Se cumplen 60 años de la ruptura de Estados Unidos con Cuba
La ruptura formal de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, de la que se cumplen 60 años este domingo, fue el resultado de un breve período de desgaste en los vínculos bilaterales iniciado con las primeras medidas del Gobierno de la Revolución y el preludio de más de 53 años sin contactos diplomáticos oficiales, una cuestión que tendrá una nueva etapa cuando asuma Joe Biden al frente del Ejecutivo estadounidense.
El 3 de enero de 1961, Washington anunció oficial y unilateralmente que rompía relaciones con el gobierno de Cuba, una medida que se extendió hasta el 17 de diciembre de 2014, cuando el demócrata Barack Obama y Raúl Castro recompusieron el vínculo, en una audaz jugada que incluyó una visita del mandatario estadounidense a la isla, en marzo de 2016.
Cuando Estados Unidos rompió las relaciones, la Revolución llevaba en el poder dos años, en los que Washington y La Habana se habían ido alejando por el progresivo acercamiento de Cuba a la Unión Soviética, por el aliento del vecino del Norte a grupos antirrevolucionarios en la isla, por diferencias comerciales y hasta por el destrato que Fidel Castro recibió en una visita a la capital de la superpotencia.
Las tensiones, sin embargo, no comenzaron apenas triunfada la Revolución y terminada la dictadura de Fulgencio Batista, el 1° de enero de 1959. Por el contrario, Fidel Castro visitó Washington en abril de ese año y colocó ofrendas florales en homenaje a los expresidentes Abraham Lincoln y Thomas Jefferson.
Pero el desaire que significó que no lo recibiera el mandatario Dwight Einsenhower y sí, en cambio, el vice Richard Nixon, pareció una señal de lo que sería la relación futura.
“Para entender esa ruptura, no hay que perder de vista lo que pasó en los dos años anteriores. Hay evidencia que muestra que Estados Unidos, el Gobierno de Eisenhower, vio con recelo a Fidel. Desde enero del '59 ya había dudas de qué sería Cuba a partir del triunfo del movimiento revolucionario”, evaluó el jurista Marcos Fraga, docente de Teoría General del Estado en la Universidad de La Habana y máster en Derecho Constitucional.
Para Fraga, en esos dos años “hubo una suerte de manoteo político, de 'yo te doy', 'tu me das', hasta el momento de la ruptura”. “Estados Unidos dejó de comprar azúcar, y la URSS dijo 'yo compro'. Después, Estados Unidos dejó de vender petróleo, y la URSS dijo 'yo vendo'. Esa fue la entrada formal de la Unión Soviética a este escenario”, expresó, en declaraciones Télam.
El analista consideró que Washington “no vio, o no quiso ver, el peligro que significaba la confrontación con Fidel, de cara de brindarle a la Unión Soviética un núcleo de poder 'socialistoide' en América Latina”, porque, de alguna manera, “subvaloró la capacidad de superación de cada acción de parte del Gobierno cubano, y subvaloró la capacidad de URSS de entrar” a la región.
En paralelo, la retórica cruzada escalaba cada día: Castro acusó a Estados Unidos de entrenar mercenarios para una futura invasión de la isla y Einsenhower autorizó a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para que iniciara el entrenamiento de refugiados cubanos para una posible invasión.
La nacionalización de las empresas por parte del Ejecutivo cubano y la prohibición de las exportaciones hacia la isla por parte de la administración de Estados Unidos –una suerte de paso previo al bloqueo- terminaron por dinamitar la relación. A la ruptura siguió, apenas meses después, el intento de invasión en Playa Girón.
“Muchos se preguntan por qué Eisenhower rompe relaciones 17 días antes de entregar el poder. Y fue para no permitirle a (John) Kennedy un espacio de diálogo. Kennedy hereda esos planes de invasión”, reseñó Fraga.
El jurista juzgó “interesante una perspectiva que entonces no podía verse, pero que hoy puede notarse: esa ruptura fue la primera muestra de que no había confianza entre los partidos de Estados Unidos sobre el modo de llevar las relaciones con Cuba, de manera particular, y de cómo llevar la Guerra Fría, en términos generales”, porque los republicanos veían a los demócratas como “débiles frente a Moscú y a la lucha anticomunista”.
La invasión, de Bahía de los Cochinos, repelida por Cuba, sería el primero de una serie de planes para desestabilizar al gobierno de Castro, incluyendo la chance de asesinar al gobernante.
Un informe secreto del Comité de Inteligencia del Senado estadounidense reconoció 8 intentos de matar a Fidel solo entre 1960 y 1965.
En medio se dio la llamada “crisis de los misiles”, 1962, cuando un avión de reconocimiento de Estados Unidos fotografió la instalación soviética de rampas de lanzamiento de misiles de alcance medio.
En ese contexto, aumentaron también las restricciones comerciales, y a la expulsión de Cuba de la OEA, en enero de ese año, se sumó la formalización del bloque absoluto por parte de Washington.
Los ataques cruzados siguieron por años, y recién en 1977, con el demócrata Jimmy Carter en la Casa Blanca, los dos países abren una sección de Intereses Comerciales en sus capitales. Pero el pequeño avance se derrumbó con la llegada del republicano Ronald Reagan al poder.
El resto de la historia es más cercana
Republicanos y demócratas pendularon en la relación con La Habana, y, el 17 de diciembre del 2014, 53 años y 14 después, Obama y Castro restablecieron relaciones y reabrieron sus respectivas embajadas.
El actual presidente saliente, el republicano Donald Trump, derribó esa iniciativa y hasta endureció el bloque, aunque el triunfo electoral y la inminente asunción del demócrata Joe Biden abren una nueva perspectiva.
“Los republicanos quieren destruir al Gobierno, ahogar al sistema económico, generar caos… La agenda de los demócratas es distinta: quieren retomar las relaciones comerciales, con la idea de inundar el mercado cubano de los valores del emprendimiento y del capitalismo, porque creen que así se llega a la deconstrucción interna de los paradigmas del comunismo”, analizó Fraga.
El docente expresó que, “de cara al futuro, con Biden, las perspectivas son favorables porque supuestamente debe haber espacio para retomar las conversaciones y aliviar las agresiones directas”.
“Pero eso será también un reto para Cuba, porque el enfrentamiento vivido en 60 años, con matices, fue siempre muy parecido, siguió la misma línea. Luego, una normalización de los vínculos supone un desafío, porque implica seguir reconociendo que el capitalismo es un peligro, pero las maneras de confrontar tienen que ser otras. No será fácil para los gobernantes de acá. La agenda demócrata tira la pelota para acá”, concluyó el analista.
Con información de agencias.
IG
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