“Podemos confirmar que es un triunfo”: Fuerza Patria festeja y el kirchnerismo concentra en la casa de Cristina

“Estoy hablando con todos, y todos dicen que estamos ganando”, afirmaba, eufórico, un referente conurbano del peronismo minutos antes de que cerraran los comicios. En Fuerza Patria predominaba un frenesí solo contenido, a duras penas, por la cautela oficial de un Axel Kicillof que, desde su residencia, iba siguiendo minuto a minuto los resultados. A unos kilómetros, en el Hotel Grand Brizo, la dirigencia kicillofista estaba exultante: las actas que llegaban de las escuelas eran una fuente inagotable de buenas noticias y contaban los minutos para poder, a las 21, celebrar la victoria del gobernador bonaerense.
Las actas iban llegando por oleadas. En los municipios de la Tercera, en donde el kirchnerismo pisaba fuerte, las escuelas daban que la boleta de Verónica Magario estaba 15 puntos arriba. En los municipios de la Primera, en donde se juega la verdadera batalla, se registraba que la boleta de Gabriel Katopodis aparecía casi tanto como la de Diego Valenzuela, el candidato de La Libertad Avanza. “Esto es una paliza”, afirmaba una de las primeras líneas de Fuerza Patria que estaba a cargo de centralizar los telegramas oficiales.
Finalmente, a las 20.30, Sebastián Galmarini y Cristina Álvarez Rodríguez se encargaron de oficializarlo. “Tenemos resultados provisorios y podemos confirmar que es un triunfo de Fuerza Patria”, anunció Galmarini, cuñado de Sergio Massa y candidato a diputado nacional.

Los dirigentes empezaron a llegar al búnker en La Plata a partir de las 19. Predominaban los rostros alegres y satisfechos. Primero llegaron los del Movimiento Derecho al Futuro, impulsores del proyecto presidencial de Kicillof. Andrés “Cuervo” Larroque, Juan Marino, Cristina Álvarez Rodríguez, Daniel Gollán, Hugo Yasky, Sabrina Selva: estaban todos y eran los más precavidos. Venían conversando con Kicillof y se movían con cautela, atentos a lo que sucedía a 7 kilómetros en Gonnet, donde LLA tenía su búnker. Si Javier Milei decidía ir era porque estaba más ajustado de lo que todos creían.
A la par fueron llegando los dirigentes del Frente Renovador, que habían fortalecido su participación en la campaña bonaerense en el último par de semanas. Aparecieron Rubén “Turco” Eslaiman con Sebastián Galmarini, Cecilia Moreau y Alexis Guerrera. Se los veía entusiastas: prometían que Fuerza Patria estaba arriba de los 7 puntos de LLA en toda la Provincia.

El cristinismo era más escurridizo. Observaban, al igual que el kicillofismo, que el escándalo de las coimas de la Agencia Nacional de Discapacidad, sumado a la crisis económica, había generado un caldo de cultivo ideal para dar vuelta la derrota originaria. Anticipaban una victoria y habían decidido que, cuando llegara el momento de dar la noticia, tenía que haber representantes de todos los espacios políticos en el escenario. Incluso del cristinismo.
No querían dejar sola a Cristina Fernández de Kirchner, sin embargo. Era importante sostener la centralidad de la ex presidenta, quien se encuentra con prisión domiciliaria en su departamento sobre la calle San José. Especialmente si el peronismo ganaba: en la lucha por la lectura del triunfo del día después, La Cámpora quería asegurarse de que la victoria no fuera solo de Kicillof, sino de la unidad del peronismo.
Entonces se decidió dividir comitivas. Una parte de la dirigencia cristinista acompañaría a CFK en su departamento, junto a casi la totalidad de la militancia: el aguante, sostenían, tenía que estar también en San José. Allí estaría Máximo Kirchner, que quería acompañar a su madre en la elección que, de no haber sido por el fallo de la Corte Suprema, la hubiera tenido a ella como protagonista. El líder de La Cámpora definió enviar, sin embargo, un grupo de delegados al búnker de La Plata: había que dar el presente.

“Si hay una victoria va a haber sido resultado de la unidad, y nadie aportó tanto como Cristina para que hubiese unidad”, señalaba un dirigente cristinista, de camino a San José. En un escenario optimista, con la victoria a la vuelta a la esquina, la lucha por la lectura del resultado ya había comenzado.
El kicillofismo se sentía empoderadísimo, convencido de que una victoria el domingo significaba el disparo de largada del proyecto presidencial del gobernador. “Tuvimos razón en desdoblar”, repetían, jocosamente, cada cinco minutos: casi un saludo obligado de parte de cualquier dirigente que formaba parte del MDF. El mensaje estaba dirigido directamente hacia CFK y Máximo, quienes se habían opuesto con dureza al adelantamiento de las elecciones bonaerenses.
En La Cámpora, sin embargo, se negaban a aceptar la derrota. “Tal vez si no hubiésemos desdoblado ganábamos por más puntos”, deslizó, con humor, un dirigente de CFK.
MC/MC
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