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Sobre este blog

Un resumen semanal de política internacional a cargo de nuestro responsable del área de Mundo, Alfredo Grieco y Bavio. Serán diez puntos geográficos para pensar nuestro presente cada vez. Vías de acceso a una realidad que excede por mucho las fronteras de la Argentina.

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El karaoke del Holocausto, desde el capitán Bolsonaro hasta el general Powell (y al mariscal Pétain)

La Ciudad de México se prepara para un Halloween que meta miedo.
24 de octubre de 2021 22:21 h

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1. El mal metafísico o, persiguiendo a genocidas, ¿no será de pecho frío leerse la letra chica?

La investigación del Senado brasileño, con su solo funcionamiento, con la mera presentación este martes de su relátorio, cumplió sus cometidos inmediatos, y aun puede verse todavía más favorecida en el correr del tiempo. Por la independencia de los poderes del Estado, el Legislativo sólo juzga al Ejecutivo en el caso de impeachment o juicio político, situación para la cual no hay votos suficientes en la Cámara Baja, donde el proceso debe iniciarse. Tampoco está el Poder Judicial obligado a iniciar procesos contra las 66 personas y 2 empresas incriminadas por 11 senadores cuya única potestad era la de investigar. Dos objetivos habían sido prefijados para la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) en la normativa que la puso en funciones. Sobre el primero, evaluar la performance sanitaria de la administración nacional desde la constatación de contagios de Covid-19, la CPI no descansó en el exhibicionismo de su labor. Tuvo la precaución de buscar y hallar informaciones relevantes, válidas como evidencia en sede judicial. Este logro probaba que sabían hacer su trabajo  y orientarlo a la obtención de resultados materiales útiles. No había sido por despilfarro de oportunidades o pereza o mala racionalización de las tareas que no habían llegado ni a atisbar el segundo objetivo, investigar la gestión de la pandemia en los 26 estados y 5570 municipios. Pero, aun con más tiempo,  la CPI que enfrenta nada menos que un presunto genocidio, ¿debería haberse desviado de un crimen contra la humanidad para revisar en las contabilidades locales dónde había ido a parar cada real girado desde Brasilia?

 

2. La Injusticia Legítima siempre encuentra al culpable y siempre termina con la impunidad

A esta avalancha de conclusiones se entregó en su informe final la CPI senatorial creada en mayo para examinar la gestión de la pandemia por el Ejecutivo federal ante el récord letal de Brasil, segundo país del mundo en número de muertes. Partieron con una tesis inexpresada pero omnipresente, la de que Bolsonaro era un supervillano y que la pandemia había sido en sus manos un instrumento. Durante seis meses de sesiones transmitidas en directo, con un rating televisivo sostenidamente alto, se dedicaron a ilustrar, más que a intentar probar, el protagonismo activo del gobierno y la pasividad del coronavirus, que actuaba en el marco que le forjaban los designios, no siempre exitosos, no siempre frustrados, del presidente. La conclusión es una invitación a procesarlo por crímenes contra la humanidad. Si el interrogatorio de medio centenar de personas sólo amplió las dimensiones de la teleaudiencia a lo largo del día, esto se debía a procedimientos brillantes, al arte narrativo y la magia de la telenovela popular brasileña, a su casting de viudas, huérfanos, bandidos, malandras, tontos de oficio y niñas nada bobas, a dar por probado lo que hay que probar, y avanzar después sin más freno que la decisión de detenerse acá o allá, a intercambiar libremente los efectos y las causas, a dar por sentado que hay reglas válidas para todo, que nadie en la sociedad ignora, porque no hay nada nuevo bajo el sol (y para su desgracia, Bolsonaro ni la pandemia, una gripezinha más, consideró novedosa) y que si se violan es trampa, a que si algo sale mal si se hubiera hecho lo contrario habría salido bien. 

