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La causa Vialidad

De la proscripción a Caputo, la táctica de Cristina ante un juicio que inquieta al PJ

Cristina Kirchner en el Senado

Pablo Ibáñez

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Habló, casi exactos, 90 minutos. Desde su despacho del Senado, el que fue apedreado el 10 de marzo pasado, Cristina Kirchner desplegó una defensa que mixturó un soporte jurídico con músculo político. Desgranó las omisiones del fiscal Diego Luciani sobre los contactos del ex secretario de Obras Públicas José López con el empresario, y amigo de Mauricio Macri, Nicolás Caputo. Y, en el otro frente, apuntó a la dimensión que podría tener un fallo en su contra.

Luego del pelotón de fusilamiento que invocó el lunes vía Twitter y alineó a todo el Frente de Todos (FdT) en su defensa, la vice hizo un movimiento táctico diferente: consolidado el frente interno, orientó su alegato público a armar la base argumental para frenar, o al menos deslegitimar, lo que presume inevitable: una condena que algunas fuentes proyectan para diciembre y otras ubican, tras la feria estival, en febrero, algo más de 100 días antes del cierre de listas.

El cuándo no es un detalle menor. El calendario judicial impacta sobre la hoja de ruta de la política. La Justicia debería mostrar una celeridad inhabitual, antinatural comparada con su dinámica morosa, para soldar en todas las instancias -Casación y Corte Suprema- el pedido de Luciani de inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos, lo que impediría a la vice ser candidata en el 2023.

“No hay pruebas”

En su defensa por Youtube, luego que el tribunal le denegó el pedido de ampliar su declaración, Cristina desplegó un argumento que está en el epicentro de la estrategia del Frente de Todos (FdT). “No hay pruebas”, es el mandamiento que repite el panperonismo y se monta al planteo de que Luciani, más allá de su histrionismo, no aportó elementos sólidos. Esa referencia se robusteció cuando la vice se enfocó en indicar las debilidades de la acusación de Luciani, sus olvidos u omisiones, en particular por el nexo José López-Caputo.

En un juego de impacto público mostró que mientras hubo seis mensajes entre López y Lázaro Baez, el ex funcionario mantuvo 109 contactos con Caputo, amigo histórico de Macri, que lo presentó como su “hermano del alma”, mientras que con Eduardo Gutiérrez, del grupo Farallón, la comunicación fue todavía más fluida: 177 mensajes. Con Juan Chediack, de la Cámara Argentina de la Construcción, algo más de 80. La vice apuntó, además de la estadística, a la “familiaridad” de las comunicaciones entre López, Caputo y Gutiérrez y cuestionó que no se exploraron esas relaciones para determinar si tenían que ver con los U$S 9 millones que el exfuncionario llevó a un convento.

Cristina, que el lunes mantuvo una larga charla telefónica con Alberto Fernández, en la que quedaron en verse en estos días, abroqueló al peronismo en torno suyo, como hacía tiempo no ocurría. Ese fenómeno no se registró en los últimos años y es, per se, un mensaje: refleja la centralidad de la vice y y es una pista de la inquietud en el PJ sobre lo que puede ocurrirles a los demás dirigentes.

La línea de razonamiento es sencilla: si a Cristina, con su peso específico y respaldo público, la enjuician y condenan con una causa que consideran “inventada”, ¿qué le espera al resto de los dirigentes? La vice alimenta ese pánico cuando habla del disciplinamiento que supone la acción judicial en su contra. Late, en paralelo, otro factor: una eventual derrota electoral en el 2023, algo hoy por hoy muy factible, algo que encima podía ser más duro con un hipotético regreso de Mauricio Macri.

Matriz

Hay, detrás, una matriz posible: cuando la vice sistematizó sus charlas con gobernadores, sumó empresarios, recibió a economistas como Carlos Melconian, se vio al menos dos veces con dirigentes de la CGT y se reunió con funcionarios del gobierno de EEUU, buscó enhebrar una red de vínculos y relaciones para enfrentar lo que empezó, de manera más visible, a enfrentar el lunes con la acusación de Luciani.

Por lo pronto, salvo el santafesino Omar Perotti y el sanjuanino Sergio Uñac, la gran familia peronista desplegó un scrum de defensa suya. Los grupos que fueron la noche del lunes a su casa en Recoleta, o los que estuvieron el martes en el Senado, son expresiones intensas del FdT que, quizá, deriven en una movilización de otra dimensión y volumen. Funcionan, a su vez, como anticipos o como indicios de lo que puede multiplicarse.

En Casa Rosada y en el Palacio de Hacienda miran, con atención, cómo continuará el proceso. La presunción es que esta semana fue la más caliente y que se aplacará en los próximos meses. “No es la mejor agenda para un gobierno pero es inevitable”, comentó ante elDiarioAR un funcionario de primera línea. Otra fuente oficial puso, días atrás, el alerta en lo que puede ocurrir si hay un fallo adverso. ¿Qué herramientas tiene el oficialismo? Ninguna: salvo salir a la calle, movilizar, o generar la idea de que el juicio carece de elementos.

A priori, con su aparición pública de este martes, Cristina pareció una de sus balas: el despliegue mediático, la objeción al fiscal y al tribunal, la crítica sistemática a la Justicia. Con eso, es probable que el alegato del abogado defensor de la vice, Carlos Beraldi, no genere expectativa y la próxima instancia sea las “últimas palabras” de Cristina ante el tribunal, antes del fallo. El interrogante es el mientras tanto, cómo activa la política, como asimila el peronismo un eventual fallo adverso, cómo procesa el Gobierno una crisis de esa dimensión mientras trata de ordenar, como puede, la economía.

PI

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