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Investigan si una cadena de negligencias provocó la muerte de un soldado con un FAL en San Luis

José Javier Bechis, que murió en 2019 en el Campo de Tiro Militar de Salinas del Bebedero, en el marco de prácticas con fusil tipo FAL.

Alejandro Marinelli

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El soldado Elías Muñoz salió de la línea de tiro con una bala en la recámara. Volvía con cinco vainas en lugar de seis. Los suboficiales que supervisaban no lo vieron, el mecánico armero que debía destrabarla o calibrarla tampoco corrigió el error. Con el proyectil en su FAL, Muñoz caminó hasta una carpa en la que había casi 20 soldados, donde debían estar menos de la mitad. La improvisada mezcla de quienes volvían de disparar con los que se preparaban a ir está prohibida en los reglamentos, pero el director del polígono no lo contempló. Cuando Muñoz forcejeaba con su arma para limpiarla, el caño apuntaba a su compañero José Javier Bechis, que también terminaba de poner en regla la suya. Se escuchó la explosión y todos se asustaron. Al mirarse de nuevo, vieron que Bechis tenía sangre entre el pecho y el hombro y no pudieron reanimarlo. Ahora la fiscalía federal de San Luis citó a indagatoria a ocho de los integrantes del Ejército para saber si por actuar con negligencia son responsables del homicidio del joven que murió el 2 de setiembre de 2019, en el campo militar de Salinas del Bebedero.

Entendemos que por acción u omisión, los indagados tienen responsabilidad en la muerte de Bechis. La principal responsabilidad recae sobre el teniente a cargo del polígono porque él debía supervisar que se cumplieran los procedimientos militares, algo que no hizo. Luego están las responsabilidades de los suboficiales y del mecánico encargado de ver las armas luego de que son disparadas y de quien registraba las municiones. Pero también entendemos que Muñoz, el soldado al que se le disparó el arma, obró de manera imprudente conociendo los pasos que debía cumplir y que no lo hizo. Todos los soldados habían recibido entrenamiento y sabían cómo obrar cuando un arma no disparaba todas las balas”, explica el fiscal federal Cristian Rachid a elDiarioAR.

El teniente Alejandro Díaz Garro debía cumplir el rol de director de tiro en la sesión en la que se produjo la muerte. Según Rachid, Díaz Garro delegó por completo su responsabilidad como director sin cumplir la supervisión del funcionamiento y seguridad en ese sector. También le reprochan desarmar una de las carpas y poner una sola en la que debían compartir espacio lo que estaban en la línea de espera para disparar con los del puesto de limpieza. “Si ese lugar hubiera tenido la mitad de soldados, como dicen los reglamentos, se hubiera reducido a la mitad las posibilidades de que sucediera lo ocurrió. Por otro lado, nadie sabe qué es lo que hacía Díaz Garro ese día. Actuó como un jerarca alejado del lugar de los hechos”, detalla el fiscal.

Todos los imputados participaron de la organización de prácticas con fusil FAL y son integrantes del Grupo de Artillería Antiaérea 161 y Grupo de Artillería 7. Los cabos primeros Roxana Garro y Rogelio Sánchez y los cabos Fernando Ahumada y Enrique Zárate, eran suboficiales próximos al tirador durante la práctica. Ellos debían estar atentos a cualquier contratiempo que tuviera Muñoz mientras disparaba. Alguno de ellos cuatro lo tenía a su cargo, pero por ahora no dicen quién fue. Los investigadores esperan que en el cruce de relatos eso se pueda esclarecer. De esa manera, los otros tres quedarían, en principio, aliviados de esa imputación.

Al mecánico armero y asistente de regulación Carlos Lebrón también lo citaron a indagatoria, porque fue quien supervisó el arma de Muñoz. Según la acusación, si hubiera cumplido con sus tareas de revisión habría evitado que Muñoz se fuera de ese sector portando un arma que generaba riesgos para todos los que estaban ahí. 

A cada soldado que participó de la práctica le dieron dos cargadores con tres balas en cada uno. Después de tirar, debían volver al puesto de entrega de municiones con las seis vainas servidas para que las registraran. Por esa razón, también será indagado Sergio Winter Morán, el cabo primero, que estaba a cargo del puesto. Allí Winter Morán recibió las cinco vainas, las registró en lápiz, y le entregó balas nuevas para la siguiente ronda de tiro. Ese fue otro control más que falló. De ahí Muñoz siguió hasta hasta la carpa donde se produjo el disparo mortal.

La decisión de unificar las carpas del puesto de limpieza con la del punto de espera la tomó horas antes Díaz Garro. Fue supuestamente porque el viento y la lluvia complicaban el armado y el sostenimiento de esas carpas. Por reglamento, los que manipulan las armas para su limpieza no pueden compartir espacio con quienes esperan allí para ser llamados a la línea de tiro. Porque estos últimos tienen municiones y deben estar en un sector apartado. 

Cuando el soldado Muñoz llegó a la carpa, recibió la orden del cabo primero Julián Correa de limpiar su fusil. Allí había unos veinte soldados, entre los que se hallaba Bechis. El grupo se ubicó en semicírculo en la carpa, con el imputado a la izquierda de la víctima. Según los relatos de los otros soldados Muñoz comenzó a manipular su fusil con vehemencia, sin darse cuenta de que el mecanismo estaba trabado. 

En los procedimientos de tiro se establece que cuando un arma se traba, quien la está disparando debe hacer lo que se denomina anuncio de “Arma interrumpida”, lo que habilita para que los supervisores la vean y, si es necesario porque no pueden resolverlo, la revisa el mecánico armero. Entre los testimonios de otros soldados se menciona que Muñoz lo hizo una vez esa tarde. Ahora, el fiscal quiere saber si realmente fue así y qué sucedió con los otros actores que debían intervenir ante el anuncio. Ese día, por el viento y la tierra, al menos otros siete soldados aspirantes relataron que se les trabó el arma y lo solucionaron. Todos explicaron que es muy habitual que suceda y difícil que se pase por alto. 

El accionar de Muñoz está puesto bajo la lupa y también está citado a indagatoria. En la investigación surgieron varios antecedentes documentales durante la instrucción en los que se destaca la “falta de atención y dedicación” de Muñoz como aprendiz. Los que firmaban esas libretas como instructores eran precisamente los mismos supervisores imputados. Con lo cual se presume que conocían al soldado y sus características. Al entregar su testimonio, dos de los compañeros de Muñoz pusieron especial énfasis en el desorden y la dificultad de comprensión que tenía. 

 

AM

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