3. Los que mandan, o la lección a los desposeídos de siempre

La actuación pública de los senadores durante meses y la metralla contra el presidente Bolsonaro, que lo acusan de imprescriptibles crímenes de lesa humanidad que en un futuro podrían, de ser atendidos los cargos, volverlo reo de la jurisdicción internacional del Tribunal de La Haya, ratifican que en Brasil el estado de de derecho y el imperio de la ley equivalen al imperio de quienes legiferan.  No hay Poder que sufra menos control que el Poder del Pueblo. Y según la Constitución, el Pueblo es el Congreso. La Democracia se define por librar al Pueblo, es decir al Congreso, de controles exteriores limitativos a su voluntad soberana. Descontrolarse sin sanción es prerrogativa legislativa.  

En otra república presidencialista sudamericana, en Chile, parejo cuadro de situación exhibe esta semana el accionar de los Poderes del Estado. La Cámara de Diputados y Diputadas acusó a Sebastián Piñera, que ya es el presidente más débil de historia chilena, por negocios conocidos en los Pandora Paper, y el Senado decidirá si lo destituye.

Más parecidos hay entre los Estados Federales. Desde que en enero asumió como presidente n°46, Joe Biden ha subordinado la política exterior de EEUU a obtener el esquivo favor del Senado, específicamente, el de dos votos senatoriales,   Joe Manchin III  (de la escasa West-Virginia) y de  Kyrsten Sinema (de la fronteriza Arizona). Correligionarios, pero renuentes a disciplinarse detrás del Redentor que enseña que no hay cuotas para la salvación eterna: hay que votar juntas en un único pago todas las medidas incluidas en el paquete de estímulo demócrata de 3,5 millones de dólares. Los conatos de gradualismo de Manchin, que dice que hasta 1, 5 ahora paga, exasperan al presidente. 

4. Socialismo o barbarie, impuestazo asistencial o generación perdida, Joe Biden o serás un ecocida

Con Trump, nunca faltó tema. Al contrario. Sobre un flujo presidencial garantizado de títulos, slogans, gags y humor físico descansaban los medios. Más sorprendente que la productividad inagotable de la fuente es el interés infatigable del público lector. En los grandes diarios y semanarios, cualquier artículo sobre Alejandro Dumas, física cuántica o el hockey en Pakistán terminaba en Trump. Cuando había que que desmentir alguna noticia, los lectores sólo alzaban los hombros especialmente si la publicación había sido grotesca y dejado mal parado al republicano: la intención es lo que cuenta. En las historias cada vez meior investigadas que publican sobre la biografía y la familia de Joe Manchin, el senador demócrata obstinado, despuntan las posibilidades narrativas del villano conspirador, del traidor resentido o taimado, del venal  bribón comprado por las petroleras, del lunático saboteador  de leyes caritativas y ecológicas. En una indignada, apremiante, personalizada, didáctica, convincente columna de opinión, un impaciente Bernie Sanders, multimillonario socialista octogenario, actual senador por Vermont y único precandidato judío en llegar hasta el fin en las primarias presidenciales le pide el voto a Manchin para la ley Build Back Better -BBB, sí, la de los 3,5 billones de Biden. Ese voto, y ya están un voto más cerca. De las 100 bancas del Senado, 50 son oficialistas y 50 opositoras. Si los demócratas llegan a los 50 votos, desempata con un voto decisivo la VP Kemala Harris. Su voto, Manchin, y la clase obrera está más cerca de un paraíso de auxilios y subsidios y los adultos mayores más lejos de un futuro chicato de dientes podridos y anteojos rotos en el país más rico del mundo. Esto le pide Sanders a Manchin. Lo hace desde las páginas del diario de la ciudad sureña y fundacional del Partido Demócrata. Busca serenarlo: hay recursos, vendrán de los impuestos a los grandes capitalistas y a las empresas más rentables. (El viernes, en concesión a los republicanos a fin de negociar una tregua al obstruccionismo, la Casa Blanca mostró a Biden dispuesto a retroceder de una promesa insignia de campaña, el aumento del 21% al 28% la tasa tributaria corporativa). En público, el senador del fotográfico estado de Vermont: un sí, y el cielo se abriría para las familias de clase trabajadora.

