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Opinión - Al final, no era tan así

El simplismo analítico de la derecha tiñe el ingreso de Argentina a los BRICS

Presidentes de los BRICS

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Nadie sabe ya a ciencia cierta si lo que se dice en campaña es dicho exclusivamente para la campaña o es parte del menú de medidas de gobierno que podría tomar un candidato. El grado de improvisación y arrojo con el que se lanzan las declaraciones tiene el irónico mérito de entretener y generar pánico a la vez. 

Esta semana, cuando el gobierno argentino anunció su entrada a los BRICS, la candidata de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, se apuró a advertir que con ella de presidenta no habría ningún ingreso. Un capítulo más de su plan “conmigo esto se acaba”.

El principal argumento de Bullrich es la presencia de Irán y Rusia en el club de emergentes. Ahora bien, ¿nadie le avisó que en la lista de ingresos están también Arabia Saudí o los Emiratos Árabes Unidos, dos socios tradicionales de Washington y París, acaso las dos democracias más influyentes del mundo?

Lo mismo cuenta para Javier Milei, que vaya a saber uno si consideró o no las consecuencias de haber dicho que no haría negocios con China y Brasil porque son “comunistas”. 

El posicionamiento de la derecha argentina es tan infantil que uno no puede dejar de preguntarse si su grupo de asesores está integrado por novatos, para los que el mundo se divide entre buenos y malos. Conviene avisarles que en el siglo veintiuno el éxito diplomático viene de la mano de un pragmatismo exacerbado.

En Medio Oriente, sin dudas uno de los polos de poder de la actualidad -no solo por las reservas de hidrocarburos sino también por albergar nodos de gigantes inversiones tecnológicas y financieras-, dos de los flamantes adheridos al BRICS, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, son un ejemplo de esa diplomacia aventurada. 

Unas semanas atrás, el reino saudí logró ser la sede de un diálogo por la paz sobre la guerra entre Rusia y Ucrania que recibió a más de 40 altos representantes de Estado, tras un pedido del presidente francés que veía más posibilidades de éxito en la reunión si se celebraba en un país no occidental. Incluso Pekín, reacio a acompañar críticas contra Moscú, envió un funcionario de gobierno. 

De la misma forma, unos meses atrás, la monarquía saudí sorprendió a los medios de comunicación al protagonizar un acercamiento con su archirrival Irán bajo el auspicio del presidente chino Xi Jingping. Más aún, en los próximos meses podrían confirmarse los rumores de un acuerdo trascendental con Israel. Este último país es, precisamente, la luz centelleante que le gustaría perseguir a Milei si llega a la Rosada.

Los Emiratos Árabes Unidos -siempre más ágiles que su vecino de Riad- cumplirán en septiembre tres años de su acuerdo diplomático con Tel-Aviv. Apertura de embajadas, vuelos comerciales, turismo y negocios forman parte del histórico acercamiento que consagró el flamante expresidente preso (con libertad bajo fianza), Donald Trump.

Al mismo tiempo, los Emiratos construyeron grandes relaciones con la India y con China, rivales entre ellos, pero también socios de Rusia. Este mes, según informa la TV china, las fuerzas armadas del Emirato participarán por primera vez en un ejercicio militar conjunto con el país asiático. 

El juego a varias bandas es evidente, y en una larga nota publicada a propósito del ascenso de las potencias medias, el Financial Times lo describió así: “Aliados, pero también cada vez más competidores económicos, tanto Riad como Abu Dhabi están empeñados en proyectar su posición en el escenario internacional a través de redes más amplias, mostrándose como amigos de todos, y persiguiendo sus propios intereses”.

Volviendo a las declaraciones de la derecha local, Bullrich justificó su negativa a ingresar al BRICS en que creía en un “orden internacional basado en reglas para preservar la paz y el respeto del derecho internacional”. ¿Será entonces que los acuerdos entre Teherán y Riad no se realizan en esos términos? O, en todo caso, ¿los acuerdos de Israel con los Emiratos Árabes Unidos que impulsó Washington no ayudan a preservar la paz?

En el caso de los BRICS, las autoridades del Emirato publicaron un anuncio celebrando su ingreso que, en comparación con el caos que administran Massa y el gobierno argentino, suena surreal: “La inclusión (de los Emiratos) en el bloque refleja la fortaleza de nuestra economía, la efectividad de nuestra diplomacia, la confianza del mundo en nuestra visión de prosperidad y estabilidad, y nuestro compromiso con el fortalecimiento y la diversificación de nuestras relaciones y asociaciones al servicio de un desarrollo sustentable”. 

El resto de los mensajes de los países invitados -Egipto, Etiopía e Irán- fueron similares. En el Cairo, por ejemplo, no solo el presidente celebró su ingreso, sino los analistas independientes que consultó la Agencia Reuters también apuntaron como positivo el ingreso aunque sin beneficios inmediatos.

El gran desafío del BRICS será el de hallar posiciones y discursos comunes sobre temas en los que sus socios pueden no estar de acuerdo. Sin embargo, justamente de eso se trata la diplomacia internacional, y no de pensarla en los términos morales de una fábula infantil.

AF  

 

 

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