Ciencia en la era del 'streaming': el fenómeno viral de la expedición a 3.900 metros de profundidad en el Atlántico Sur

La escena ocurre en un gimnasio de Buenos Aires. Una pareja está entrenando cuando un pequeño animal marino aparece en el televisor anclado a la pared. En la pantalla, que suele transmitir deportes o música, está fijo el streaming de la inédita expedición que científicos del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) están realizando en el océano Atlántico Sur, a más de 3.900 metros de profundidad. La mujer y el hombre se levantan de sus bancos. Dejan las mancuernas y se acercan al aparato. Señalan el animal, miran con atención e intercambian opiniones. Luego, vuelven a sus rutinas físicas.
El interés y la curiosidad de estos dos deportistas por las imágenes que entrega esta transmisión no es algo puntual ni aislado. Son miles de ciudadanos que en sus celulares, computadoras y en los televisores de sus hogares siguen un streaming que, entre sus hitos científicos, ha descubierto especies jamás registradas –un crustáceo de la familia Neolithodes, de color rojo intenso y con caparazón espinoso, por ejemplo– y explorado por primera vez un “tesoro biológico” del que hasta ahora se conocía muy poco.
Con la colaboración de la fundación Schmidt Ocean Institute, con sede en Estados Unidos, 30 investigadores del Conicet, el organismo público atacado por el Presidente, se subieron a un buque oceanográfico con el objetivo de explorar el cañón submarino Mar del Plata, un ecosistema de enorme biodiversidad del que se tiene muy poca información.
El protagonista principal de la expedición es un sofisticado robot –ROV SuBastian– capaz de capturar imágenes submarinas en ultra alta definición, recolectar muestras y transmitir la información en tiempo real. Para divulgar los hallazgos, los científicos decidieron transmitir en vivo a través de un canal de Youtube. “Esperábamos que algún curioso se enganchara, pero jamás esta cantidad de visualizaciones”, admiten desde el barco los investigadores,sorprendidos por la repercusión de la travesía.
Desde el 23 de julio, cuando el robot empezó a emitir imágenes, miles de personas se conectan desde sus casas y trabajos para ver la exploración en directo. La transmisión llegó a tener un pico de 81.000 espectadores simultáneos, una cifra que pocas emisiones online, ni siquiera las más populares, alcanzan. El domingo pasado, por ejemplo, duplicó en audiencia al streaming en el que participó el presidente Milei. En el registro acumulado ya ha superado las 10 millones de visualizaciones.
“La gente está tan fascinada como nosotros. Es increíble lo que está ocurriendo”, celebra el biólogo Daniel Lauretta, uno de los jefes de la expedición. “Nos hace muy felices este impacto social, es muy alentador que la gente esté interesada por la ciencia. No deja de ser una curiosidad sociológica el por qué de este impacto, nadie lo esperaba”, agrega su compañero Nahuel Farías, investigador del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras y de la Universidad Nacional de Mar del Plata. “Es una locura, no sabemos qué está pasando. Es buenísimo que la gente siga creyendo en la ciencia, en la naturaleza y en el conocimiento”, reflexiona en la misma línea otra de las tripulantes, Nadia Cerino, (alias Coralina, según los espectadores) bióloga experta en los corales de aguas profundas.
El orgullo por una ciencia argentina, de prestigio internacional, que como pocas veces en la historia del país está siendo desmantelada –el poder adquisitivo de los científicos del Conicet se contrajo un 32% desde que llegó Milei al poder– aparece como una explicación, señala Irene Gindin, Doctora en Comunicación Social, profesora de la Universidad Nacional de Rosario e investigadora de este organismo público.

La “buena comunicación” es otro elemento clave, a su juicio. “En un momento en que se discute tanto qué se hace con el dinero público, generar estos contenidos es una forma muy potente de demostrar el destino de los recursos”, analiza. El streaming está, además, generando un “espíritu de comunión” que genera un sentimiento de pertenencia que amplía su audiencia. “En una época de contenidos muy violentos y ruidosos, emerge este otro contenido que tiene otro ritmo, ni tanta luz, ni tanto grito, pero que a su vez es muy espectacular”, agrega la experta.
Por tratarse de un contenido con animales marinos, en su mayoría “curiosos y extraños”, los niños y niñas también sienten atracción por esta transmisión. En las redes sociales hay videos de padres jugando con sus hijos en la bañera simulando la exploración marítima, y de pequeños tocando “los bichos” que aparecen en las pantallas. “La vocación de las infancias por conocer lo que hay en las profundidades del mar nos está devolviendo una ternura muy necesaria en estos tiempos tan oscuros”, señala Gindin.
Lucas Pérez, director de fotografía, es uno de los tantos argentinos “enganchados” al streaming del Conicet. “Estamos viviendo esto como si fueran unos Juegos Olímpicos”, ironiza. “Hay mucha gente que tiene puesta la retransmisión a todas horas. No deja de ser maravilloso poder ver sentado desde el sillón de tu casa una exploración inédita e histórica, como si una cámara estuviese recorriendo un planeta desconocido”, describe.
Admite estar “emocionado y feliz” por su impacto social. “Hay niños dibujando a los animalitos, profesoras haciendo actividades especiales en los colegios con el tema, artistas que están utilizando las especies que se descubren para sus creaciones y memes divertidísimos que se viralizan en redes sociales”, cuenta sobre todo lo que está generando la expedición.
En su caso, “es muy relajante” tener el streaming de fondo mientras está en su casa haciendo distintas tareas: “Es cierto que uno puede pensar que se trata de una dinámica de difícil seducción. Pero hay tanto contenido porquería dando vuelta, que este contenido es lo opuesto, con un ritmo súper lento, que uno agradece cuando llega a casa y necesita bajar de marcha”.
