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Eliminatorias Sudamericanas
La noche en que Argentina y Paraguay se golearon 0 a 0

Messi no pudo hacer pesar su talento ante la dura marca paraguaya.

Andrés Burgo

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El fútbol permite resultados extraños, juguetones, como que Argentina y Paraguay se hayan goleado 0 a 0 en la noche de Asunción, un reparto de puntos que no dejó insatisfecho a nadie pero que a la vez, paradójicamente, dejó cierto sabor a pan duro en relación a la enorme cantidad de situaciones de gol que tuvo el partido, en especial favorables a la selección.

Con los arqueros como figuras, particularmente Antony Silva (que en su paso por Huracán no fue ni la mitad de lo que mostró este jueves contra el campeón de América, como si durante 90 minutos se hubiese encarnado en José Luis Chilavert), el empate le dejó a Argentina una sensación agridulce.

Aunque jugó para merecer el triunfo, también salió con vida de un escenario difícil y llegó a los 23 partidos invictos, la segunda mejor racha en la historia de la selección. Sin contundencia en ataque, como si extrañara al goleador Lautaro Martínez, inesperadamente el otro Martínez, Emiliano, debió convertirse en un puntal en el segundo tiempo para evitar el triunfo paraguayo.

En todo caso, Argentina sigue firme en su por ahora distendido camino hacia el Mundial de Qatar 2022. Aunque el morbo de la noche apuntaba al inesperado sufrimiento de Brasil ante Venezuela de Caracas, el gran resultado para Argentina fue el otro 0 a 0 del jueves, entre Uruguay y Colombia, en Montevideo. La selección cerrará esta triple fecha y su gran 2021 con los próximos dos partidos en el Monumental, este domingo contra Uruguay y el próximo jueves frente a Perú.

Tan feliz y segura de sí misma después de la Copa América, la selección consiguió que hasta las injusticias no enciendan las alarmas. El fútbol es raro: los primeros 25 minutos de Argentina deberían ser recordados como uno de los mejores de la era Lionel Scaloni y es posible, sin embargo, que queden en el olvido de una noche sin drama por unas Eliminatorias encarriladas. Con un 73% de dominio de la pelota a favor de la selección en ese lapso, el partido pareció jugarse en el Monumental y no en un Defensores del Chaco mucho más poblado en sus tribunas que el 50% anunciado.

Fiel a su parche de campeón sobre el pecho, Argentina mostró un fútbol de etiquetado frontal, siempre al ataque, aún contra un rival mal ubicado en la tabla y necesitado del triunfo para no perder el último tren (o avión) hacia Qatar. Aunque extrañó la efectividad de Lauturo Martínez, lesionado a último momento, la selección mostró desde el primer tiempo que tiene funcionamiento, química, swing, algo difícil de conseguir en un equipo que se junta más para jugar que para entrenar.

Con un Lionel Messi en un momento muy particular de su carrera, como si ahora fuese más un jugador de selección que de club (tan comprometido que recuperó pelotas en la propia área de Dibu Martínez), Argentina aprovechó la izquierda del ataque para dejar en evidencia a Robert Rojas, el central de River reconvertido en (sufrido) lateral. Messi de viejo 10, tirado por la izquierda, también fue un asistente de lujo para Joaquín Correa y Ángel Di María, impecables para posicionarse y quedar mano a mano pero imprecisos para definir al arco local, en especial el tucumano del Inter. El gran pecado de Argentina es que le faltó área, poder de gol, fuego.

Es cierto que a partir de la media hora Paraguay ajustó algunas tuercas y obligó a Messi a retrasarse, pero Argentina -independientemente de su mala puntería en toda la noche- jugó como un equipo que sabe lo quiere, y lo quiere ya. Si la selección hace un año era un enigma, un equipo-zombie, ahora destila convicción aun cuando el resultado no se ajusta a los merecimientos. Esta vez a la Argentina sólo le faltó brillo individual en la resolución.

Incluso con una mirada optimista podría decirse que el segundo tiempo, menos cómodo, también sirvió para forjar cierta piel de elefante defensiva, en momentos en que Paraguay activó la velocidad de Fórmula 1 de Miguel Almirón (incluso dejando atrás a Cristian Romero) y obligó a un par de espléndidas reacciones de Martínez, inesperado sostenedor del empate. Hacía rato que a la selección no le llegaban tanto.

Tal vez algo desalentada por el dominio estéril, Scaloni apostó a un par de cambios que llamaron la atención, en especial por las salidas de Rodrigo de Paul y Di María, aunque los recién ingresados Alejandro Papu Gómez y Guido Rodríguez tuvieron dos claras sobre el final, siempre evitadas por un Silva imperial. Lionel Scaloni también le dio la chance a Julián Álvarez, el héroe del último superclásico, pero esta vez el pibe de River no tuvo tiempo.

Fue todo tan raro que Paraguay venía de recibir goles en sus últimos 13 partidos como local en las Eliminatorias, pero Argentina, a pesar de sus 14 remates al arco (8 de ellos que hicieron figura a Silva), no pudo ganar un partido que merecía haber cerrado en el primer tiempo. Mejor es pensar que, así como Messi convirtió tres goles en su último partido en Buenos Aires, ante Bolivia, esta vez se reservó lo mejor para este domingo contra Uruguay como un regalo de fin de semana largo.

AB

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