5. Estado mojado, ya no te quiero, o por qué nunca más me verás como me vieras

El presidente Biden atribuye el empecinamiento de su dedicación exclusiva a la aprobación de su paquetazo asistencial BBB a su lealtad al mandato popular. Justificación inasible, aunque noble. La encuesta anual Gallup de confianza en el Estado revela que el 57% preferiría que Washington se abstuviera de intervenir proactivamente en la vida económica y social. Sólo un 38% querría más Estado presente. El 2020, el 56% quería más Estado.  Lo que Biden interpreta como: me hablaban a mí. Más prosaica, la empresa Gallup interpreta que querían vacunas. Inmunizado, el electorado de EEUU volvió a su posición crónica: desconfianza por el Estado. Aprobar el gasto de 3,5 billones de dólares, ¿ayuda a ganar votos? El Partido Demócrata se lo pregunta. Aquel poderoso mandato popular hacia el cual el presidente eleva la mirada es hecho del pasado. Según otra serie de sondeos, Biden ha ido cuesta abajo. Entre grupos hispanos y votantes independientes, bajó al nivel de la de Trump en octubre pasado. Cuando lleguen las elecciones de medio término, en su partido piensan que pueden perder la mayoría de la cámara baja .

6. Los de más abajo de la B, o las memorias del subdesarrollo del cuarto del subsuelo

El principio America First! era un ideal para Trump: es una realidad para Biden. Hoy EEUU está más lejos, o no está. Para algunos países, como Haití, el intervencionismo norteamericano, que antes era una pesadilla, se volvió ilusión hueca. Washington está más distante de Afganistán; de Gaza, el Líbano y el Medio Oriente; de MéxicoCentroamérica y el Caribe. Sigue sin innovar en otras cuestiones, como en las sanciones contra Cuba o Irán. En este apagamiento de la hiperpotencia se halla el origen de millonarios desplazamientos de masas humanas, de reencendidas violencias y muertes de grupos nacionales, étnicos o religiosos entre sí y dentro de sí. Guardando las escalas y las proporciones, en estas diferentes catástrofes humanitarias un abogado de DDHH podría hallar, de buscarlos, elementos suficientes para demostrar que a algunos de estos hechos cuadra la calificación legal de exterminio. No habrían ocurrido como ocurrieron sin una orden, transmitida por la cadena de mando, emanada de una autoridad única y suprema: el jefe supremo de las Fuerzas Armadas y las Relaciones Exteriores de EEUU. Para Sanders, su correligionario Manchin, al no votar una ley que precisa de su voto porque ni uno solo de los cincuenta senadores republicanos la quiere votar, orilla el genocidio por omisión de una generación de la clase obrera; para Manchin, será el maximalismo de Sanders el que se cobrará vidas, si su colega senador no se desciende de la altivez del todo o nada, de buscar el espectáculo de votar el gasto de 3,5 billones todos juntos, mientras las urgencias cotidianas de necesidades impostergables trepan a la colina del Capitolio para que les digan que por favor esperen su turno, que los Grandes está pensando en Cosas Grandes.

7. El general negro que dijo una sola mentira blanca, o ¿acaso la guerra ahora es un crimen?

Los mismos medios que el miércoles aplaudieron que Bolsonaro fuera acusado de crímenes contra la humanidad, el lunes lloraron la muerte del primer negro Secretario de Estado de EEUU, paladín de la guerra de Irak y del medio millón de muertes que siguen creciendo desde que la administración Bush encendió ese conflicto regional. En los piadosos obituarios lacrimógenos del ex general Colin Powell, nadie se resignaba a que la fábula del negro que más alto había trepado en Washington (descontando a Barack Obama) hubiera terminado mucho antes de este desenlace. El final no era feliz y la moraleja no era sentimental. Para los republicanos era la prueba de que la meritocracia funciona y de que ellos no son racistas, para los demócratas fue el reflexivo soldado que cumplió su deber, sirvió a su patria herida en 2001, y, sobre todo, hizo frente a Trump y votó por Biden.

