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Elogio de las piedras, algunos libros de marzo

Tom Jobim y Elis Regina interpretaron una de las mejores versiones de "Aguas de marzo".

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Uno. “Es palo, es piedra, es el fin del camino”. Así empieza una de las canciones más lindas de la historia en una de las enumeraciones más lindas de la historia. Tom Jobim escribió Aguas de marzo en Poço Fundo, la casa-refugio que mandó a construir en la década del ‘70 a un par de horas de Río de Janeiro, frente a un río. Un proyecto de vida. El mito dice que, por consejo médico y porque necesitaba un lugar de reposo, se la encargó al arquitecto Wilfred Cordeiro, un amigo de su infancia, con algunas especificaciones: el sol tenía que pegar en las ventanas de las habitaciones por la mañana, las paredes que daban al sur debían ser ciegas para evitar los efectos del viento y de la lluvia del verano, los ambientes tenían que estar en altura, apartados del suelo para que no se filtrara la humedad; el techo tenía que tener tejas rojas. Aguas de marzo apareció de repente, según los investigadores brasileños Wagner Homem y Luiz Roberto Oliveira, cuando el artista tenía dos preocupaciones encima: la composición de Matita perê, otra de sus canciones, y el avance de las obras de aquella construcción. Aguas de marzo se grabó y se escuchó por todos lados. Quedó inmortalizada, entre otras, en la versión del propio Jobim con Elis Regina (Frank Sinatra afirmó que ese registro particular, que aparece en el disco Elis & Tom de 1974, es “lo más cercano a la perfección” que escuchó jamás). Para algunos expertos, la canción va siguiendo el vértigo de la construcción de una casa, ese plan que nunca se termina de ver completo y que apenas se asoma de a pedacitos. Un proyecto que salpica a martillazos y protege al mismo tiempo, ladrillo por ladrillo. Un clan de ritmos rotos, una sensación que se escapa, un impulso que hace fuerza por convertirse en palabras o fragmentos: palo, piedra, camino.

Dos. “Te levantás cada día y no sabés por dónde va a venir el palo”, “No hay palabras”, “Es una impotencia muy difícil de describir”. En ese sentido iban los comentarios que escuché esta semana infernal de marzo. Venían de compañeros de viejos trabajos, personas admiradas, amigos y amigas queridísimos. Estábamos frente a Télam (digresión en plan Yo y Platero: mi casa del sol naciente, la de las primeras veces, la de los maestros, la de una fe perdida). Nadie podía encontrar las palabras, ahí, justo, en la casa de las palabras, el lugar de la parte por el todo; en la puerta de esa fábrica de ladrillos que se cuecen para que otros después armen sus construcciones vistosas. Nos quedamos con las esquirlas, la casa amurallada, la lengua de roca.

Tres. “El lenguaje está lleno de sentidos peyorativos para la piedra, pero yo, hija suya, quiero dar los aspectos maternales que ella tiene para el indo español. La piedra lo construyó todo en el Cuzco y en el Yucatán precolombinos, y en la Colonia española ella volvió a prestarse para levantar el templo, la casa gubernamental y las amplias moradas que todavía proclaman un estilo de vida de gran dignidad. La piedra es la meseta sudamericana, es decir, la aristocracia de clima, de luz y de vistas; ella regala los lugares más salubres, donde no existen la marisma ni la ciénaga (...). La piedra forma el respaldo de la chilenidad; ella, y no un tapiz de hierba, sostiene nuestros pies”, escribió en 1944 la poeta chilena Gabriela Mistral. Lo hizo como una suerte de elogio de la piedra para describir –desde la distancia– su casa, es decir, su Chile. Lo hizo en ese registro precioso y tan único que llamó Recados. Esos fragmentos que son parte y que componen, desde su forma mínima, un todo repleto de astillas (un libro reciente y hermoso los recopila, abajo les cuento más). En palabras de la escritora, las piedras son como murallas que recubren un tesoro. Una pared que, luego de esa rigidez, abre paso a la sorpresa. Un camino posible, la ruta de acceso a su país: “Se llega a él por ‘pasos’ cordilleranos y se cae sobre un vergel que nadie se esperaba”.

Cuatro. Vuelvo a escuchar la canción y pienso ahora que más que un final, en Aguas de marzo lo que Tom Jobim se esfuerza por subrayar es un camino. Por supuesto que anota que marzo es el mes del colofón, el que le cierra la puerta al verano (para quienes se dediquen a anotar profecías, tragedias o crueldades: su casa-refugio, de hecho, también encontró su final en el verano de 2011, cuando las lluvias arrasaron la zona y destruyeron, entre muchas otras, aquella construcción que el músico había soñado). Sin embargo, me gusta imaginar que no lo señala en un tono conclusivo, que, en todo caso, describe en su enumeración hermosa el recorrido de las aguas de marzo. Con sus saltos, con sus noches, con sus tristezas, con sus pájaros, con sus lazos, con sus anzuelos, con sus misterios profundos. Y, en especial, con sus promesas de vida. Esas que nos obligan a ver de qué modo reunir los fragmentos para volver a soñar con lo que sea que llamemos casa.

