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Nicaragua: la política sanitaria anti-pandemia y la campaña de vacunación anti COVID-19 son secretos de Estado

El gobierno de Daniel Ortega y de su vicepresidenta y esposa Rosario Murillo, con quien tienen siete hijos en común, busca que la vacunación y la gestión de la salud en este fin de mandato sean tenidos en cuenta por la ciudadanía en las elecciones generales de noviembre, donde auguran un triunfo de la fórmula oficialista del sandinismo esta vez con Murillo como candidata a la magistratura máxima.

Wilfredo Miranda

Managua, Nicaragua —

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La primera persona en Nicaragua en ser vacunada contra el coronavirus fue Marco Antonio Aráuz, de 62 años, quien la primera semana de abril recibió una dosis de fármaco ruso Sputnik-V en el hospital Cruz Azul de Managua.

Después, Aráuz no se demoró en sus declaraciones que ponderaban el mérito de los gobernantes sandinistas que ocupan los cargos más altos del país. “Estoy muy agradecido con el gobierno del comandante Daniel Ortega y [su esposa] compañera Rosario Murillo, porque nos están dando una gran oportunidad para seguir con vida, ¡y gratis!”. dijo a los periodistas de los medios oficialistas (que son los únicos medios autorizados a estar presentes).

Nicaragua es el único país centroamericano que no ha introducido amplias medidas de salud pública para contener la propagación del Covid-19, y el único que no ha lanzado una campaña de testeos para la población. En este panorama, la noticia de la vacunación a principios de marzo generó esperanzas en la población -muy castigada por la violencia y la pandemia que tuvo un alto costo social y económico- que creyó que finalmente el gobierno estaba tomando medidas.

Sin embargo, a partir del anuncio la campaña de vacunación de Nicaragua se ha desarrollado envuelta en un desconcertante secretismo y duda; los mismos que han caracterizado a la respuesta del gobierno autoritario a la pandemia.

El presidente Ortega ha prometido “vacunas para todos”. No obstante, no ha publicado planes para la puesta en marca de la anhelada vacunación, ni ha proporcionó detalles sobre los grupos que serán priorizados.

Los funcionarios de la salud expresan públicamente su gratitud al presidente y su esposa (y vicepresidente) Rosario Murillo por las vacunas, que fueron donadas por Rusia, India y el programa del Fondo de Acceso Global para las Vacunas Covid-19 (Covax) respaldado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Los opositores al Gobierno dicen que, en un año electoral, el régimen de Ortega-Murillo está utilizando la campaña de vacunas para potenciar su imagen, que había sido golpeada por su manejo de la pandemia, y la represión de un levantamiento antigubernamental por las reformas al sistema de seguro social en 2018.

Y la independiente Asociación Médica Nicaragüense (NMA) ha advertido que sigue sin haber un calendario claro para un programa de vacunación universal.

“Debe haber un plan que siga las recomendaciones de la Organización Panamericana de la Salud, estableciendo los grupos prioritarios según el riesgo. Pero aún no se ha incluido a los médicos y trabajadores de la salud, no hay noticias de vacunas para ellos”, dice Josefina Bonilla Zúñiga, presidenta de la Asociación Médica Nicaragüense.

“Nos estamos moviendo muy lentamente y no hay suficiente información”, agrega.

Desde el inicio de la pandemia, el gobierno sandinista se unió al coro de gobiernos negacionistas americanos, entre ellos Jair Bolsonaro en Brasil y el exxprsidente Donald Trump en EEUU. Los funcionarios de gobierno restaron importancia a la gravedad letal de la enfermedad y convocaron a sus simpatizantes a manifestaciones.

“Nicaragua no ha dado todavía algunos de los pasos más básicos para enfrentar la epidemia”, dice la Dra. Bonilla Zúñiga.

Durante los primeros meses, la información sobre la pandemia se manejó como si fuera un “secreto de estado”, según la Asociación Médica Nicaragüense. Los funcionarios intentaban suavizar el número creciente de muertes, y con este fin llevaron a cabo los llamados “entierros exprés”: cuerpos de las víctimas del COVID-19 eran sacados de los hospitales a la vista de nadie, para ser discretamente enterrados en la oscuridad de la noche.

Según Jorge Huete, biólogo molecular y miembro de la Academia de Ciencias de Nicaragua, no se hicieron mayores esfuerzos para probar y rastrear mediante testeos la propagación de la enfermedad.

A medida que aumentaban las muertes entre abril y julio de 2020, los medios locales informaron que los funcionarios retenían datos o callaban la magnitud del desastre mediante la falsificación de certificados de defunción. Como causa de muerte, en lugar del Covid-19, figuraban dolencias bien diferentes como diabetes, neumonía u otras enfermedades.

Esta información ayuda para entender las razones que, al menos oficialmente, explican que Nicaragua haya sufrido la tasa más baja de muertes por Covid-19 en la región. Un país con una población de 6,4 millones de habitantes, en los registros oficiales solo contaba 6.500 casos de Covid-19 y 176 muertes al momento de inyectar las primeas dosis de Suptnik-V. Países vecinos en Centroamérica, Honduras (población de 9,9 millones) ha registrado 189.000 casos y 4.605 muertes y Costa Rica (5,1 millones de habitantes), 217.000 casos y casi 3.000 muertes.

En marcado contraste con las cifras oficiales, el independiente Observatorio Ciudadano Covid-19 de Nicaragua ha registrado más de 13.200 casos sospechosos y 3.000 muertes por coronavirus.

Los expertos independientes advierten que Nicaragua puede estar enfrentando una segunda ola de infección, eventualmente más letal debido a que la población se cansa del distanciamiento social y a que el uso de barbijos es cada vez más menos generalizado. Sin embargo, es muy probable que no se registre el verdadero impacto de la enfermedad, ya que el Gobierno ha mantenido un estricto control sobre los kits de prueba, cobrando $ 150 córdoba nicaraguense (US$ 4,30) por cada prueba.

“Los laboratorios privados y las redes de salud no tienen pruebas de diagnóstico específicas para Covid-19. Y todavía no hay claridad sobre cómo se administrarán las vacunas que hay”, informa Bonilla Zúñiga.

Una de las mayores incertidumbres es el programa de vacunación: Nicaragua ha recibido solo 341.000 dosis en donaciones de Rusia, India y el programa COVAX respaldado por la ONU. Y ni siquiera está claro si el Gobierno tiene la intención de obtener más.

“Hay vacunas, pero no hay suficientes para todo el país, y definitivamente no son suficientes para dos dosis”, dice Mauricio Gutiérrez, un odontólogo que vive en la ciudad capital de Managua.

Y agrega, “El Ministerio de Salud aún no les ha dicho a los trabajadores de la salud cuándo nos vacunaremos, a pesar de que estamos en primera línea. Yo voy a seguir usando mi barbijo  y manteniendo mi distancia.”

Traducción de Alfredo Grieco y Bavio

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