El hecho de que, como jefe de la diplomacia norteamericana, en febrero de 2003 Powell hubiera arengado al mundo ante la ONU a favor de invadir y ocupar militarmente Irak admitían como lamentable, pero no como reprochable. No lo definía, porque Powell no era así. Para justificar una empresa injustificable, este Secretario de Estado ofreció información errónea: dijo que Saddam Hussein producía clandestinamente armas nucleares de destrucción masiva. Y avaló esta falsedad con un testimonio arrancado bajo tortura: a un prisionero encarcelado en Guantánamo. Las necrológicas de la prensa mainstream europea y americana se rehusaron a definir a su muerto por el hecho más significativo de su vida. Como saben que algo tiene que decir, abundan las casuísticas, los atenuantes, las exenciones, abunda la contradicción. No falta, siquiera, un sórdido racismo en las absoluciones: Powell fue engañado por Bush, por Rumsfeld, por Cheney, por Condi, no podía saber de la tortura, no llegaba a entender los planos de la presunta planta atómica, no se dio cuenta de que la inteligencia era trucha, de que los servicios siempre mienten, era un buen muchacho tan bien educado que nunca aprendió a desobedecer, un hombre de honor como ya no hay que jamás faltó a la cita del deber. Pocos titularon con lo que había hecho, con lo que había sido: un criminal de guerra, el mensajero negro de la tortura blanca.

8. Al fondo de lo desconocido para encontrar lo nuevo, o ¿por qué será que no me venden pasajes de ida y vuelta si quiero viajar hasta la ultraderecha?

Desde la especial perspectiva del progresismo norteamericano, la reeducación ideológica del jefe del Estado Mayor Conjunto que en 1991 dirigió las operaciones militares de la primera Guerra del Golfo prueba que Powell es un hombre íntegro, porque empezamos a ser íntegros cuando empezamos a corrernos a la izquierda. En Chile la desintegración a la vista de todos del carácter y el temple del candidato de la coalición oficialista Chile Podemos + ha sido el primer motor para una migración del voto derechista hacia las posiciones más ultraderechistas de José Antonio Kast. Una columna que se ensancha, atrayendo adeptos al marchar. Aun antes de las dificultades que demostró para dar respuestas prontas, francas y suficientes a preguntas sobre la financiación recibida en su carrera política por la industria pesquera, por su patrimonio y los integrantes de su actual campaña para las presidenciales chilenas del 21 de noviembre, aun antes de que su autoridad de líder parlamentario se pulverizara al verse desobedecido en el Congreso en la votación sobre el último retiro de fondos de pensión, este independiente, antiguo militante de la Democracia Cristiana (como lo fue el mismo presidente Sebastián Piñera) Sebastián Sichel ya no era percibido como auténticamente de derecha para satisfacción de votantes que buscan un candidato auténticamente derechista. Y además es visto como el candidato de la Moneda en la elección presidencial.

Derechismo rebosante es una cualidad innegable al candidato del Partido Republicano, que además es crítico de la administración Piñera. A la defensa a ultranza del derecho a la propiedad privada, Kast suma conservadurismo social y tolerancia cero a la inmigración y a las ocupaciones de tierras mapuches. Una última encuesta coloca a este ex diputado derechista extremo, abogado, y empresario de 55 años primero en la intención de voto. Con un punto menos, el segundo es Gabriel Boric. Diputado, egresado de la carrera de Derecho, descendiente de católicos croatas, el candidato del frente de izquierda Apruebo Dignidad es veinte años más joven que Kast, que desciende de católicos alemanes. Todo invita a creer que se enfrentarán, como únicos competidores, en el balotaje presidencial del 19 de diciembre.

