Un estudio revela que el cambio de hora contribuye a miles de infartos cerebrales y defiende dejar fijo el horario de invierno

Si en Estados Unidos no se cambiara la hora dos veces al año, habría una menor incidencia de obesidad y de accidentes cerebrovasculares, según un estudio realizado por científicos de la Universidad Stanford y publicado este lunes en la revista PNAS, cuyos resultados se pueden extrapolar parcialmente a Europa.
Los autores compararon, mediante modelos matemáticos, cómo podrían afectar a los ritmos circadianos y a la salud de la población tres políticas horarias diferentes: el horario estándar permanente (dejar fijo el horario de invierno), el horario de verano permanente y el cambio bianual como el que se realiza actualmente en EEUU y gran parte de Europa. “Descubrimos que mantener el horario estándar [de invierno] o el horario de verano es definitivamente mejor que cambiar dos veces al año”, resume Jamie Zeitzer, autor principal del estudio junto a Lara Weed.
Los investigadores se basaron en un valor que denominaron “carga circadiana”, que sirve para valorar cuánto debe cambiar el reloj innato de una persona para mantenerse al día con un día de 24 horas. “Cuanta más exposición a la luz se recibe en momentos inadecuados, más débil es el reloj circadiano. Todos estos factores que influyen en el ciclo vital —por ejemplo, el sistema inmunitario y la energía— no se sincronizan tan bien”, sostiene Zeitzer. En definitiva, un ciclo circadiano desincronizado se asocia a una peor salud.
Descubrimos que mantener el horario estándar [de invierno] o el horario de verano es definitivamente mejor que cambiar dos veces al año
Para medirlo, el equipo de Zeitzer y Weed usó un modelo matemático para traducir la exposición a la luz bajo cada política horaria, basada en las horas locales de salida y puesta del sol, en carga circadiana. Y la conclusión es que, mientras que el horario de verano permanente proporcionaría una mayor iluminación durante la tarde y ofrece a la gente más posibilidades de aprovechar el tiempo libre después del trabajo, un horario estándar permanente, que prioriza la luz matutina, sería el más beneficioso para la mayoría de las personas, por una menor carga circadiana.
Riesgos de obesidad y ACV
Al mejorar la exposición a la luz, los impactos circadianos y las características de salud a escala local, los autores del estudio estiman que el horario estándar permanente (de invierno) evitaría unos 300.000 casos de accidente cerebrovascular al año en EEUU y reduciría en 2,6 millones el número de personas con obesidad, en comparación con el cambio bianual. El horario de verano permanente también sería positivo, aunque con un impacto menor.
En números relativos el porcentaje es pequeño, pero el cambio tendría un gran impacto en números absolutos. Según este resultado, la hora estándar permanente reduciría la prevalencia nacional de obesidad en un 0,78% y la de accidentes cerebrovasculares en un 0,09%. Con el horario de verano permanente, la prevalencia nacional de obesidad disminuiría en un 0,51%, o 1,7 millones de personas, y la de accidentes cerebrovasculares en un 0,04%, o 220.000 casos.
“La peor decisión”
El trabajo se une a evidencias anteriores de que la pérdida colectiva de una hora de sueño en primavera se correlaciona en los días posteriores con más infartos y muertes por accidentes de tráfico. Lo que señala esta modelización de los investigadores de Stanford es que existen riesgos a más largo plazo y mejores alternativas.
Según los autores, desde una perspectiva circadiana, los países que realizan el cambio de hora tomaron la peor decisión, ya que tanto el horario estándar permanente como el horario de verano permanente serían más saludables que la fluctuación estacional actual.
“Cuando hay luz por la mañana, se acelera el ciclo circadiano. Cuando hay luz por la tarde, se ralentiza”, explica Zeitzer. “Generalmente se necesita más luz matutina y menos luz vespertina para mantener una buena sincronización con un día de 24 horas”. Eso sí, admite, los beneficios varían ligeramente según la ubicación de la persona dentro de una zona horaria y su cronotipo: si prefiere madrugar, acostarse tarde o algo intermedio.
Según los autores, desde una perspectiva circadiana, los países que realizan el cambio de hora tomaron la peor decisión
Los investigadores son conscientes de que los resultados no son lo suficientemente concluyentes como para eclipsar otras consideraciones y que hay otros muchos factores que no tuvieron en cuenta y que podrían influir en la exposición a la luz en la vida real, incluido el clima, la geografía y el comportamiento humano. “Los hábitos de iluminación de la gente probablemente sean mucho peores de lo que suponen los modelos”, añade Zeitzer. “Incluso en California, donde el clima es estupendo, la gente pasa menos del 5% del día al aire libre”.
¿Extrapolable a Europa?
Sobre cómo podemos extender este resultado en EEUU a Europa, entre los expertos hay división de opiniones. “Estos resultados serían extrapolables también a otros países con grandes diferencias entre el horario oficial y el solar como es el caso de España”, afirma Juan Antonio Madrid Pérez, catedrático de Fisiología y director del Laboratorio de Cronobiología en Universidad de Murcia, al SMC.
