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Opinión

Pandemia y moral sexual

Franco Torchia

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El bloqueo al que fue sometido el ano por la moral sexual y su alianza con el aparato médico no quedó suspendido en pandemia. Por el contrario, desde hace ya más de un año, para la proctología y disciplinas aledañas, este ya es un período de la humanidad plausible de ser definido casi como el bienio de los “culos rotos”: aluvión de consultas on line y presenciales con especialistas, patologías varias surgidas del tandem emocional - laboral y vergüenza sostenida por episodios reiterados de fisura anal, hemorroides, PVH y cáncer. 

A diferencia de la cardiología u otras ramas de la oncología, en la Argentina brilla por su ausencia la información para la prevención y el cuidado de esta zona todavía “injuriosa” de los cuerpos, el único órgano sexual común a toda identidad. La inexistencia de números concretos alarma a los profesionales y entierra aún más a los pacientes. ¿Por qué aún hoy el ano no es abordado como sí lo son la vulva, la boca y el pene? ¿Hasta dónde las carreras universitarias de medicina forman o deforman al respecto? ¿Qué tan integral puede ser una ley de educación sexual que no alcanza a irradiar la preeminencia del ano en la gestión del placer? Y aunque ni siquiera sea considerado para esos fines, ¿por qué un “culo roto”, aún cuando el dolor se sobreimpone, sólo excreta pudor?

Hace exactamente un año, desde el Programa Nacional de Prevención y Detección termprana del Cáncer Colorrectal -dependiente del Instituto Nacional del Cáncer (INC)- se sugería suspender temporalmente las muestras de tamizaje en la población: colonoscopias y tests de sangre en materia fecal. El Programa busca combatir los 15 mil casos y las 7 mil muertes al año de -sobre todo- mujeres y hombres mayores de 50 años. La popularización que supo hacer Tita Merello del Papanicolao y el cáncer de cuello uterino no se da con las anoscopias, mientras el 80% de la población es afectada por el virus del papiloma humano según datos de la Organización Mundial de la Salud. Ginecología sí, ortología no tanto.

Al margen del cáncer y demasiado pendientes todavía del homoodiante humor criollo, otras patologías resisten su tratamiento, aunque la pandemia abrió un poco “las cachas”. El médico proctólogo y divulgador Lucas Quelín, responsable de una cuenta de Instagram que define como “colocomunidad”, asegura que la fisura anal hegemoniza las consultas. ¿Qué es “romperse el culo”? ¿Por qué se rompe todo menos la sensación de deshonra? Eso que llamamos “ano fisurado” puede ser producto de diarreas, constipaciones, alimentación y cerebro, no de prácticas sexuales. Hay un canal entre el ano y el cerebro dominado por las emociones. En la cola no hay solo un nervio sensible: el circuito “marote/tujes” está lleno de flujos y neurotransmisores, redes nerviosas que también transportan ideología. El machismo organicista enferma. 

Detrás de una pantalla, la masculinidad humillada por su culismo enclenque se anima más: para eso, la teconologización de la consulta médica ayudó. Claro que cuando alguna indicación incluye estimulación prostática, al consultante puede presentársele el fantasma del “cambio de sexualidad”. Numerosos especialistas aportan relatos semejantes. La presencia de la esposa que acompaña, cual garante de la virilidad y la norma, es una de las postales más compartidas. Cuando la fisura anal es descuidada, impone cirugía. Reina la mudez o el chiste hemorroideal. Por su parte, las feminidades a veces acuden temblorosas. El mito de la virginidad -o el hallazgo de su “pérdida”- suele obturar algunos intercambios. 

En este contexto, asomó ya la “comedia” del hisopado anal para la detección de Covid-19. Al respecto, el Doctor Quelín sostiene que si bien los estudios publicados no tienen suficiente tiempo de vigilancia o las poblaciones estudiadas no llegan a constituir muestras extrapolables, sí es cierto que puede haber virus en la material fecal. Hisopar anos, eso sí, es menos cómodo y directo que hisopar narices o bocas, pero hisopados anales hay, hay muchos y desde hace mucho tiempo. En redes sociales, la sola idea reactiva la culofobia general. De ella, tampoco logró escapar el activista LGBT cordobés Maxi Tassi cuando hace una semana contó que tiene fisura anal por stress. 

El orden mundial dirige sus hisopos anales al enemigo. Así las cosas, difícil que analidad y degradación dejen de ser sinónimos. A saber, a principios de marzo, el gobierno de Japón le pidió al de China que detenga los tests de hisopado anal a ciudadanos japoneses debido a que el procedimiento les causa “dolor psicológico”.

La agencia Reuters informó que algunas ciudades chinas usan muestras tomadas desde el ano para detectar posibles infecciones de coronavirus en el seno de una potenciación de los rastreos. Antes, el Ministro de Relaciones Exteriores de China se había forzado a negar la denuncia de ciertos diplomáticos estadounidenses que aseguraron haber sido víctimas del método. ¿China sometió a ultraje anal a Estados Unidos? El conflicto diplomático fue tal que un funcionario del Departamento de Estado del gobierno de Biden expresó estar “comprometido a garantizar la seguridad de los diplomáticos estadounidenses y sus familias, preservando al mismo tiempo su dignidad”.

Seguridad, familia y dignidad. Pese a tanto, culo cerrado sigue siendo igual a ano custodiado. 

FT

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