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Miniatura

¿Quién quiere ser Roberto Feletti?

Roberto Feletti durante un acto en Ensenada

Pablo Ibáñez

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Los bisbiseos sobre un cambio de gabinete, que según las usinas estará forzado por el número rojo de la inflación de marzo, parece haberse concentrado, curiosa y casi exclusivamente, sobre Roberto Feletti, el secretario de Comercio Interior. Conceptualmente K, en especial en eso de recurrir a medidas de la heterodoxia más osada, Feletti no es, sin embargo, un cristinista convencional.

Celebra a la vice como una dirigente de otra categoría. En su perfil de WhatsApp se muestra junto a Cristina, una declaración de veneración y, con algo de picardía, un escudo táctico frente al fuego amigo. Digresión: en su versión Telegram, el otro polo en la batalla de las app de mensajería, se muestra con un Amado Bodou de otro tiempo, candidato modelo 2011, durante una tarde de DJ en el Planetario.

Pero Feletti, como un segmento de dirigentes más cercanos generacionalmente a Cristina, contemporáneos a la vice y con historia previa a los K, no forma parte de los “pibes para la liberación”. De ahí, que sería un error ubicar al secretario en el combo de funcionarios camporistas donde aparecen De Pedro, Raverta, Volnovich y Basualdo.

Desembarco

Entonces ¿si se va Feletti se va un cristinista? La respuesta simple es si. No importa que, según la historia albertista, lo haya convocado Matías Kulfas, que estuvo bajo el mando del ahora secretario en otro tiempo. La versión cristinista indica que está en ese cargo por pedido de la vice -motivo por el cual, apenas asumió negoció en soledad para “retrotraer” precios- y la mirada del mundo de Feletti está está en línea con lo que reclama Cristina.

Así y todo, el ruido de estos días sobre su salida, agudizado tras la confirmación de Martín Guzmán, presentan un intríngulis particular en medio de las tempestades internas del Frente de Todos. ¿Quién quiere afuera del gobierno a Feletti? ¿Sectores K agitan la tesis de salida del funcionario para tomarla como un quiebre definitivo de Alberto en la relación, ya tortuosa, con Cristina? Un poco de eso, de terminales inorgánicas, parece haber.

Pero, a su vez, los sectores que más celebrarían la salida de Feletti son los que reniegan de lo que el funcionario emite: el mundo empresario, que arbitrariamente puede personificarse en Daniel Funes de Rioja, con su doble personería en la UIA y la Copal, y puede ampliarse a la Mesa de Enlace que pide más Domínguez y menos Feletti.

La trinchera empresaria lo quiere afuera por la misma razón por la que sectores K creen que Feletti será expulsado del Comercio: porque hace observaciones que no son habituales en el gobierno, como las referencias a la concentración del mercado o el pedido enfático de retenciones y cupos a las exportaciones. Pero Feletti, que en ese punto es bien cristinista, no está camino a Sierra Maestra. “No se puede hacer negocios sobre cualquier tejido social”, es su frase de cabecera ante los empresarios, algo así como si está todo roto ustedes también pierden.

Matcheo

Es un matcheo extravagante. El sistema K pronostica la expulsión del funcionario como detonante político cuando es la figura con la que más empatía tienen dentro del equipo económico del gobierno. En paralelo, mientras se muestra con Axel Kicillof, Feletti avisa que no tiene pensado dejar su cargo, que tiene buena relación con Guzmán -con quien habla y se entiende, aun en las diferencias- y que funciona de manera fluida con Kulfas, un viejo conocido suyo. Se muestra seguro de que lo que tenía que hacer, con pocos fierros, lo hizo, y trasmite que se siente parte del gobierno.

¿Por qué, entonces, el miércoles 6 en una nota en radio Con Vos, el funcionario tuvo un raid áspero sobre la política económica? En una charla larga con Alejandro Bercovich habló de falta de lineamientos, de la necesidad de tomar medidas urgentes y dejó, para una posteridad que se esfuma rápido -porque algo más incendiario aparecerá al rato-, la frase “se va a poner feo”, si no hay una reacción oficial. Puro fuego sobre Guzmán o, si se quiere, sobre Alberto Fernández, el principal -por momentos parece que único- sostén del ministro.

La primera lectura es que Feletti ejecutó un poema crítico, como si fuese portavoz de Cristina, pero la verdad es más simple: sabedor del “más de 6%” de inflación de marzo, Feletti salió a gritar que a nadie se le ocurra colgarle ese cadáver tibio a su cuenta, por eso habló de responsabilidades macro, que atribuyó a Guzmán, y deslizó aquello de que la secretaría que él ocupa tiene menos herramientas que las que tenía en otros tiempos para políticas anti inflacionarias.

Traducción: la inflación no es culpa mía y el gobierno no activa como debería. El lunes, en C5N, Guzmán suscribió casi en cada línea a lo que había dicho Feletti quien, según lo interpretan, con eso dio por cerrada el capítulo que abrió el lunes. Todo en stand by.

Hay un doblez. Se movió, quizá con plena consciencia de eso porque es un economista con cintura política, amparado por un fenómeno inédito en un gobierno peronista: ninguna acción ni parrafada parece tener consecuencias. Ese todo vale se volvió constitutivo en la era Fernández y un caso testigo, que aparece en la descripción que hacen en el FdT, es la de Claudio Lozano, director del Banco Nación que objetó, al punto de presentar un amparo, el acuerdo con el FMI.

“A Lozano conviene tenerlo adentro porque si está afuera te denuncia”, se argumentó en la Casa Rosada para explicar porqué el economista cuestionó de manera efectiva una política central del gobierno y salió, hasta acá, inmune. Desde allí también se apuntó que Eduardo Hecker, presidente del Nación, en cierto modo jefe directo de Lozano, fue quien debió ejercer ese poder de comisariato político.

Hecker está en esa butaca por Kulfas. Pero este no ha logrado, siquiera, que Hecker lo defienda cuando Cecilia Fernández Bugna, una directora de La Cámpora, cuestiona a viva voz y de manera descarnada el desempeño del ministro de Desarrollo Productivo. En eso, como en muchas otras cosas, Fernández no es un Kirchner.

Feletti está donde está no por cristinista. O no solo por cristinista. Luego del paso de Paula Español por Comercio Interior, una filo camporista que había sido convocada por Kulfas, apareció como un ejecutor que tuvo una prueba de fuego, post elecciones, en una negociación brava para tratar de retrotraer los precios luego de un estampida con aroma electoral. Así y todo, o por eso, ni Guzmán ni Kulfas, ni el propio Fernández, parecen agitar la salida de Feletti porque, de mínima, trasmitiría la ingenua idea de que la inflación se puede resolver desde ese cargo.

PI

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