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Análisis

Defender la democracia frente a los ataques de la extrema derecha, punto de coincidencia entre Lula y Biden

Lula y Biden, durante el encuentro en Washington

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El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva tenía un objetivo central en su visita a Washington: reforzar el apoyo de su par norteamericano, Joe Biden, a favor de la democracia y en contra la ultraderecha reaccionaria. No casualmente la fecha de este encuentro se coordinó después del 8 de enero pasado, cuando una asonada bolsonarista en Brasilia pretendió derribar el flamante gobierno brasileño.

“Los Estados Unidos representan mucho en la relación con Brasil”, dijo el brasileño a su colega norteamericano en los primeros minutos de la cita, en el Salón Oval. Lula, que viajó a acompañado por su esposa Janja, fue recibido en la puerta de la Casa Blanca por el mandatario demócrata, quien no escatimó gestos de afecto hacia la pareja. Los primeros 10 minutos de diálogo sucedieron delante de la prensa, para luego dar paso a una cita de 50 minutos a puertas cerradas entre los dos mandatarios y sus respectivos traductores. Acto seguido se sumaron ministros y secretarios.

Lula le dijo a Biden que “Brasil pretende recolocarse en la nueva geopolítica mundial” y remarcó su gratitud “por la solidaridad en el reconocimiento de mi asunción como presidente de la República”. El 30 de octubre del año pasado, cuando se anunció el triunfo del entonces candidato petista en la segunda vuelta de las presidenciales, un mensaje explícito salió rápido de la Casa Blanca con el inmediato reconocimiento de los resultados. Biden, a su turno, replicó: “Nuestras dos naciones son democracias fuertes y fueron puestas duramente a prueba, pero en ambos casos la democracia prevaleció”. Se refería al episodio ocurrido el 6 de enero de 2021, cuando seguidores de Donald Trump invadieron el Capitolio, y a la posterior réplica, el 8 de enero último, cuando adeptos a Jair Bolsonaro ocuparon violentamente el Palacio del Planalto, el Congreso y la Corte Suprema.

En una conferencia de prensa al final de la cita, Lula expresó su satisfacción: “Vuelvo a Brasil con mucha alegría. Tuve una conversación larga con Biden sobre cuestiones de interés de Estados Unidos y de Brasil, sobre todo del fortalecimiento de la democracia, como también el campo de la igualdad social, la igualdad racial, y la cuestión climática”. Ese compromiso bilateral quedó registrado en la declaración conjunta en la que se señala: “Ambos líderes dejaron constancia de su rechazo al extremismo y a la violencia política, condenaron el discurso de odio y reafirmaron su intención de construir una resiliencia de la sociedad a la desinformación. Ambos concordaron en trabajar juntos en esos asuntos”.

Una nueva estrategia internacional

Un día antes de la cumbre bilateral en Washington, la diplomacia brasileña había circunscripto los temas a tratar a la defensa de la democracia, la protección a los derechos humanos y el medio ambiente. Pero Lula introdujo ayer un cuarto y quinto tema, sobre lo que sólo hay -a la fecha- consensos parciales: la reforma del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el fin de la guerra entre Rusia y Ucrania. Las dos cuestiones figuraron finalmente en el comunicado conjunto: “Los presidentes tienen la intención de fortalecer la cooperación en instituciones multilaterales, en el contexto de la venidera presidencia brasileña del G20 (a partir de septiembre)”.

El texto añade que “los dos líderes expresaron su intención de trabajar juntos por la reforma del Consejo de Seguridad, como la expansión del organismo para incluir asientos permanentes para países de África, América Latina y el Caribe, de modo de tornarlo más representativo y perfeccionar su capacidad de responder con eficacia a las cuestiones mundiales más urgentes”. Es un reclamo tradicional brasileño que juzga que el Consejo de Seguridad, constituido por cinco potencias con poder veto de Rusia y de Estados Unidos, ya no consigue satisfacer su objetivo original: preservar la paz global.

El conflicto ruso-ucraniano también quedó reflejado en el pronunciamiento. Pero, en términos más suaves que los que había pensado el propio Lula. Se afirma: “Ambos presidentes lamentaron la violación de la integridad territorial de Ucrania por Rusia y el anexado posterior de partes de su territorio, como violaciones flagrantes del derecho internacional”. Los jefes de Estado coincidieron en “demandar una paz justa y duradera”.

Lula explicaría después, en el encuentro final con la prensa, que le avisó a Biden acerca de una conversación que mantuvo recientemente con el presidente francés Emmanuel Macron y luego con el canciller alemán Olaf Scholz. “Hablé de la necesidad de crear un grupo de países que no estén directa o indirectamente involucrados en la guerra, para que finalmente se encuentre una posibilidad de paz”.

Ante los medios americanos y extranjeros acreditados, Lula reconfirmó su visión: “Estoy convencido que es preciso encontrar una salida para poner fin a ese conflicto. Sentí la misma preocupación del lado del presidente Biden. Nadie quiere que esa guerra continúe. Para eso, son precisos socios capaces de construir un grupo de negociación en los que crean las dos partes enfrentadas. Entonces, primero terminar la guerra y luego negociar qué va a ocurrir en el futuro. Es preciso un cese del fuego”.

Esa iniciativa contaría con el apoyo del presidente de Francia, que expresó su voluntad de, por lo menos, “hablar de paz”. Macron confirmó su conversación con Lula y dijo que habría un plan con al menos 10 puntos. Lo cierto es que, en breve, el presidente brasileño estará en Beijín, también en una visita de Estado prevista para la segunda quincena de marzo. De ese encuentro con el presidente chino Xi Jinping pueden esperarse propuestas concretas. El presidente brasileño también recibirá a Sergey Lavrov, ministro de Relaciones Exteriores ruso, quien debe llegar en abril a Brasilia.

Entre tanto, Lula se prepara para asistir a la cumbre del G7 en Japón en mayo próximo y pasará a ocupar la presidencia del G20 en septiembre, en la conferencia de Nueva Delhi. Estos pasos responden a una estrategia internacional aperturista que Brasil decidió adoptar después de “cuatros años de aislamiento”, según describió el mandatario brasileño en la charla con su colega estadounidense.

EG

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