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Matías Máximo

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La luna está casi llena y frente al obelisco de Buenos Aires empieza a juntarse gente de izquierda, de derecha, anarquista, libertaria, feminista y quizá machista. Más allá de las grietas, esta masa informe de bicicletas luce más unida que muchos movimientos políticos y su causa es mundial. El orden implícito del sistema indica que las calles se hicieron para los autos y las veredas para peatones, que quien tiene más fuerza se impone sobre el débil, pero la Masa Crítica sabe que la unión hace a la fuerza y están listxs para reclamar un lugar en el tráfico. Sin muchas reglas, parecen punks sobre ruedas con sed de revolución:

—¡Somos pacíficos! —anuncia al megáfono Marcelo Calderón, que llegó acompañado de Fefy, su bicicleta.

—¿Y a dónde vamos? —dice una chica de la turba sin motores.

—¡No sé! A dónde sea —le devuelve Marcelo y arranca.

Una de las pautas de la Masa Crítica es no tener rumbo preestablecido. La idea es juntarse y seguir a quienes se pongan delante en una estructura horizontal, guiada por el deseo, y cuidarse en conjunto. El único rol lo tienen los tapones: un grupo de bicicletas que varía en cada cuadra y cubre las esquinas para que la hilera no se corte. Si el semáforo está en rojo la cabecera frena, pero atrás siguen andando porque la Masa tiene que mantenerse unida. Esto a veces indigna a los motorizados y se ponen violentos, como pasó un 25 de febrero de 2011 en Porto Alegre, Brasil, cuando un conductor arrastró a más de 20 bicis, trituró varias y dejó ocho heridxs graves. Esa fecha marcó la Masa Crítica Mundial, que este año fue convocada en 350 ciudades.

“La masa es un malón sin líderes”, dice Marcelo, que tiene 49 años y pedalea una base de 70 kilómetros por día sobre Fefy. Además de usarla para trabajar en una app de mandados, la tiene como vehículo principal día y noche. Sobre toda practicidad, la elige por una razón simple y sólida: pedalear lo pone feliz. “Muchos países se dieron cuenta con la pandemia lo bueno de las bicicletas, el problema es que la gente tiene miedo porque no hay una infraestructura acorde y es salir a enfrentar un montón de peligros. Dicen que el ciclista se cuide cuando debería que ser al revés. El que tiene un arma es el que no tendría que disparar, el resto no tiene por qué ir con chaleco antibalas todo el tiempo”. 

A la Masa Crítica Mundial llegan personas autoconvocadas y en grupo, como el movimiento transfeminista “Pedalea como una piba”, donde se promueve que armar y arreglar bicis no es una cuestión solo de varones. “Hacemos talleres de mecánica, bici escuela y pedaleadas disidentes”, dice Catalina, una de sus integrantes. Para ella los autos andando a cualquier velocidad, sin consciencia de lxs otrxs, representan una clara demostración de poder. Aunque la discriminación y la violencia no son para todxs igual: “El problema que tenemos las mujeres y las disidencias en las calles es que no solo sufrimos la violencia vial, al mismo tiempo nos tiran la violencia machista. Esperamos que con este auge de las bicicletas haya algún cambio en estas formas naturalizadas”.

Mientras la Masa avanza por las calles deja a su paso una mezcla de emociones en bares, esquinas y personas que están esperando el colectivo. Bocinazos indignados, insultos, aplausos y fotos. La velocidad es media tirando a lenta y algunos códigos de cuidado se esparcen como eco. Por ejemplo, si el que va adelante ve un pozo lo grita y quienes van detrás repiten. Lo mismo si hay vidrios o algún auto en doble fila que haga bajar la marcha. Los tapones son los que reciben más insultos por ser la cara visible de la Masa frente al tráfico, por eso cuando las demás bicis pasan por al lado les festejan: 

—¡Gracias tapónnn! 

“Me encanta ver tantas bicis juntas, en plena la pandemia compré la mía y ahora salgo en grupo a pedalear todos los días”, dice Jorgelina de Palomar, que tiene 40 años y vino a su primera marcha sin muchas ganas de problematizar: “A mí me gusta pedalear, pero no me interesa venir a conversar antes porque me dijeron que a veces hablan de política y no quiero”, volantea. Para Marcelo, esta variedad que hay en la Masa es muy anárquica. Aunque se corrige y dice que ni siquiera, porque no hay solo anarquía sino “pensamientos que son un espejo de la sociedad, encontrás de todo”. 

