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Foto de familia y documento consensuado

Cumbre extra large del FdT: cinco horas de discursos para tejer una unidad frágil

Alberto Fernández arribó a la mesa del PJ junto al flamante jefe de Gabinete, Agustín Rossi.

Pablo Ibáñez

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Apenas ingresó Mariano Arcioni, el gobernador de Chubut, una mano veloz cerró la puerta del renovado auditorio del primer pisto de la sede del PJ nacional, en el 130 de la calle Matheu. Eran las 8 de la noche y cuando Alberto Fernández tomó la palabra, exactamente a las 20:15, inauguró la primera cumbre de la mesa del Frente de Todos (FdT) que resultó casi infinita y se estiró por más de cinco horas hasta cerca de las 2 de la madrugada.

La juntada aportó, tras meses de fuego cruzado, una postal de unidad panperonista incipiente, pero todavía frágil. “Cese de hostilidades y reseteo”, definió, en plena madrugada, uno de los participantes de la cumbre. Marida, esa mirada, con el concepto de relanzamiento del FdT a partir de un nuevo acuerdo programático al que adhieran todos los clubes frentodistas. Aunque no se definió nueva fecha ni un calendario de citas, se dio por hecho que la reunión de este jueves en el PJ fue el punto de inicio de una saga de encuentros para avanzar en acuerdos operativos y tácticas.

Temprano, los perros del comando especial de la Política Federal, habían olfateado de punta a punta el viejo edificio de la calle Matheu en busca de explosivos. Ese protocolo de seguridad, producto de la presencia del presidente, aportó un simbolismo a la recargada reunión de un FDT que siempre parece estar a punto de explorar. En un clima picante, luego de meses de silencio y reproches, la aparición de Máximo Kirchner, sumó una dosis extra de incertidumbre.

“Es una buena señal, un buen gesto”, dijeron cerca del diputado que llegó junto a Eduardo “Wado” De Pedro, luego de participar de una reunión en el Senado. A esa hora, Fernández estaba en Olivos. El vínculo político y personal entre el presidente y el dirigente que hasta enero del 2022 presidió el bloque de diputados del FDT está, desde entonces, roto. La cita del jueves en el PJ funcionó, en la práctica, como un reencuentro a más de un año de la última conversación entre ambos. Hubo, de hecho, un abrazo entre los dos.

Butacas

Sin Máximo -que este jueves cumplió 46 años y que fue saludado por su cumpleaños en la reunión-, la mesa del FDT tenía 33 butacas y era, de mínima, una extrañeza que allí no haya un Kirchner. El diputado, que al principio se autoexcluyó pero luego concurrió, fue uno de los últimos en hablar, pasada las doce de la noche, sobre el cierre, y antes de que se lea y difunda el documento que durante casi 24 horas circuló de WhatsApp a WhatsApp, de mail en mail, para pulir un texto que agrade a todos los sectores. Era, en ese escrito, determinante la cuestión de la “proscripción” electoral que invoca Cristina Fernández Kirchner.

“Con proscripción no hay democracia”, es la frase que estandarizó el cristinismo para explicar porqué no es posible definir una estrategia electoral en la medida que la vice se sienta proscripta. Cristina es la única mencionada, con nombre y apellido, en el documento final donde Fernández logró algo que reclama hace tiempo: que a pesar de la pandemia y la guerra, “se realizaron esfuerzos que es necesario reconocer y reivindicar como parte de las tareas que nos tocó llevar adelante”. Late en esas líneas el reclamo de la Casa Rosada respecto a que no hubo, en buena parte de la gestión, respaldo explícito del cristinismo. 

No por casualidad, el lunes se lanzó una campaña de afiches -que el jueves se replicaron en los paredones cercanos a la sede del PJ- contra al “proscripción” de la vice a la vez que aparecieron voces, como el de un puñado de dirigentes sindicales que se reunieron con Máximo, pidiendo que Cristina revise aquella decisión que anunció en diciembre pasado sobre no ser candidata en las elecciones de este año. Es una música que suena.

En la previa, como contó este medio el miércoles, estaba acordado que en el documento final se incluya el reclamo de sectores K respecto a considerar que sobre la vice pesa una “proscripción” que le impide ser candidata, a partir de lo que considera un proceso de persecución judicial. Fue una condición del cristinismo que ese tema se mencione y se incluya en el texto que emita la mesa frentodista. Los negociadores de Fernández, Juan Manuel Olmos y Santiago Cafiero, trabajaron en la inclusión de ese planteo en el documento final.