9. 95 años de vida, 1 año y monedas de servicio activo en el Holocausto, o ¿qué tan rápido se recibe uno de genocida?

La consistencia derechista del evidente candidato de La République En Marche!, a quien no perjudica en nada ser el actual presidente de la República, retiene a los votantes en su colectivo político. En sus documentos y programas, el partido se muestra más al centro de lo que demuestran las declaraciones intencionadas del líder partidario. Está al frente de la intención de voto para las presidenciales del 10 de abril de 2022. A diferencia del desdichado Sichel, desde el inicio de su carrera política ‘solista’ Emmanuel Macron reconoció que debía aceptar un dinamismo de todo el sistema -o de sus bases dentro de ese sistema-, que estaba en marcha no hacia más república sino hacia más derecha. Una marcha que en determinadas coyunturas ganaba velocidad, y que entonces el líder debería buscar ponerse al frente de la aceleración, o al menos acompañarla. Hoy sabe sonar tanto o más derechista que Marine Le Pen, eterna candidata del Frente Nacional, partido anti-inmigración, anti-islamista, embanderado en la ley y el orden. La extrema derecha es un disco rayado, pero de esos que coleccionamos para poner cuando queremos sentir mucho miedo, es la filosofía del joven presidente discípulo del viejo filósofo Paul Ricœur.

La extrema derecha es un disco rayado, pero de esos que coleccionamos para poner cuando queremos sentir mucho miedo

En el espacio de la extrema derecha francesa funciona desde hace unos años un nuevo polo de imantación creciente. Más y más audiencia reúne en torno la voz de un periodista de radio y televisión, un animador de talk-shows, Éric Zemmour. Por su talento, por su don verbal, por sus modos y vías de comunicación, por su gusto por la historia narrativa rica en detalles circunstanciales pero significativos, por las relaciones que establece con su público, por el modo que pierde el pelo, y por nada más, recuerda al argentino Alejandro Dolina. Un periodista que de la impugnación del relato histórico ‘progre’ como del revisionismo de las cancelaciones consumadas por esa narrativa oficial ha hecho uno de los ejes de su intervención política, y uno de los que más público concita. Entre las figuras que Zemmour rehabilita está el mariscal Philippe Pétain, muerto a los 95 años en 1951, diplomático y militar, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas hasta el fin de la Primera Guerra Mundial y el triunfo sobre Alemania, embajador, ministro, héroe nacional, jefe de gobierno de la Francia Libre (con capital en Vichy) a partir del armisticio firmado con el Tercer Reich en 1940. Antes del fin de la Segunda Guerra Mundial, entre 1942 y 1944, colaboró con las fuerzas de seguridad nazis en organizar la deportación de hombres, mujeres y menores -según los lineamientos fijados en el plan de la Solución Final hitleriana para acabar con la raza judía-, embarcados en Francia en convoys ferroviarios cuyo destino final era Auschwitz. No era una idea de Pétain, el Holocausto, insiste Zemmour; participaba en medio de la guerra, por nacionalismo, para asegurarle un poco de autonomía a la Patria, una negociación entre tantas otras. ¿Por llenar unos trenes, unos días, con prisioneros que iban a campos que le decían que eran de concentración, no de exterminio, un héroe nacional se vuelve genocida? Y lo más importante, opina Zemmour ¿no defendió Pétain, hasta último momento, a los judíos de Francia? (esto es dudosísimo, y además, cuando llegó 'último momento', la policía francesa entregó todavía más judíos, incluyendo niños, de lo que los nazis pedían para deportar).

