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Los testimonios de ciudadanos rusos tras un año de guerra en Ucrania: “Los pobres están dando su vida por los intereses de los ricos”

Ciudadanos rusos pasean el pasado diciembre en el centro de Moscú, entre decoraciones navideñas y una enorme Z en apoyo a la invasión de Ucrania.

Jedidajah Otte

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Vasili*, de 30 años, que vive en la ciudad de Ekaterimburgo y trabaja en el ámbito de la contratación pública, reflexiona sobre la vida en Rusia desde la invasión de Ucrania hace un año. “Tras un año muy inusual, tengo la sensación de que los rusos parecen haberse acostumbrado a la guerra. Algunos han perdido a seres queridos en este conflicto, otros han abandonado el país, pero en general la vida ha recuperado un ritmo relativamente tranquilo”, afirma: “No hay escasez en las tiendas, las marcas que se han ido, como Ikea, han sido sustituidas por otras, aunque tardaremos algún tiempo en saber cómo es la calidad de estas nuevas marcas. Se celebran eventos, aunque sin artistas europeos, lo cual es una pena. La gente trabaja, estudia”. 

“Es cierto que los precios han subido, pero la gente sigue teniendo dinero suficiente para irse de vacaciones al extranjero, a India, Turquía, Tailandia o los Emiratos Árabes Unidos”. Y añade: “En nuestra ciudad se cancelaron los fuegos artificiales de Nochevieja, a causa de la guerra, al igual que algunas fiestas y eventos de empresa. Muchos jóvenes y memes populares utilizan ahora la expresión ”Rusia es para los tristes“, una adaptación de un antiguo eslogan de extrema derecha que decía ”Rusia es para los rusos“.

El apoyo a Putin y a la invasión

“En la Rusia actual, [expresar] opiniones con sinceridad es muy arriesgado, a la luz de los últimos acontecimientos y las leyes que se han promulgado recientemente. Antes, mis amigos y yo pensábamos que las elecciones rusas eran poco limpias y que Putin ejercía el poder de forma fraudulenta. Pero desde que empezó la guerra, ha quedado claro cuánta gente le apoya a él y a sus acciones. Por eso muchos jóvenes con talento han abandonado el país. Por lo demás, la situación no es mala”, sostiene Vasili.

En su opinión, el miedo de la población a ser llamada a filas ha disminuido en los últimos meses. “Creo que la gente ya no está muy preocupada, pero es difícil saber si habrá más movilizaciones o no. Cuando empezó la movilización en septiembre, muchos jóvenes se asustaron, lo cual es comprensible. Nadie quiere morir. Algunos de mis amigos fueron reclutados. No sé cómo les va, sólo sé que están en Crimea”.

“Por supuesto, todo ha cambiado en el último año. Los pobres están dando su vida por los intereses de los ricos e influyentes. Resistirse al sistema es difícil e inseguro, la gente quiere vivir y pasarlo bien”, opina Vasili. “Nos dicen en la televisión y en YouTube que ahora muchos países odian a los rusos. No se debe juzgar a todos los rusos por las acciones de una persona”.

Vasili dice que antes pensaba en marchar al extranjero en algún momento, pero emigrar ahora significaría “huir de los problemas” y dejar a amigos y familiares en la estacada. “Rusia es mi patria, un país maravilloso con gente increíble. Necesitamos construir puentes, no muros. Espero que esta guerra innecesaria termine pronto. Quiero la paz”.

“No voy a ver a mis abuelos por miedo a lo que pueda oír”

Julia*, de 31 años, que trabaja en el sector de la educación y vive en el centro de Moscú, cuenta que su familia, de clase media, es una firme partidaria de la política de Putin.

“Mi padre lo mencionó brevemente en una conversación, no hablamos de ello. No he ido a ver a mis abuelos desde el comienzo de la guerra, porque tengo miedo de lo que pueda oír. Su televisor está siempre encendido, a todo volumen. Los mayores de 40 años suelen apoyar bastante al régimen”, afirma. “Uno de mis hermanos tiene una 'Z' en su foto de perfil de WhatsApp. Hace tiempo que no tengo contacto con él”. 

Julia afirma que las expresiones que se utilizan en las conversaciones han cambiado de manera patente en los últimos 12 meses, lo que en su opinión es indicativo de un cambio cultural, que refleja que muchos rusos están en pie de guerra, o incluso celebran la agresión rusa. “El discurso de mis amigos y familiares se ha vuelto violento. Por ejemplo, citan cosas que dice [el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei] Lavrov, con expresiones mafiosas y argot carcelario. Esta forma de hablar no es propia de ellos”.