En el reparto último, de los 33 asistentes, al menos diez forman parte de manera directa del dispositivo que comanda la vice. Además de los cinco delegados anunciado -Wado De Pedro, Anabel Fernández Sagasti, Andrés Larroque y los gremialistas Abel Furlán y Sergio Palazzo-, también asistieron Axel Kicillof como gobernador, Mayra Mendoza -como intendenta de Quilmes-, el diputado Hugo Yasky, el intendente Mario Secco, y el gobernador Jorge Capitanich, además de Máximo. El reparto de lugares generó malestar en el Senado. “¿Así que nosotros mandamos cinco, al igual que el massismo y el albertismo? ¿Eso quiere decir que somos lo mismo? ¿Quiere decir que valemos lo mismo?”, reprochó, durante las discusiones de principios de la semana semana una fuente de extrema cercanía a Cristina. El jueves, con ironía, un operador K decía que al final todos los que participan de la mesa “son kirchneristas”.

Concesiones

En la previa, como parte de las negociaciones para que no naufrague la mesa del FdT, Fernández hizo algunas concesiones. Unas directas, como la de aceptar que en la ronda política se discuta cómo atravesar la última parte de su gobierno. Otras derivadas, como el mensaje de poner en pausa su plan de reelección -y del resto de las candidaturas nacionales- hasta tanto se ordene la cuestión logística y política del frente electoral. Durante meses, el presidente se resistió a formar una mesa que, según su mirada, se convierta en una instancia de “co-gobierno” o de fiscalización de su gestión. Eso, ahora, cambió: Fernández habilitó que en la mesa se discuta todo, se expongan posturas y miradas, con el objetivo de confeccionar una especie de “plan de gobierno ” para el tramo final de la gestión.

Hay una explicación puntual: en el Gobierno entienden que no hay forma de encarar una campaña electoral sin un decálogo de medidas, promesas o planteos que funcionen -siquiera en el imaginario- como Biblia compartida entre todos los sectores del FdT.

Con delegados de todos los sectores, la cumbre en el PJ refleja que al menos todos los integrantes del FdT están a favor de sostener la unidad. La próxima etapa es fijar las pautas para, según un armador, “garantizar la unidad” lo que se vincula con la dinámica electoral y, por caso, qué nivel de apertura existirá respecto al uso de las PASO. En el documento final se incluyó un párrafo escueto pero claro sobre eso: “Las PASO son la herramienta institucional creadas por nuestro gobierno durante el año 2010, para abrir la participación de los partidos y sintetizar las diferentes visiones de un proyecto común”. 

Como la apertura, el cierre estuvo a cargo de Fernández, que le dio la palabra a todos los asistentes, con menú abierto. “Cada uno habló y mantuvo su postura y sus propuestas”, contó uno de los asistentes. Una postura recurrente giró en torno a evitar que el macrismo vuelva a gobernador a partir de diciembre del 2023, un reflujo del motor que unió al panperonismo hace cuatro años y del que surgió, en mayo del 2019, la fórmula compartida de los Fernández.

Sobre aquella base, el FdT vuelve a plantear la amenaza Macri.

Sorpresas y ausentes

Aunque hasta la tarde del jueves desde Economía decían que no había certezas sobre la concurrencia de Sergio Massa a la cumbre, la presencia del ministro era inevitable. elDiarioAR contó, el miércoles por la noche, que estaba confirmada la presencia del tigrense al igual que la del presidente. El ministro fue uno de los promotores de formar una mesa política, por lo que su ausencia hubiese sido una pésima señal. Pero fue uno de los últimos en llegar mientras, en paralelo, asistió un scrum de “representantes” encabezados por Malena Galmarini y Cecilia Moreau.

A la sorpresa de Máximo, se le sumaron algunos datos curiosos como la ausencia de Juan Manzur, el reasumido gobernador de Tucumán que fue hasta hace 72 horas, jefe de gabinete de la Nación. El mapa de gobernadores tuvo una lógica particular: además de Kicillof y Capitanich, estuvieron el santiagueño Gerardo Zamora, el entrerriano Gustavo Bordet y Arcioni.

Fernández, a su vez, llegó acompañado por Agustín Rossi, Julio Vitobello y Victoria Tolosa Paz, mientras Olmos y Cafiero estuvieron en el armado previo. Fernando “Chino” Navarro, funcionario y uno de los jefes del Evita, aportó esa doble representación al igual que otros dirigentes como Lucas Ghi, el intendente de Morón que además de estar como jefe comunal de la Primera Sección, también expresó a Nuevo Encuentro, el partido del que forma parte. Algo similar puede leerse con Mariel Fernández, intendenta de Moreno, y dirigente del Evita. El menú sindical fue variado: Héctor Daer, Pablo Moyano, Furlán, Palazo y Yasky. Por los territorios, en representación de los intendentes del conurbano, también estuvieron Fernando Espinoza, de La Matanza y Alberto Descalzo, de Ituzaingó.

PI

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