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Al final, no era tan así

La hipocresía occidental acaricia su momento de máximo esplendor

El embajador estadounidense Robert A. Wood vota en contra del proyecto de resolución sobre el Estado palestino en el Consejo de Seguridad.

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Prueba 1

El martes pasado, la prestigiosa revista Foreing Affairs publicó un artículo firmado por los académicos Samuel Charap y Serguéi Radchenko titulado “Las conversaciones que podrían haber puesto fin a la guerra entre Rusia y Ucrania”. 

La investigación, que contó con entrevistas a diversos funcionarios de los gobiernos implicados en la guerra y en las conversaciones de paz de la primavera europea del 2022, realiza un minucioso recorrido a través de las distintas reuniones presenciales y virtuales que mantuvieron las delegaciones de Rusia y Ucrania durante las semanas y primeros meses posteriores a la invasión rusa.

Lo más jugoso que se obtiene del trabajo de Charap y Radchenko es la absoluta falta de interés de los gobiernos de Occidente, con Reino Unido a la cabeza, para promover un acuerdo de paz entre Kiev y Moscú, e, inclusive, de generar algún tipo de acuerdo de seguridad para el continente europeo, que atendiera las demandas de Rusia, pero también las de Ucrania y las de Europa occidental.

En las semanas iniciales a la invasión, cuando el Kremlin comprobó que su aventura no iba a salir como esperaba, y que la resistencia ucraniana había probado ser mucho más efectiva de lo que se creía, los gobiernos occidentales desestimaron los gestos hechos por el gobierno ruso para alcanzar un acuerdo. La presión diplomática contra Moscú y la potente convicción de los miembros de la OTAN sobre el envío de armas a Ucrania (muy distinta al momento actual) pudo más en las agendas de Occidente que cualquier voluntad acuerdista. 

El artículo publicado por Charap y Radchenko pone en evidencia que, por sobre los deseos de encontrar una solución a la seguridad europea (que desde la caída del muro de Berlín no ha hallado), se priorizó la mirada belicista y el deseo de castigar a Rusia por su invasión a Ucrania. 

En suma, y amén de los también existentes deseos militaristas de Vladímir Putin, la historia del conflicto ofreció una posibilidad de acuerdo que las democracias occidentales, tan afectas (según ellas) al diálogo y la resolución de conflictos, dejaron pasar olímpicamente con la expectativa de resolver la guerra en el campo de batalla. El mal cálculo, por decirlo de la forma más benigna, ha costado miles de vidas, y una crisis económica derivada de la incertidumbre creada por la guerra. 

Prueba 2

Menos de una semana después de que Irán realizara su anunciado y quirúrgico ataque contra Israel el pasado domingo 13 de abril, los Estados Unidos y Reino Unido impusieron sanciones contras personas y entidades vinculadas con la producción de drones y misiles que utilizaron las fuerzas armadas iraníes para atentar contra Israel. Por su parte, la Unión Europea espera llegar a un acuerdo entre sus 27 miembros este próximo lunes para sumarse a las sanciones que aplicaron sus socios anglosajones. 

La rapidez y contundencia con que actuaron las potencias occidentales en este caso difiere mucho respecto de unas posibles sanciones a Israel por la matanza de miles de civiles inocentes durante su guerra con el grupo terrorista Hamas en la Franja de Gaza. Unas sanciones que algunos partidos minoritarios de Europa y algunos Estados del club, de forma solapada, quisieron impulsar sin éxito durante los últimos meses. 

Solo, y a modo de salvar medio ojo de la cara, la Unión Europea aprobó de forma reciente una serie de sanciones contras cuatro personas y dos organizaciones israelíes por “violación a los derechos humanos” contra los palestinos de Cisjordania. 

Prueba 3

El máximo líder de Occidente, Estados Unidos, vetó (una vez más) esta semana una resolución de la ONU amplia y diversamente respaldada (por países disímiles como Rusia, Japón o Francia) para reconocer a Palestina como Estado miembro, elevando su condición de la actual de “Estado observador”. Su aliado histórico, Reino Unido, se abstuvo.

El embajador de Argelia ante la ONU y representante árabe en el Consejo de dicha organización, afirmó que “la paz vendrá de la inclusión de Palestina, no de su exclusión”. El enviado de Washington, por su parte, explicó la negativa de su país porque la creación del Estado de Palestina debería llegar de unas negociaciones directas entre Israel y Palestina. Está claro, al menos en el corto plazo, que el gobierno del ultraderechista Benjamín Netanyahu no está interesado en la solución de los dos Estados, y no parece haber la más mínima chance de unas negociaciones entre Palestina e Israel por la cuestión de los dos Estados. 

Prueba 4

Días atrás, el economista francés Thomas Piketty escribió en sus redes sociales: “Los países ricos pretenden estar a favor de mercados justos y abiertos, desarrollo para todos, etc., pero, en la práctica, la forma en que se organizan y regulan los mercados financieros conduce a una enorme transferencia de ingresos del Sur global al Norte global, año tras año y creciendo con el tiempo”.

El posteo de Piketty resume un artículo académico firmado por el investigador argentino Gastón Nievas y su colega Alice Sodano titulado: “El exorbitante privilegio de Estados Unidos se ha convertido en un privilegio del mundo rico: un nuevo estudio exige una reforma del sistema monetario internacional”.

El trabajo de ambos académicos –estudiantes de doctorado en la Paris School of Economics– deja en evidencia cómo el sistema financiero internacional perjudica a los países del Sur Global, y cómo los países del Norte –por ser los emisores de reservas internacionales y dueños de la banca principal del mundo– se benefician del actual mercado de capitales. 

Lo más interesante del artículo es que se sostiene en datos, una enorme cantidad de datos estudiados, y no en frases simpáticas y voluntaristas del tipo que se escuchan de la boca de las principales instituciones y gobiernos occidentales cuando se trata de explicar cómo debe funcionar el sistema económico mundial.

AF/DTC

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