 “A menudo utilizan [expresiones y palabras] como 'como lo haría un hombre de verdad', 'masculino', 'deber' y 'verdad', y abiertamente cargan contra la normativa internacional, etcétera. Este discurso está ahora ampliamente aceptado en la sociedad. Creo que las sanciones han reforzado el apoyo a Putin. No es nada agradable vivir en el país”.

Julia indica que un argumento utilizado a menudo para justificar la guerra es referirse a Europa como “Gayropa”, y como un lugar lleno de “propaganda asquerosa” que la gente dice que no quiere que se enseñe a los niños en Rusia. Señala que otra frase que se repite con frecuencia es: “Los europeos morirán congelados por falta de nuestro gas y nuestro petróleo”.

Sin embargo, cree que parte del apoyo público a la guerra parece haberse desvanecido. “Hay mucha gente que simplemente no quiere saber nada de todo lo que está pasando y quiere seguir con su vida. Prefieren hablar de cualquier cosa menos de política. Supongo que es apatía: no podemos influir en nada ni cambiar la situación, así que dejamos de preocuparnos”.

“Ahora hay muchos menos símbolos ”Z“ en las calles y en los coches que en febrero del año pasado. Ya no hay nada en la ciudad que me llame la atención por tratarse de propaganda, excepto algunas vallas publicitarias sobre 'héroes militares' que empezaron a aparecer hace poco en las paradas de autobús, pero sin mencionar la guerra de Ucrania. No queda claro si los soldados que aparecen en estos carteles están vivos o muertos”.

“No lucharé contra los ucranianos”

Para Vladimir*, de 45 años, un exsoldado que en el pasado estuvo en Chechenia, estas llamadas al deber caen en saco roto. “Dejé el servicio militar hace unos años, con honores y medallas, pero ahora quieren que vuelva a hacerlo. Ni de coña”, dice. “Vine para quedarme con mi madre ya mayor, para ayudarla tras la muerte de mi padre. Mi mujer y mi hija están lejos, y me enviaron el documento con la orden de movilización a nuestra dirección”.

“Nunca jamás lucharé en otra guerra, especialmente contra los ucranianos. No tengo dinero para dejar el país, esa es la única razón por la que sigo aquí. Así que seguiré viviendo entre la casa de mi madre y un apartamento de alquiler cerca de mi mujer y mi hija, y viviré escondiéndome de los funcionarios del Estado. Que me busquen en el lugar equivocado”. Vladimir dice que sus principales ingresos ahora, aparte de una pensión militar, provienen del tráfico de drogas, y que su propio consumo de drogas recreativas ha aumentado desde que empezó la guerra.

“La gente consume drogas ahora más que nunca, es algo muy común. Ahora consumo metadona, mefedrona y heroína unas cuantas veces al mes, y marihuana todos los días. Mi motivación para abandonar estos hábitos ha desaparecido por completo. A veces pienso que los consumidores de drogas somos la razón por la que no hay protestas masivas en este país. ¿Cómo veo mi futuro? Las cosas van de mal en peor, mi única esperanza es que no me obliguen a participar en esta pesadilla absurda”.

“Quiero que gane Rusia”

Ksenia, de 34 años, de los suburbios de Moscú, cree que la invasión de Ucrania está justificada. “Mi madre nació en Kramatorsk (Ucrania), pasé allí todas mis vacaciones de verano con los abuelos, así que todo lo que está ocurriendo me resulta bastante doloroso”, afirma. “Sin embargo, considero la operación militar especial como el resultado inevitable de las [acciones] de Estados Unidos durante los últimos 30 años”.

Cree que Europa y Estados Unidos “sólo respetan la fuerza”. Ksenia afirma que muchos rusos mantienen una estrecha relación con amigos y familiares que, según ellos, recibieron un trato injusto por parte de los ucranianos en la región de Donbás. “Les trataron como estúpidos separatistas, subhumanos”. Cuenta que, cuando comenzó la campaña de movilización rusa, nunca se le ocurrió abandonar el país. “Sí, tenía miedo y esperaba que mi marido no fuera llamado a filas. Pero él estaba tranquilo y dijo que sin duda iría a cumplir con su deber si le llamaban, y estoy orgullosa de él. Rusia luchará hasta el final, para hacer que el mundo sea bipolar y terminar con la hegemonía estadounidense. Porque si perdemos, Rusia se convertirá en un subordinado de Estados Unidos”, afirma: “Rezo por todos los soldados ucranianos y rusos, pero quiero que gane mi país”.

*Los nombres y algunos detalles han sido cambiados

 

 Traducción de Emma Reverter

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