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El recuerdo kelper del 2-1 a Inglaterra en 1986: “En la radio hubo un silencio de tres segundos. Después entendí que fue gol”

El segundo gol de Maradona a Inglaterra en el Mundial de 1986

Andrés Burgo

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Todos los días, y es posible que también a toda hora y a cada minuto, algún argentino pulsa play para ver los goles que Diego Maradona le convirtió a Inglaterra el 22 de junio de 1986, un mojón en la era del fútbol televisado del que este martes se cumplirán 35 años. En el reverso de esas jugadas repetidas hasta el infinito, la imagen nunca vista de ese domingo corresponde a cómo se vivió el cruce por los cuartos de final del Mundial de México en las islas Malvinas, el archipiélago que la dictadura había querido recuperar cuatro años atrás y cuya guerra (y sus 649 soldados muertos, 1.000 heridos y 600 suicidados al regreso al continente) primero contaminó el partido y luego convirtió a Maradona en una figura casi patriótica, un vengador en pantalones cortos.

“Lo que más recuerdo es un silencio en la transmisión de la radio”, reconstruye desde Puerto Argentino, su lugar de nacimiento y de residencia actual, el malvinense James Peck, de 52 años. “Yo no entendía lo que pasaba, por qué ese silencio de tres o cuatro segundos, hasta que el relator de repente dijo: ‘Y por esto Maradona es el mejor jugador del mundo’. No dijo ‘gol’ pero ahí entendí que había sido gol, fue como poesía”.

Peck jugó varios años en la selección de fútbol de las Islas Malvinas aunque podría -y debería- ser presentado de diferentes maneras. En 2011 fue el primer kelper en recibir la ciudadanía de nuestro país (viaja con dos pasaportes, el británico y el argentino), es un conocido artista plástico que expone sus obras en Buenos Aires y Puerto Argentino, formó parte de diferentes grupos de música y residió varios años en Capital Federal, donde nacieron y viven sus dos hijos ya adolescentes, ambos de madre argentina. Pero Peck además podría ser presentado como el malvinense maradoniano: cree que el genio del fútbol, cuya obra máxima escuchó por radio en un bar de Puerto Argentino cuando él tenía 17 años, también inspiraría su desarrollo como artista.

Un zoom directo a ese domingo de hace 35 años podría seguir con el artículo que el diario inglés The Sunday Times había publicado aquella mañana en Londres sobre el sentimiento que el partido despertaba en las Malvinas. Titulado “Ajustes de cuentas”, el texto detallaba: “A las 2 de la tarde hora local, los 2 mil habitantes de las Malvinas se reunirán alrededor de sus aparatos de radio (las islas no gozan del lujo de un servicio de televisión) para sintonizar a la BBC durante el partido entre Inglaterra y Argentina. Como los súbditos de Su Majestad, alentarán una victoria de Inglaterra. Sin embargo, a diferencia de la mayoría de la población británica, tienen emociones encontradas acerca de la posible interpretación diplomática del partido. Los políticos británicos y el público esperan que el fútbol sea un acto simbólico de reconciliación que ayude a restaurar las relaciones normales entre dos países que todavía siguen estando, al menos técnicamente, en guerra. Esa esperanza no es compartida por los isleños. ‘Acá siguen sospechando profundamente de los argentinos', dice el gobernador, Gordon Jewkes’”.

En medio de una llamada con varias interferencias (“Internet no es bueno en las islas”, aclara), Peck recuerda dónde y cómo escuchó aquel partido que, a medida que se aleja en el tiempo, para el resto de Argentina se convierte cada vez más en un apéndice poético de la guerra. “Fue en un pub del Ejército británico en el que se practicaba tiro -precisa-. De un lado había unos 30 muchachos, soldados, y del otro yo estaba con un amigo. Conocía a los soldados porque jugábamos mucho al fútbol y me invitaron a seguir el partido. Había dos mesas de billares, tomábamos algo y escuchábamos el servicio de la BBC World Service. El primer gol lo olvidé pero siempre recordé el segundo. Fue muy raro. El relator decía que Maradona pasaba a jugadores y después hubo un silencio. Me acuerdo de ese silencio. Tres, cuatro segundos”.

El periodista que Peck y el resto de los habitantes en Malvinas sintonizaron aquel 22 de junio de 1986 es el mismo que puede escucharse en Héroes, la película oficial de la FIFA del Mundial, paradójicamente producida, dirigida y musicalizada por ingleses (con teclados de Rick Wakeman y voz de Stephanie Lawrence). A 9.000 kilómetros de distancia, en el sector de prensa del estadio Azteca, Byron Butler, histórico narrador de BBC Radio, no mencionó la palabra trillada, gol, cuando la pelota atravesó la línea del arco. Su nobleza fue de las menos habituales en el deporte, la de reconocer la belleza ajena en medio del desastre propio:

-Maradona gira como un trompo y escapa del problema -comenzó Butler, cuando el argentino eludió a Peter Beardsley y Peter Reid en mitad de cancha-. La pequeña máquina pasa a Butcher y lo elude, sigue adelante y se mete en el área, y por esto Maradona es el mejor jugador del mundo, esto es Inglaterra 0 Argentina 2. Inglaterra 0 Maradona 2.

