón, pero la ciudad elegirá su reemplazo de manera desdoblada en los próximos meses: la actual gobernadora, Arabela Carreras, obturada por su jefe político para buscar la reelección provincial, coquetea con ese cargo.

Esas dos caras de Bariloche parecen delimitadas por la calle Almirante Brown. El inicio del Alto quedó marcado con sangre el 17 de junio de 2010, cuando la represión policial mató a Sergio Cárdenas –28 años– y Nicolás Carrasco –de 16– durante una rebelión popular por la muerte de Diego Bonefoi –de 15 años–. “La masacre de Bariloche” desnudó el antagonismo entre el turismo y la exclusión popular.

En febrero del año pasado la Corte Suprema confirmó las condenas de tres altos funcionarios de Seguridad provincial y tres policías, entre ellos el ex secretario de Seguridad, Víctor Cufré; y quien era por entonces su segundo y jefe de la Policía, Jorge Villanova. Fueron condenados a 4 años de prisión efectiva. Los tres fueron casos de gatillo fácil y hoy se los recuerda en la ciudad en el “Paseo 17 de Junio” y con un memorial en la costanera.

Al margen del récord turístico 

Según datos oficiales, en el primer cuatrimestre de 2022 la municipalidad de Bariloche recaudó 76.735.274 pesos en concepto de la “ecotasa”, el canon que los turistas pagan por pernoctar en establecimientos habilitados. Incrementó más del 500% con respecto al mismo período del año anterior. Actualmente el impuesto está en $645. Por la Ruta 258 que rodea El Frutillar la municipalidad promete construir con ese gravamen un “Paseo del Sur”. Los avances parecen tímidos. 

El Bariloche marginado del turismo continúa del otro lado de la ruta que fue traza original de la emblemática 40. En los barrios Malvinas y Nahuel Hué hay caseríos que nacieron como “tomas” al calor de la crisis del 2001. Actualmente viven unas diez mil familias, entre ellas la de Rafael.

Rafael llegó en 2010 desde Jujuy para trabajar en la construcción y ocupó entonces una casilla. Ya levantó paredes y vive con su mujer y tres hijos. Se queja porque el metro cuadrado de chapa está $4000. Es empleado público. En estas elecciones está fiscalizando para el Frente de Izquierda.

“La gente misma del barrio puso los postes de luz y los cables. Después vinieron los de la concesión a cobrarnos la factura”, recuerda con una sonrisa socarrona. Comparte el diagnóstico de Virna sobre los problemas estructurales agravados en cada estación del año: “En verano escasea el agua y en invierno nos congelamos. Como los cables son aéreos se llenan de nieve y por el peso se caen y se corta la luz. Sin energía, las bombas de agua no funcionan. Muchas casas todavía tienen pozo ciego, no en todas hay cloacas”. 

En muchas viviendas están obligados a usar garrafa o salamandra. “La garrafa está dos mil pesos. Solo sirve para cocinar”, describe Virna. “El metro cúbico de leña cuesta 2500 pesos. Te dura como mucho una semana, diez días. El gobierno te da dos metros por año, pero verde y húmeda. No sirve”, completa Rafael. 

El vertedero

Al salir de El Frutillar y el Malvinas, apenas la ruta 258 se convierte en la 40 –en sentido a El Bolsón–, el paisaje cambia y el olor también. A la izquierda está el ingreso del barrio Pilar 1, otro de los más populares de Bariloche, y a la derecha, el vertedero municipal. Solo hay que bajar la ventanilla del auto para respirar el hedor que emanan las 500.000 toneladas de residuos que hay en el basural. 

La montaña de basura que convive con los turísticos cerros Catedral, Otto y Ventana está permanentemente en el debate público de Bariloche. En diciembre de este año el vertedero debe ser cerrado, según lo definió una ordenanza del Concejo Municipal, pero el intendente Gennuso buscó “la cuadratura del círculo”: a principios de año llamó a licitación para que allí se realicen trabajos de remediación. Así, postergaría el cierre del complejo y no se haría eco de la construcción de un “basurero regional”.

Según la Asociación Internacional de Residuos Sólidos (ISWA), el vertedero de Bariloche está entre los 50 más contaminantes del mundo. No solo no cumple con condiciones mínimas de sustentabilidad, sino que está rodeado de viviendas.

“En verano cuando el vertedero se prende fuego por el calor no se puede estar acá. Ese humo tóxico nos llega a nosotros”, cuenta Virna. “Hay como cien familias que van a comer de lo que recolectan ahí”, cuenta Rafael. El basural, como los barrios populares de Bariloche, también es invisible para el turista.

MC

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