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Tres días hábiles y las vacunas de Astrazeneca: los motivos de Larreta para aceptar el cierre estricto

Rodríguez Larreta, en una reunión previa con el gobernador de San Pablo, Joao Doria.

Andrés Fidanza

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Antes de sumarse al zoom con los once gobernadores y el presidente, Horacio Rodríguez Larreta tenía decidido aplicar un shock de fin de semana. La Fase 1 light se iba a concretar en la Capital el sábado y domingo próximos, más el 29 y 30 de mayo. Respecto a la modalidad de las clases, el alcalde porteño pensaba ceder un poco ante la Casa Rosada, sin bajar por completo su bandera de la presencialidad educativa. Que se doble, pero que no se rompa, ante las presiones que surfea por izquierda y derecha. 

Su plan era que la secundaria pase a ser plenamente virtual por dos semanas, en un gesto parcial hacia la estrategia sanitaria de Alberto Fernández. Pero a la vez pretendía mantener las escuelas primarias abiertas. Después de haber puesto el listón discursivo tan alto, de haber ganado la pulseada por la autonomía porteña en la Corte Suprema, de haber coincidido con Mauricio Macri y Patricia Bullrich en la cruzada por la presencialidad, de haber asegurado que las burbujas escolares eran infalibles contra los contagios de Covid-19, a Larreta no le resultaba tan sencillo dar marcha atrás por dos semanas. Pero estaba dispuesto a introducir una suerte de cuarentena estricta por dos fines de semana. La suba récord de contagios le dejo poco margen. Desde el martes pasado, ante la escalada de casos y muertes, con la ocupación de camas de terapia intensiva por encima del 80%, su ministro de Salud Fernán Quirós venía abriendo ese mismo paraguas. 

Sin embargo, tras la teleconferencia con Alberto Fernández y los demás gobernadores, el alcalde aceptó sumarse a la cuarentena rígida por nueve días. Incluida, en esa política de shock, la presencialidad educativa. ¿Qué cambió en el camino? Una serie de factores: principalmente, que la curva de contagios no da tregua en la Ciudad; que existía consenso amplio entre los demás gobernadores para apoyar la jugada presidencial; que de los nueve días de fase 1 sólo habrá tres días hábiles de clases; y que la Ciudad multiplicará el proceso de vacunación en los próximos días. Sobre estos dos últimos puntos hará eje Rodríguez Larreta para justificar su giro . Y le agregará una promesa: reforzar los controles policiales a la circulación, algo que fue acordado en el zoom que encabezó Fernández desde Olivos.

“La campaña de vacunación se va a intensificar significativamente a partir de la semana que viene”, anticipó Fernán Quirós en su habitual conferencia de prensa. En los últimos días, la Ciudad promediaba una vacunación diaria de 5.000 dosis. Pero en el gobierno porteño confían en que, de contar con más vacunas, podrían multiplicar por cuatro o cinco esa capacidad. Y Quirós apuesta por la llegada inminente de las dosis pendientes (aunque pagadas en un 60% por el gobierno nacional) de la compañía Astrazeneca. Se trataría de un lote de casi 4 millones de vacunas provenientes de México, con el principio activo fabricado por la empresa de Hugo Sigman en la localidad bonaerense de Garín. De cumplirse (finalmente) esa promesa, el gobierno porteño podría aplicar unas 25.000 dosis por día desde el lunes próximo. Ese subidón coincidiría con los nueve días de encierro. O con siete de esos nueve días, al menos. 

Sobre el fuego amigo bullrichista que le generará la modificación de postura, cerca del alcalde minimizan el costo. “Cuando nos pega duro, ella baja en las encuestas. Ya con la metida de pata sobre Malvinas se resintió su imagen”, comenta un dirigente porteño. Por ahora, Patricia Bullrich se mantiene en silencio. Pero en las últimas semanas había cuestionado a cielo abierto lo que ella identifica como tibiezas del alcalde. Por ejemplo, haber concedido la modalidad educativa mixta en la secundaria y haber acatado el cierre nocturno de los restaurantes y bares. “Si nos marca la cancha de nuevo, se perjudica”, concluye un funcionario larretista.

AF

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