En los días previos, en el continente, los diarios ingleses se habían sumado a la contaminación del partido. “Esto es una guerra, señor”, “Que nos dejen a los argentinos”, tituló The Sun, sensacionalista, mientras recordaba a sus lectores que Argentina seguía sin reconocer la soberanía británica sobre las Malvinas. La cadena de televisión BBC 1 publicó un informe que, si hubiese existido Crónica TV en 1986, habría merecido placa roja: “El Foreign Office (el Ministerio de Relaciones Exteriores británicos) reveló haber mantenido conversaciones con las autoridades mexicanas para tratar el eventual enfrentamiento entre Argentina e Inglaterra”. Los enviados británicos a entrevistaban a hooligans en estado de excitación en las calles del Distrito Federal: “Que traigan a los argies (una denominación peyorativa de argentinos): ya perdieron una guerra y ahora van a perder otra”. Cualquier provocación era noticia: “Acá todos queremos que gane Inglaterra, como en 1982”, desafiaban los kelpers a través de su ministro del consejo legislativo de Puerto Argentino, Louis Filfton.

Es cierto, también, que no toda la carga que desprendía el Argentina-Inglaterra era dramática o sensiblera. Desde Londres, adonde se había exiliado durante la dictadura militar, el periodista y escritor argentino Andrew Graham-Yooll, de ascendencia británica y prestigioso recorrido por medios de ambos países, se permitió una ironía. “Lo que me aterroriza es que gane Inglaterra. La señora Thatcher podría convocar a elecciones y ganarlas”, dijo en alusión a la victoria de la primera ministra en las elecciones que siguieron a la guerra de Malvinas. Algunos diarios ingleses también apelaron al sentido común. El Daily Telegraph criticó al “chauvinismo barato” de la prensa amarilla de su país y recordó que el gobierno militar ya era pasado: “Tanto la Argentina como los argentinos siempre recibieron una cálida bienvenida en este país. La dictadura que metió a su país en la guerra ya ha caído en desgracia. Hoy sería difícil encontrar a un soldado británico que haya peleado que mantenga odio contra la Argentina, si es que alguna vez lo tuvo. Es hora de reanudar relaciones diplomáticas”.

Retoma Peck: “Honestamente, no recuerdo si fue un partido especial en las islas, aunque es muy posible que sí. En 1986 yo no tenía mucha idea de Diego. O sea, sabía desde 1982 que Argentina tenía un fenómeno, muy joven, pero no más que eso. Después, con la llegada de la televisión, llegó la polémica del gol con la mano y eso, pero yo nunca le presté atención. Tengo amigos en las islas que se enojaron y sé que hay gente a la que sólo le gusta ver el primer gol, y que siente odio. Entiendo que la mano no fue buena, pero hay que mirar toda la vida, no cinco minutos. Y no me importan sus errores: todos tenemos errores”.

En la década del 80, en especial después de una guerra a la que prefiere no referirse (“tenía 13 años, vivía con mi mamá, es difícil hablar ahora”, dice), Peck se convirtió en uno de los principales referentes del fútbol en las Malvinas. “Había como 5.000 soldados (británicos), mucha gente, así que el nivel era bueno. En la cancha del colegio secundario se organizaban torneos de hasta cuatro equipos y el mío era el Celtic. Se formó una selección de las islas y yo jugué mucho: sigo siendo uno de sus principales goleadores. Ahora ya casi no hay fútbol en las islas”.

Además de jugar al fútbol, a Peck siempre le gustó la música y la pintura, y en 1988 aplicó a una beca y viajó a Londres para estudiar en un colegio de arte. Allí, tras comprarse una bufanda del Napoli de Maradona y probarse en Hull City, terminó de entender quién era aquel futbolista argentino que había silenciado al relator inglés: “En Londres empecé con el arte y vi que Maradona hacía cosas distintas, era un hombre que sabía jugar. Ese segundo gol... por favor, es de otro planeta, es la marca del genio. Para mi es un artista, y no solo eso: es una inspiración”.

Luego de una larga carrera como pintor, de haber expuesto en diferentes países, y de tener una relación muy cercana con Argentina, la muerte de Maradona sorprendió a Peck en Buenos Aires: “La noticia me afectó mucho y quise ir a la Casa Rosada, pensando en que podría ver su cuerpo. Fue un momento guau, my God. Vi una fila increíble y me quedó la sensación de que podría pasar algo malo. Encima yo tengo muy aspecto de inglés y temía que alguien me preguntara ‘de dónde sos’. ¿Y qué le iba a decir? ‘¿Soy de Malvinas?’ No me convenía, ja”.

Fue una lástima: les podría haber contado de aquel silencio en Puerto Argentino, justo en el momento en que Maradona se convertía en un prócer.

AB/CB

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