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Cristina demostró su centralidad en el peronismo, pero esquivó el grito de la Plaza bajo la lluvia: “Una más, y no jodemos más”

Escolta. Cristina Fernández de Kirchner habla en Plaza de Maya, detrás la escuchan Axel Kicillof, Máximo Kirchner, Eduardo "Wado" de Pedro y Sergio Massa.

Mauricio Caminos

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Sergio Massa tomó un muñeco de Néstor Kirchner que desde la multitud tiraron al escenario y se lo alcanzó a Cristina. Ella le sonrió y se lo dio a uno de sus nietos. La microescena entre la vicepresidenta y el ministro de Economía al cierre del acto en Plaza de Mayo podría ser la metáfora perfecta de lo que fue el discurso ante una multitud por los 20 años de la asunción del ex presidente. Una Cristina ratificando su centralidad en el peronismo, dándose un baño de popularidad, pero esquivando dar definiciones concretas sobre el futuro electoral del Frente de Todos.

Las dos veces presidenta comenzó su intervención una hora antes de lo planteado por el intenso aguacero. “¿No llueve ahora?”, fue lo primero que dijo apenas después de las 15, justo cuando la tormenta pareció hacer una pausa ante su aparición en escena. “¡Milagro, Dios!”, exclamó al público. Paraguas, pilotos, capuchas y bolsas se confundían con las banderas del sinfín de tribus que coparon las inmediaciones de la Casa Rosada. Desde la organización apuntaron que hubo “unas 400 mil personas”. Más allá del número, la vice fue el vértice de una convocatoria en la que confluyó el ultrakirchnerismo –con La Cámpora a la cabeza–, los intendentes y gobernadores –el riojano Ricardo Quintela y la santacruceña Alicia Kirchner dieron el presente–, y los movimientos sociales –principalmente el Evita de Emilio Pérsico y Somos-Barrios de Pie–.

La lluvia le dio cierta épica al pedido que la masa le repitió varias veces a Cristina. “Una más, y no jodemos más”, fue el cántico hit de la tarde. La vice no les hizo un guiño al respecto. Más bien pareció todo lo contrario.

“Hay que construir organización; una sola persona no puede”, exigió hacia el final de su poco mas de una hora de discurso, en el que hizo un repaso cronológico y defensa de los 12 años de gestión entre 2003 y 2015. También criticó el periodo de Cambiemos y ponderó el actual mandato de Alberto Fernández. “A pesar de los errores, este gobierno es infinitamente mejor que el que hubiera sido otro de Mauricio Macri”, aseguró. No lo mencionó al jefe de Estado, que fue el gran ausente del acto.

Le dedicó un párrafo a la Justicia y al titular de la Corte Suprema, Horacio Rossatti. “Verdadero mamarracho indigno”, lo calificó. Nunca mencionó la problemática de la inflación, solo atinó a decir que en el país “hay un problema de redistribución del ingreso”.

Atenta a los simbolismos, Cristina ubicó tras de sí a un selecto puñado de dirigentes con preponderancia en su armado electoral. Sergio Massa, Eduardo “Wado” de Pedro, Máximo Kirchner y Axel Kicillof se pararon uno al lado del otro cubriendo la retaguardia de la vice.

“Por ahí está la síntesis de la formula”, comentó a elDiarioAR un dirigente que estuvo en el escenario y que conversó con ella personalmente esta misma semana. “Ella no va a ser. Nos pidió a cambio que salgamos a militar. Fue un acto para ordenar”, consideró.

Muy cerca de esa guardia pretoriana se lo vio a Juan Grabois, otro presidenciable del oficialismo. Crítico acérrimo de Massa, el equipo de ceremonial lo ubicó especialmente al lado del tigrense. Fue adrede su ubicación, supo este medio. Pero, pese a su rivalidad, se los vio en una conversación cómplice justo cuando Cristina habló sobre la necesidad de que un programa de gobierno priorice la explotación de Vaca Muerta y el litio con mirada nacional. “Patria sí, colonia no”, gritó entonces la plaza.

Massa, Wado, Máximo y Axel se habían encontrado previo al acto en una carpa VIP especialmente acondicionada para ellos. En otra se ubicó al resto de los más de 300 invitados. Allí se mezclaron albertistas como Victoria Tolosa Paz y jefes territoriales como Gabriel Katopodis y Fernando Espinoza. También hubo un nutrido grupo de legisladores nacionales. Andrés “Cuervo” Larroque –que tuvo un rol preponderante en la logística de la movilización callejera– se paseó entre ambas carpas. A tono con la fecha patria, entre café y frutas los mozos repartieron también locro.

Uno de los momentos más álgidos del acto fue cuando Cristina recordó el pago del Boden 12, que entregó el Estado en marco de la crisis del 2001 a quiénes querían retirar de los bancos sus dólares y pesos depositados. “Lo pagaron los kukas, Néstor y Cristina. Anoten, genios de la economía, se la pagamos nosotros. Los kukas, los perucas”, le dedicó a la oposición. La multitud le cantó “¡Cristina presidenta!”. Ella no se inmutó.

La plaza volvió a estallar cuando recordó su intento de asesinato y la condena judicial en su contra. “Hagan lo que hagan, nunca voy a ser de ellos. Yo soy del pueblo, y de ahí no me muevo”, se diferenció de “los cuatro vivos que tienen mucho”.

Mientras la lluvia torrencial dejó la plaza totalmente embarrada, el discurso de Cristina aceleró la interna electoral. “Hay que seguir molestándola para que sea candidata”, interpretó la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, bajo un paraguas que le sostenía Victoria Donda. “No me esperaba que dé definiciones, Cristina es mucho más que eso”, planteó Cecilia Moreau, presidenta de la Cámara de Diputados y mujer del círculo íntimo de Massa.

“Salvo porque me empapé, el discurso estuvo bien y fue lo esperable. No entiendo a los que pidieron para que vuelva”, comentó una voz de influencia al salir del acto, mientras todavía diluviaba. “Arrancó el proceso final de definiciones”, acotó un dirigente territorial.

La vice no ungió con su dedo a nadie, pero su presentación intentó marcarle un camino a su electorado. “¡Guau, qué relámpagos, qué truenos!”, se sorprendió al cierre del discurso, y dejó un comentario que la pintó en su figura: “A mí me encanta la lluvia, pero qué viva, lo digo acá abajo del techo”, cerró entre risas irónicas frente a la multitud empapada. Al final, se dio un baño de humildad.

MC/MG

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