Nada de esto acepta, ni un solo de estos atenuantes tolera Macron en esta rehabilitación, por parcial que sea, de colaboración con el nazismo. Y sin embargo y sin embargo. Este año, Macron encabezó la conmemoración del bicentenario de la muerte de Napoleón. El Presidente de la República pronunció un discurso solemne y resonante bajo la gran cúpula del mausoleo del Emperador de Francia. En los últimos años, afrodescendientes o descendientes de otros pueblos sometidos en el siglo XIX por el colonialismo metropolitano francés, libran una guerra por la memoria. A sus ojos, Napoleón es culpable de crímenes contra la humanidad, imprescriptibles, porque al reconquistar las Antillas francesas en el Caribe, anuló la abolición de la esclavitud, y volvió a esclavizar a la población. La historia, sostienen, debe contarse entera, pero la memoria cambiarse para siempre. En su discurso, Macron mencionó la supresión napoleónica de la efímera libertad antillana, un episodio incidental, un excursus extracontinental, en la vida del Estadista al que debemos la idea de la Unión Europea.

Macron era a Napoleón lo que Zemmour a Pétain. O algo bastante parecido a esta analogía a cuatro términos. Y sin embargo y sin embargo. Zemmour es judío hijo de migrantes argelinos; Macron, negro no es. Zemmour es un indefendible que se defiende muy bien. Si la segunda vuelta de las presidenciales francesas fuera hoy, sería entre Macron y Zemmour.

10. Para Lula que los mira por tevé, o vendrá la muerte y tendrá tus dos ojos

Liberado de injusta cárcel, declarado inocente de delitos que jamás cometió, devuelto a la vida cívica y a la carrera política, Luiz Inácio Lula da Silva, dos veces consecutivas presidente, competirá por su reelección para un tercer mandato en las elecciones brasileñas. Su rival será Bolsonaro, pero las encuestas, si la elección fuera hoy, auguran una victoria desahogada para el candidato petista. Pero la primera vuelta está lejos: será dentro de un año, el primer domingo de octubre. La intención de voto por el Partido de los Trabajadores ha crecido beneficiada por el deterioro del presidente. Supongamos que la superioridad de hoy dura hasta el 2 de octubre de 2022, y el triunfo del candidato petista, instalado por tercera vez en Brasilia en el Palacio de Planalto, viene respaldado por un fuerte mandato popular. Ya sabe qué deberá hacer, si como titular del Ejecutivo sin embargo quiere gobernar. Lo mismo que en sus dos presidencias, lo mismo que Dilma Rousseff en las dos suyas, lo mismo que Bolsonaro en la suya, lo mismo que antes de todos ellos el venerable socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso en las dos suyas. Hablar con los que mandan. Con el Legislativo.

Si en Brasil manda el Congreso, en el Congreso los que mandan son esos partidos que no mandan candidatos a presidente. El Movimiento Democrático Brasileño (PMDB, hoy recortado en MDB), el de más abarcativo espectro ideológico, el mayor partido del país por número de afiliados, que pendularmente se apoyó en socialdemócratas o petistas. Es el partido del senador Renan Calheiros, redactor del informe que acusa a Bolsonaro de crímenes contra la humanidad, y que el pleno de la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) votará el martes. El Partido Social Democrático (PSD), conservador en temas sociales, pega-tudo en los restantes, no confundir con el PSDB de Cardoso. Es el partido del senador Omar Aziz, presidente de la misma comisión investigadora. En 2016, Aziz y Calheiros votaron a favor de la destitución de la presidenta, en el juicio político a Dilma. Más aún, en aquel entonces, Calheiros era el presidente de la Cámara Alta, el senador que supervisó de más cerca la redacción de la opinión condenatoria. Ahora imputaron a Bolsonaro de criminal contra la humanidad, y de ocho graves delitos más. Con todo su frenesí evangélico de cruzado anticorrupción en el climático lawfare del Lava Jato, buscando el castigo de la pena sin detenerse en la justicia del procedimiento, porque la culpa le resultaba evidente, el juez federal de Curitiba Sérgio Moro de lo más grave por lo que había condenado a Lula había sido de recibir de favor coimero un departamento de tres pisos en Guarujá, un proletarizado balneario de segunda en el sucio litoral paulista.

AGB

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