Rocío Barragán, investigadora de la Universidad de Valencia, cree, en cambio, que “los datos exactos no se podrían extrapolar a España debido a las diferencias en latitud, el huso horario, patrones de horarios, datos sociodemográficos y de salud, entre otros”, aunque admite que los hallazgos podían ser similares en lo referente a la disrupción circadiana producida por los cambios horarios bianuales.
“En España, que también cuenta con el cambio bianual, estos resultados reforzarían la idea de que abolir el cambio de hora sería lo más beneficioso para la salud”, añade María Ángeles Bonmatí, investigadora de la Universidad de Murcia, al SMC. “Sin embargo, debido al desfase entre el horario solar y social de nuestro país, existente incluso con el horario estándar, es posible que el beneficio de mantener el horario de supuesto ahorro energético durante todo el año fuera aún menor que en el caso del presente estudio realizado en EEUU”.
Alinearse con el sol
María José Martínez, investigadora de la Universidad de Murcia y coordinadora del grupo de trabajo de Cronobiología de la Sociedad Española de Sueño, añade otro matiz, que es que España vive desde hace décadas en un huso horario que no le corresponde por posición geográfica. “Vamos adelantados al sol alrededor de una hora”, señala al SMC. “Eso favorece hábitos más vespertinos, nos acostamos más tarde y acumulamos deuda de sueño”. Por tanto, opina, aquí no basta con decidir si mantener o no los cambios de hora: también habría que apostar por el horario más saludable, que sería el que nos corresponde naturalmente. “El mensaje de fondo es claro: cuanto más alineados estemos con el sol, mejor para nuestra salud circadiana, metabólica y cardiovascular”.
El mensaje de fondo es claro: cuanto más alineados estemos con el sol, mejor para nuestra salud circadiana, metabólica y cardiovascular
María de los Ángeles Rol de Lama, catedrática de la Universidad de Murcia y miembro de la comisión del Gobierno de España para el estudio de la reforma de la hora oficial, cree que la principal pega de este estudio es que se limita a tres modelos con condiciones simplificadas que no se dan en las condiciones reales. “En España un horario de sueño de 10:00 pm a 7:00 am durante los días de trabajo es poco probable”, advierte. “La diferencia en la extensión geográfica también podría implicar que los resultados obtenidos no fueran tan concluyentes en nuestro país, ya que las diferencias de latitud entre este y oeste son mucho menores que en EEUU, pero esto no resta validez a los datos obtenidos, ni a las conclusiones”.
Jorge Mira, físico de la Universidad de Santiago de Compostela que también fue miembro de la comisión para la reforma de la hora oficial, cree que lo que proponen los autores de establecer un horario fijo de invierno tiene ciertos riesgos. “En la latitud de España (que coincide con la de la franja norte de los EEUU), el sol sale tres horas más tarde en diciembre que en junio, y se pone tres horas antes en diciembre que en junio. O sea, el día es seis horas (o más) más largo en junio que en diciembre” asegura. “Por lo tanto, no se puede ir a piñón fijo con la hora como en los países tropicales”.
Los autores no tienen en cuenta cuál sería la reacción social y que muchas personas podrían verse forzadas a cambiar sus horarios
Según Mira, si en España o gran parte de EEUU bloqueás la hora oficial en el horario de invierno, en los meses centrales del año te va a amanecer muy temprano, y la activación de las personas promedio se desfasará y tendrá lugar cuando el sol ya está muy alto en el horizonte. Y ocurre lo inverso si bloqueás la hora oficial en el horario de verano. Por otro lado, señala, los autores no tienen en cuenta cuál sería la reacción social y las consecuencias de esa medida, como que muchas personas podrían verse forzadas a cambiar sus horarios.
En este sentido, José María Martín Olalla, de la Universidad de Sevilla, recuerda que la jornada tipo no existe en realidad: hay una distribución de jornadas y, particularmente, quienes madrugan y quienes no. No es cuestión solo de preferencias (cronotipo) sino, muchas veces, de tipo de actividad. “El cambio estacional de la hora amortigua estas diferencias: quienes madrugan no lo hacen tanto en invierno, porque la hora se retrasa en otoño; y quienes se activan más tarde, no lo hacen tan tarde en verano, porque la hora se adelanta en primavera”.
Quienes viven a una cierta latitud pueden ser propensos a preferir activarse más temprano en verano y más tarde en invierno, algo que no se tiene en cuenta en este trabajo
Si se elimina el cambio de hora y se adopta la hora de invierno permanente, argumenta Martín Olalla, amanecerá más temprano en primavera-verano y algunas personas encontrarán ventajoso empezar su jornada antes. “Esta componente social es muy difícil de incluir en estos estudios y es una limitación importante”, asegura. “Esas preferencias estables interfieren con el hecho insoslayable de que, en ciertas latitudes, amanece bastante antes en verano que en invierno”, recalca. “Dado que la luz matinal activa la fisiología humana, quienes viven a una cierta latitud pueden ser propensos a preferir activarse más temprano en verano y más tarde en invierno, algo que no se tiene en cuenta en este trabajo”.
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