Sofía Aldasoro es Licenciada en Comunicación Audiovisual Cinematografía y su primer contacto con el streaming fue una madrugada en la que estaba desvelada. Llegó a través de un posteo de X –ex Twitter– que mostraba un “bicho extraño”. “Clickeé el link y entré en una transmisión en directo en alta definición del fondo del mar. Eran las dos de la mañana y quedé asombrada. No podía creer que estaba viendo lo que estaba pasando a casi 4 mil metros de profundidad en vivo. Además del asombro, me invadió una suerte de nostalgia por estar viendo lo que en su día leí en los libros del colegio”, cuenta.
Sofía hizo varias capturas de pantalla de su móvil y compartió las imágenes con varios grupos de Whatsapp. Al día siguiente, en el instituto en el que imparte clases de audiovisual, puso la transmisión en el proyector del salón: “Los alumnos quedaron fascinados, no le quitaban la vista a la pantalla”.
Lucas Pérez, director de fotografía: “Estamos viviendo esto como si fueran unos Juegos Olímpicos”, ironiza. “Hay mucha gente que tiene puesta la retransmisión a todas horas. No deja de ser maravilloso poder ver sentado desde el sillón de tu casa una exploración inédita e histórica, como si una cámara estuviese recorriendo un planeta desconocido
Con el correr de los días, el streaming quedó fijo en el televisor de su apartamento y los hallazgos pasaron a formar parte de casi todas sus conversaciones con amigos. “Se armó una gran comunidad. Había un orgullo implícito de estar formando parte de esta gesta”, narra. “Qué investigaciones que antes ocurrían en laboratorios ahora ocurran en Youtube, de acceso universal, convierte al trabajo científico en un acto colectivo. Esto es genial”, concluye.
Los hallazgos
A nivel científico, la expedición es “histórica”, explica Lauretta. Tanto por estar recorriendo un ecosistema inexplorado, como por la calidad de las muestras recolectadas. Se ha logrado documentar paisajes submarinos completamente vírgenes y registrar especies nunca antes vistas en aguas nacionales. “Estamos fascinados de ver la naturaleza de esta manera, algo que nunca antes habíamos podido hacer”, explica Ezequiel Mabragaña, otro de los investigadores a bordo del buque Falkor.
La aventura, que finaliza este 10 de agosto, se desarrolla a 300 kilómetros de la costa, en una de las áreas más profundas y menos conocidas del Atlántico Sur. En total, se han identificado más de 200 especies, algunas observadas por primera vez, como una anguila que no estaba registrada en la zona del Atlántico suroccidental. “Hablamos de hallazgos cruciales, de nuevos conocimientos de la biodiversidad en nuestro lecho marino”, sostiene Mabragaña. “La diversidad a esta profundidad es muy grande e impresionante. Nosotros la veníamos trabajando desde hace 12 años, pero en ese momento las investigaciones eran a ciegas. Eran con redes de arrastre y no podías ver. Hoy tenemos esta posibilidad. Es algo maravilloso”, festeja.
Entre los hallazgos que más furor han generado se encuentra una estrella de mar, del género Hippasteria phrygiana, que ha sido apodada como “estrella culona” en las redes sociales y comparada con Patricio Estrella, el personaje de Bob Esponja. También se han encontrado corales fluorescentes, almejas rojas, esponjas carnívoras. “Estamos muy asombrados por lo que vemos aquí abajo, la diversidad es muy diferente al de otras investigaciones. Las expectativas están más que superadas desde el punto de vista científico”, subraya Farías.
Los científicos explican que este entorno marino, situado en la frontera biogeográfica entre las corrientes cálidas de Brasil y las frías de las Islas Malvinas, es una zona clave en términos ecológicos, “un tesoro biológico”, y un “motor oculto” que alimenta a buena parte de la fauna marina. El único sinsabor de la expedición es la comprobación del impacto negativo que el ser humano está generando hasta en los ecosistemas más recónditos del planeta. El robot ha captado rastros de pesca de arrastre, basura plástica (bolsas, en su mayoría) y muchos microplásticos.
¿Qué pasará con esta nueva y valiosa información sobre la biodiversidad marina del Atlántico Sur? Por un lado, adelantan los científicos, servirá de fuente de consulta para la medicina, biotecnología e industria, entre otros sectores. “Las petroleras, por ejemplo, van a poder utilizar estos datos para sus estudios de impacto ambiental. Prácticamente no existía información sobre la zona y es carísimo obtenerla”, revela Mabragaña.
También se usarán los hallazgos para “generar conciencia y promover acciones concretas de conservación”. Una vez que regrese a tierra, el equipo impulsará la creación de la primera Área Marina Protegida en el cañón de Mar del Plata. Se pedirá una moratoria inmediata a la pesca de arrastre en la zona, el monitoreo científico permanente y el fortalecimiento de la legislación ambiental vinculada a los fondos marinos. Además, la intención es que todas las imágenes se suban a plataformas de acceso libre. Un anhelo es poder crear modelos 3D y material educativo para escuelas y museos.
Para Lucas, Sofía y los miles de argentinos que gracias a este streaming han descubierto las maravillas que esconde el mar y conectado con la ciencia -en oposición a narrativas anticiencia muy hegemónicas-, la gratitud hacia este grupo de científicos es inmensa. “Si el Conicet puede hacer que 80 mil personas se enganchen a la ciencia en un momento en el que el organismo está totalmente desfinanciado, imaginémonos lo que podría hacer si tuviese recursos”, lanza Gindin. En una de las publicaciones más virales en las redes sociales, en la que aparece un niño de no más de un año frente al streaming, se lee sobre el ataque gubernamental a la ciencia: “Querían cerrar el Conicet y acaban de nacer cientos de miles de biólogos marinos”.
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