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Plan económico de shock, la idea que alinea a los presidenciables del PRO

Rodríguez Larreta y Macri. En busca de un plan económico.

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Mauricio Macri hizo su ruego en la Puerta del Inca. Se trata de un restaurante cool de comida peruana, ubicado en Bolívar y Belgrano. Ahí, en ese local ubicado a mitad de camino entre el edificio del PRO y la Casa Rosada, el expresidente reclamó que haya mayor coordinación entre los economistas del PRO. Lo pidió mientras probaba las papas a la huancaína. 

Se lo planteó a los principales referentes del partido que Macri fundó hace casi dos décadas. A los continuadores de su cruzada ideológica, si es que el ingeniero de la UCA opta por dar un paso al costado en la carrera hacia el 2023. Esa decisión se mantiene como una duda, una esperanza o una amenaza, dependiendo de quién la juzgue. Ni siquiera Macri tiene resuelto ese desenlace. Pero por si las dudas juega y seguirá jugando al Lobo está, hasta el ultimísimo instante. 

En una Argentina que se fagocita velozmente a los retirados del poder, el expresidente está obligado a sostener esa posibilidad. El egresado del Cardenal Newman continúa procesado en una de las múltiples causas por espionaje ilegal que lo tiene bajo sospecha.   

En el restó de San Telmo almorzaron Macri, Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich y María Eugenia Vidal; más los diputados Cristian Ritondo y Diego Santilli y el funcionario Jorge Macri. Esas siete personas suenan para ir por la presidencia, la gobernación bonaerense y la alcaldía porteña.

El ruego de Macri encierra una marcada de cancha hacia su tropa. Porque el expresidente desconfía de los gestos centristas que ensaya Rodríguez Larreta. Frente a las declamaciones de amplitud política que realiza su (ex) subalterno, Macri subraya sus diferencias con la UCR y su cercanía con las ideas de Javier Milei. El reclamo de un plan económico unificado apunta a un reaseguro sobre el rumbo que tendría una presidencia PRO, sea encarnada por el o la que sea.

Nombres

¿A quiénes se refería el expresidente? A tres dirigentes: el diputado y expresidente de la Comisión de Presupuesto Luciano Laspina; el ex presidente del Banco Central Guido Sandleris; y al exministro de Economía de María Eugenia Vidal Hernán Lacunza. Los tres referentes económicos del macrismo comparten un grupo de whatsapp. Ahí pingponenan sobre la agenda, con muchos más acuerdos que disidencias.

Lacunza está preparando junto a su equipo una suerte de plan tentativo para el 2023. Ministro fugaz y de transición de Macri en 2019, Lacunza comanda un grupo de 70 personas y pica en punta para ser el ministeriable en una hipotética presidencia de Rodríguez Larreta. Incluso pretende que Laspina y Sandleris trabajen bajo su conducción. Sandleris ya forma parte de su team, pero el diputado santafesino todavía se mueve como un líbero amarillo. Elogiado por Macri, Laspina consolidó su bilateral sostenida con Patricia Bullrich.

Hace poco más de un mes, Rodríguez Larreta blanqueó a Lacunza como su ministeriable. Lo hizo en el hotel Llao Llao de Bariloche, ante los embajadores del círculo rojo argentino. Pero el alcalde no le cierra la puerta a otros economistas. Hace algunas semanas retomó el diálogo con el líbero Martín Redrado, quien ya dejó de sonar como reemplazante (propuesto por Sergio Massa) de Martín Guzmán. Redrado decidió ampliar su agenda de interlocutores. Frente a la insistencia de Alberto Fernández en sostener a Guzmán, el expresidente del Banco Central aceitó sus charlas con dos presidenciables cambiemitas. Uno amarillo y otro radical: Rodríguez Larreta y Facundo Manes. 

Redrado se vende como más heterodoxo que los economistas macristas. Y en privado les achaca no contar con una estrategia de crecimiento que amortigüe socialmente el ajuste que impulsan. En la misma búsqueda de orden macro con rostro humano se ubica Eduardo Levy Yeyati. Profesor de la Universidad Torcuato Di Tella, Levy Yeyati está rumbeado definitivamente hacia la UCR. Conversa tanto con Manes como con el jujeño Gerardo Morales. Y se diferencia del resto, al plantear que el santo grial ortodoxo de la estabilidad macro, el emprolijamiento fiscal y la baja de impuestos sólo se alcanzará en etapas sucesivas.

La exposición de Larreta en el Llao Llao le valió un elogio sentido por parte de Macri. En el hotel de Bariloche el alcalde planteó “que el próximo gobierno no va a tener 100 días sino 100 horas; 4 días, no 4 años para dar señales claras y contundentes que muestren cuál va a ser su impronta y el rumbo del país”. Y opinó que la Argentina necesita “un shock de estabilización” para ordenar los precios, salarios y tipo de cambio.

Cerca del alcalde consideran que, en caso de imponerse en 2023, existirían tres ventajas comparativas respecto al escenario del 2015. Los tres puntos para el optimismo larreteano son: que el gradualismo ya no es una opción; que el Congreso tendrá una composición más favorable hacia Juntos por el Cambio; y que el plan de shock contará con mucho más consenso ideológico que cuando asumió Macri.  

Con traje de presidenciable, Rodríguez Larreta rindió un nuevo examen ante el círculo rojo. Fue el jueves pasado en el Alvear Icon Hotel, en Puerto Madero, frente a la conducción del Consejo Interamericano de Comercio y Producción (CICyP). Ahí se aferró a su guión. Se diferenció de “los extremos populistas”, prometió estabilizar la economía y alcanzar el equilibrio fiscal, propuso modificar las políticas sociales y proyectó un crecimiento sostenido de tres puntos por año, en lugar de saltos excepcionales a tasas chinas. Y le agregó su toque personal. El único punto que lo separa de Bullrich y Macri. ¿Cuál? Conseguir el respaldo del 70% del sistema político.

Pese a su acuerdo con Lacunza y charlas con Redrado, Rodríguez Larreta tampoco descarta terminar comprando un programa llave en mano. ¿Cuál? El que Carlos Melconian prepara a pedido de la Fundación Mediterránea. El ex economista del Estudio Broda predica con una palabra maldita del diccionario kirchnerismo. La del ajuste. “No le tenemos miedo a esa palabra. El gasto público actual es infinanciable”, afirmó en el auditorio de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. 

Pero Melconian entiende que el ajuste sólo será posible bajo una presidencia fuerte. El ejemplo que juzga exitoso se encuentra en los noventa. Según “Melco”, el plan de Domingo Cavallo fue posible porque existía un Carlos Menem.

Melconian fue presidente del Banco Nación durante la gestión de Macri. Pero no se siente parte de esa experiencia. “Fui el aguatero del equipo”, minimiza. Si bien terminó peleado con Macri, el fracaso económico del Frente de Todos favoreció la reconciliación.

“A Melco todos lo conocemos, así que siempre está por entrar a la cancha. A mí me gustaría algún día verlo de ministro de Economía. Tiene mucha vocación”, lo endulzó Macri días atrás en La Nación +.

Una fracción del poder económico comparte ese augurio con Macri. Para eso financió el desembarco de Carlos Melconian en el Instituto de Estudios Económicos sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral), de la Fundación Mediterránea, la mítica usina cordobesa de ideas liberales.

AF

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