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Encuentro de Escritura en la Cárcel: “En los apuntes está la libertad”

El Encuentro se realiza en el  Centro Cultural Paco Urondo de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.

Celeste del Bianco

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“Me bajé del bondi para disimular. Cuando me hiciste las preguntas me dio vergüenza. A veces me pasa, la gente te rompe las bolas. Es la mochila social que cargo y que vengo cargando desde el momento de mi salida. El bondi estaba lleno de gente”, dice desde el otro lado del teléfono Betina y desciende del colectivo en el que viaja hacia el IX Encuentro Nacional de Escritura en la Cárcel en la Ciudad de Buenos Aires.

Betina tiene 58 y estuvo presa más de dos años en la cárcel de Ezeiza. Mientras camina y come una empanada, dice que quiere llegar temprano al Centro Cultural Paco Urondo donde leerá una de sus producciones literarias. “Amo a mis profes, intento hacer las cosas como deben ser”, cuenta y sigue caminando. Fue detenida en el 2017 y ahí empezó a estudiar Letras en el Programa de Extensión en Cárceles de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. “Los profes llevan la libertad. En esos apuntes y corazones llenos de juventud y de ganas, llevan libertad. No es joda, no es una palabra nada más. No hay en el mundo gente como mis profes”, repite.

Betina escribe historias: las que escucha, las que le cuentan. Retiene y transcribe en un cuaderno. Ya publicó algunas. Le regalaron una computadora, pero prefiere el papel. Es una de las casi 600 personas que pasan al año por el programa que dicta la carrera de Letras y talleres de escritura en el Centro Universitario de Devoto (CUD), en el Centro Universitario de Ezeiza (CUE) y en la unidad IV de Ezeiza, donde se alojan de mujeres y personas trans. Hasta el jueves 13 se realiza un nuevo encuentro anual con  paneles temáticos, presentación de libros, lecturas, talleres, exposiciones de publicaciones y material audiovisual hecho en la cárcel, música en vivo y una feria de productos elaborados por cooperativas y proyectos sociales de familiares de detenidos y personas liberadas.

“Pensamos la escritura como una forma de acción y de intervención, como una herramienta para sobrevivir al encierro a través del arte, la literatura y la escritura”, le dice a elDiarioAR Cynthia Bustelo, una de las coordinadoras del programa. “Es compartir lo que nosotros tenemos a mano como equipo y facultad, como forma de conquistar la palabra. Un modo más de conquistar derechos, garantizando el derecho a la educación, a la palabra, al arte”, agrega. 

La mochila de Betina. “A no ser en la universidad, que es el único lugar donde encuentro paz, cargamos la mochila. Nos miran, nos señalan, no nos dan laburo”, retoma. “Me metieron presa ahora, de vieja. Un garronazo. Yo tenía 8 gramos de marihuana. Escuchame una cosa, tengo casi 60 años y me metieron presa por 8 gramos de marihuana, es un porro para aliviar mi ansiedad, brother. Estuve presa por una presunta participación de una banda, porque me vieron vieja y mujer, un motón de preconceptos juntos. Estuve dos años esperando el proceso y después fui absuelta”, detalla.

Ahora sigue estudiando y da clases en una escuela pública. Hace unos meses trabajó en el Programa de Acompañamiento de Trayectorias y Revinculación (ATR)  de la provincia de Buenos Aires para estudiantes que no tuvieron acceso a dispositivos o conexión durante la pandemia. También atiende el bar de su facultad, pero todavía carga la mochila.

Es ahí donde la palabra se convierte en herramienta de disputa. “Tiene la potencia de disputar el sentido común, de desmitificar, de desmontar estigmas. Se trata de que cada quien pueda decir sus palabras, su discurso. Qué cosas se viven en las cárceles o cómo a través de la educación y la palabra podemos impugnar, interrumpir, resistir o resignificar esa experiencia de encierro”, agrega Bustelo.

“Ellos escriben las cosas y yo les pongo melodía y verso”, dice la canción “Para quién canto yo entonces” de Charly García que Betina retoma. “Me cuentan una historia de vida que me llega al corazón y se transforma. Le pongo todo y me hago carne de ese relato. En general, son historias de dolor a las que les pongo humor”, agrega. 

Mientras fuma un cigarrillo, Betina sigue caminando para llegar al Encuentro. “Seguimos cargando la mochila, me da calentura y rabia. Voy a seguir luchando para que eso no exista más porque esto que yo puedo resolver bajándome del bondi, evitando que todos escuchen, hay compañeras que no lo saben hacer”. 

CDB

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