La masa crítica, el principio

La noción de “masa crítica” es usada en sociología para definir el conjunto necesario para que un fenómeno tenga lugar, adquiera una dinámica propia y se sostenga. En economía y química se lo usa para hablar de los efectos en cadena. En física señala el equivalente al 96% de una masa. El uso de este concepto para las caravanas sobre ruedas lleva al documental de ciclismo Return of the Scorcher, donde se muestra una escena corriente en China: un grupo de ciclistas no consiguen cruzar por la cantidad de autos que circulan, sumado a la falta de semáforos, y las bicis se acumulan en una esquina hasta que toman valor para cortar el tráfico. Para describirlo, el diseñador de bicicletas neoyorquino George Bliss tomó el término masa crítica, que el movimiento de ciclistas de San Francisco adoptó por primera vez en 1992.

Dos días después de la marcha mundial del 25, la Masa vuelve a reunirse pero esta vez porque hay luna llena, señal que marca el día de encuentro fijo nocturno, además de los primeros domingos de cada mes por la tarde. Hay 100 bicis en el obelisco, la mitad de las que hubo el jueves, y la salida se demora una hora y media por una razón poco proporcional que habla del espíritu del encuentro: si a alguien se le pincha la bici, todo el resto banca hasta que la emparchan. En una vuelta random por la espera hay humo de flores, empanadas veganas, algunas latas de cerveza, heladeritas con refrescos y música de quienes llevan sus parlantes para animar la pedaleada.  

Juan Carlos tiene 67 años y hace once que sigue a la Masa Crítica de Buenos Aires. Llegó pedaleando desde su casa en Villa Martelli, a 14 kilómetros del obelisco, con una bici que está lejos de ser de carrera. En la parte de atrás tiene un asiento con más de 20 peluches que le regalaron sus nietas y él lleva de paseo. Sobre los osos hay un cartel: “Abuelo en bici”, y aclara que no tuvo ni tendrá auto. Pedalear le hace bien al ánimo y a la salud, porque tiene diabetes y le recomendaron ejercicio. “Salgo a recorrer todos los días de 20 a 30 kilómetros, una vez por año hago los 70 kilómetros hasta Luján, y de tanto andar sé que no hay mucho respeto por las bicis”, dice. “Las bicisendas sirven un poco, pero tampoco las respetan. Cada día hay más autos y en proporción menos derechos para las bicicletas”.

La primera vez que un grupo de bicis, patines y patinetas salieron a marchar por las calles de Buenos Aires como Masa Crítica fue en 2008. Asistieron 20 personas y la noticia creció como bola de nieve, de boca en boca. Haciendo archivo, la mayor parte de la prensa de entonces los ninguneó o se burló de sus métodos, justificando el enojo de los automovilistas por faltarle el respeto a los semáforos. En 2013 llegaron a casi todos los canales argentinos: un auto se indignó y pasó por arriba a una bici, sin herir grave al conductor pero dejándolo a pie. Desde entonces, además de pedalear, dan difusión de actividades ciclistas en sus redes y presentaron sugerencias en Diputados, la Defensoría del Pueblo, el Ministerio de Transporte, los Foros Nacionales de la Bicicleta y ACU (Asociación de Ciclistas Urbanos). También organizan juntadas para señalizar la ciudad con bicicletas blancas, en memoria de lxs caídxs en las calles.

A la una y media de la mañana la Masa sigue sin rumbo en alguna calle de Villa Mitre. Después de dos horas de pedaleada se empieza a desintegrar, de forma misteriosa y sin reclamos: cada cual pedalea lo que tiene ganas, viene sin que lx llamen y se va sin que lx echen. En las esquinas, Juan Carlos arenga con su bocina de aire comprimido y el efecto se hace cadena. Empiezan a sonar alarmas, campanitas, claxons y quienes no tienen chirimbolos gritan o silvan. La sensación de andar de noche en bici, sin miedo a los autos, en manada, dibuja sonrisas. El viento que pega en la cara tiene un olor rico. A libertad.

MM

Esta nota se modificó el lunes 8 de marzo a las 14.30 porque estaba mal consignado un apellido.

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