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OPINIÓN

Un Gobierno atado a las negociaciones con China y el FMI

Las negociaciones del gobierno con el Fondo Monetario Internacional, a fines del año pasado.

Martín Kalos / Alejo Passeto

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Las recientes negociaciones con el FMI dejan señales que permiten sacar algunas conclusiones. Por un lado, la falta de un acuerdo implica que el Fondo pide cosas que el Gobierno argentino no está dispuesto a ceder (¿una devaluación?). Por el otro, el hecho de que Argentina haya pagado en julio el vencimiento de deuda significa que espera llegar a un acuerdo en breve.

Principalmente porque sí existía alternativa: dejar de pagar, quedarse con esos dólares y utilizar los seis meses de margen que da el FMI para normalizar pagos, sin que eso dispare un default. Eso hubiera sido patearle el problema al primer mes de mandato del próximo gobierno, que heredará una situación de reservas agónica, deuda comercial, nueva renegociación necesaria con el FMI y el cepo cambiario que impide que entren dólares al país, una cosecha sin sequía y un gasoducto inaugurado que mejorarán la balanza comercial argentina en 2024.

Ese incumplimiento y cese de negociaciones con el FMI le hubiera permitido a Massa plantear un discurso más duro y anti-FMI para congraciarse con el espectro progresista o izquierdista del electorado, incluyendo a parte del kirchnerismo. Seguramente no tenía sentido: el voto que Massa necesita captar no es ese (que no votaría a JxC y entonces post-PASO tendrá que elegir entre votar al FIT o votar a UP: no habrá opciones electorales en el medio), sino el de centro y centro derecha que intentará disputar con JxC.

Si logra llegar a un acuerdo, en lo que resta del año el FMI debería girar a Argentina USD 7.700 millones, mientras que Argentina pagaría vencimientos de deuda por USD 4.600 millones. Haber pagado el último vencimiento implicó una emisión monetaria de $ 688.000 millones del BCRA, para prestarlos al Tesoro como Adelanto Transitorio y que el Tesoro usara ese dinero para comprarle DEGs y yuanes por el equivalente a los U$S 2.692M a pagarle al FMI. Pero ahora sí para Argentina el flujo de divisas resultante de alcanzar un acuerdo sería positivo en el segundo semestre.

Por ahora, Argentina ya anunció que pagará al FMI recién a fin de mes los distintos vencimientos de julio: prevé hacerlo con los DEG del próximo desembolso, cosa que el FMI por ahora estaría dispuesto a aceptar.

¿Qué pide el FMI a cambio? Una combinación de:

○       tasas de interés reales más altas: algo que seguramente el Gobierno conceda; de mínima, no las bajará en estos meses de inflación mensual levemente menor al 8% de Tasa Efectiva Mensual definido por el BCRA.

○       reducción del déficit vía menores subsidios energéticos: la propia Secretaria de Energía Flavia Royón admitió en una entrevista esta semana que si bien viene cumpliendo con la meta fiscal en subsidios, el FMI podría pedir un esfuerzo mayor. El problema es que el próximo aumento de tarifas energéticas está pautado para noviembre: adelantarlo implicaría que se concrete antes de las elecciones.

○       devaluación abrupta del tipo de cambio oficial: esto no soluciona ningún problema (salvo que la devaluación sea parte de un programa de estabilización y salida del cepo cambiario, algo que este gobierno no puede hacer) y si acelera la inflación corre el riesgo de espiralizarse a niveles incluso más peligrosos que el actual. En cambio, es probable que el Gobierno proponga micro-devaluaciones (por ejemplo que el aumento siga siendo un goteo diario, pero en el total del mes supere a la inflación) y/o devaluaciones efectivas sectoriales (a través de impuestos a la importación, que abarcaría a todos los productos importados pero seguramente deje afuera a medicamentos, alimentos y energía).

A la vez, el Gobierno sigue negociando con China. Aprovecha la bipolaridad global consolidada en el ascenso chino y sus múltiples políticas financieras, cambiarias y monetarias para expandir su influencia mundial; y del retroceso en el liderazgo estadounidense.

China financió en las últimas décadas en Argentina proyectos en energía, infraestructura y agricultura, incentivando o exigiendo que se contratara a empresas chinas como contraprestación.

Además acordó swaps de monedas con varias naciones (reduciendo el comercio en dólares) y promovió la inclusión del yuan en las Reservas Internacionales de los Bancos Centrales, a fin de consolidarlo como divisa global. Su política monetaria en el mediano plazo implicó la depreciación del yuan frente al dólar, permitiéndole competir favorablemente en precios. Si bien el yuan en transacciones comerciales internacionales aumentó, aún está lejos de desafiar la hegemonía del dólar.

El swap con Argentina se ubica hoy en el nudo de la política argentina: ante la escasez de reservas, la conversión de yuanes a dólares implica convertir el swap en un préstamo a una tasa que hoy supera el 7% TNA.

En comparación, la deuda con el FMI paga hoy una tasa del 7,8% TNA. Es la suma de la tasa de interés del FMI más sobre-tasas que debe pagar Argentina, por el tamaño de su deuda con el FMI y porque esa deuda ya cumplió más de tres años desde que Macri la acordó.

De manera bilateral, China se posiciona como prestamista “de última instancia” para países como Argentina, en condiciones financieras más ventajosas que las que promueve el FMI. Si el FMI condiciona sus créditos “baratos” a la implementación de reformas de la política económica y/o estructurales, China exige mejoras comerciales y de oportunidades de negocios para sus empresas.

En la última década China rescató a otros países por un monto que equivale al 20% de los préstamos otorgados por el FMI. Pero ese crédito chino “difiere de los de los prestamistas internacionales establecidos de último recurso en que (i) son opacos, (ii) tienen tasas de interés relativamente altas y (iii) están dirigidos casi exclusivamente a los deudores de la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China.”[1] La comparación con los demás países “auxiliados” por China no es precisamente auspiciosa: Argentina necesitó rescates de China a la par de naciones mucho menos desarrolladas como Mongolia, Pakistán o Surinam.

[1] Sebastian Horn, Bradley C. Parks, Carmen M. Reinhart y Christoph Trebesch (2023), “China as an International Lender of Last Resort”. NBER Working Paper No. 31105.

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