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1. Recados completos, de Gabriela Mistral. Es importante, para comentar este libro, presentar algunos datos del contexto histórico. Y para eso, tal como señala Diego del Pozo en el prólogo, hay que ir hasta la década de 1930. “En 1933 Gabriela Mistral fue destinada como cónsul de Chile a Madrid. En ese momento tenía cuarenta y cuatro años, llevaba más de una década fuera de Chile (exceptuando una corta estadía en 1925), y era sin comparación la intelectual y poeta más conocida del país”, sostiene el investigador. Aunque tiempo atrás había rechazado propuestas para escribir desde el exterior columnas y colaboraciones en medios (“mi prosa no existe”, le dijo, por ejemplo, al director del diario El Mercurio) para esta época, más allá de la tarea protocolar, la escritora necesitaba generar ingresos. Así nació entonces un formato muy particular de columnas que llamó “Recados”, un híbrido con el que Mistral mantenía una comunicación especial con su país y con sus lectores. Un tipo de escritura con tintes de correspondencia que comenzó en 1934.

“¿Qué son los recados?”, se preguntó el cronista Enrique Bunster. “¿Son artículos, crónicas, ensayos descriptivos o simplemente poemas en prosa? Una definición excluyente sería aventurada (...) Esas piezas de lenguaje y colorido asombrosos que hoy estiman algunos como la porción más homogénea de su laureada producción”. Con la intención de mostrar este aspecto tan único de su obra, el sello chileno La Pollera, que se distribuye en librerías de todo el continente, lanzó ahora Recados completos, una monumental recopilación de estos textos que la escritora escribió para distintos medios. En total, hay 114 recados recopilados por Diego del Pozo, que los rastreó por diarios, por viejos compilados de textos y también por archivos donde aparecieron algunos recados que permanecían inéditos.

La frescura de una prosa llena de capas, de guiños y de complicidad, sumado a la diversidad de asuntos que abordan los recados, hacen de este libro una publicación impactante: hay comentarios de libros o de asuntos vinculados con las noticias y los personajes públicos de esos tiempos, hay misceláneas sobre su país, esa tierra que Mistral recuerda a la distancia; hay, también, textos dedicados a animales o especies de árboles en forma de oda.

Gabriela Mistral, seudónimo de Lucila Godoy Alcayaga, nació en Montegrande, Chile, el 7 de abril de 1889. Intelectual, escritora, educadora, poeta y diplomática, es la única mujer latinoamericana que recibió el Premio Nobel de Literatura y una de las autoras más destacadas del siglo XX.

Recados completos, de Gabriela Mistral salió por el sello chileno La Pollera Ediciones.

2 La soldado, de Paulina Tuchschneider. “Sostenía mi M16 en una mano y mi champú y mi máscara humectante para el pelo en la otra. Apretaba el jabón entre la axila y el brazo. Tras cerciorarme de que todas las que entraban a la ducha habían dejado su arma en la pila a un costado, decidí que haría lo mismo. En medio del ruido y las voces, mientras me preguntaba si se conocían de antes y cómo habían hecho para conectar tan rápido y sentirse tan cómodas hablando así, desnudas, divisé un hueco libre, a la derecha del grupo. Si daba un par de empujones, podría colgar mi toalla y reclamar mi derecho: había llegado mi turno de entrar a una de las cabinas”. Así describe la joven narradora de la novela La soldado (Cúmulus Nimbus, 2024) uno de sus primeros días como recluta en el servicio militar obligatorio de Israel. Tiene apenas 18 años, muchas inquietudes (¿qué hace en ese lugar rodeada de desconocidas, teniendo que compartir espacios minúsculos y de gran intimidad?) y una única certeza (si pierde el arma que le dieron o se daña puede terminar en la cárcel).

La escritora Paulina Tuchschneider, que nació en Polonia en 1987 y vive en Israel desde los 2 años, atravesó la misma sensación de no pertenecer, la incredulidad ante algunos absurdos del sistema (uno de los pocos del mundo con carácter de obligatorio para las mujeres) y también el miedo que percibe la protagonista de su libro ante la inminencia de la guerra. Con humor por momentos, con gran capacidad para describir el terror, con una mirada ácida, la autora trazó en La soldado un relato irreverente. Las escenas, contadas en una primera persona encantadora, se suceden entre la ansiedad, las preguntas sobre el cuerpo y el paso a la adultez, las armas a mano y el fantasma del conflicto bélico siempre cercano. 

Hace unos días hablé con esta escritora por videollamada, ella en Ramat Gan, cerca de Tel Aviv, yo en Buenos Aires. Pueden leer la entrevista por acá. Atención, si quieren ir agendando: la escritora vendrá este año a participar de la Feria del Libro de Buenos Aires.

La soldado, de Paulina Tuchschneider, con traducción de Esther Cross, salió por la editorial Cúmulus Nimbus. En este enlace, una entrevista con la autora.

3. Libros de marzo. Pese a que persisten las inquietudes alrededor de la venta de libros, que siguen en baja, y aunque el precio de las publicaciones en la Argentina permanece como materia de debate, el mundo editorial prevé un marzo repleto de grandes lanzamientos. Desde las multinacionales hasta los sellos independientes anunciaron para este mes títulos y autores que se convierten en grandes apuestas. Por acá pueden ver un resumen con algunos títulos y autores destacados: de María Elena Walsh a César Aira, de Mariana Enriquez a Clara Obligado hay novedades o reimpresiones muy tentadoras.

La nota con las novedades editoriales de marzo se puede leer por acá.

Banda sonora. Después de cuatro semanas imposibles, volvió el silencio a casa (gracias a quienes me escribieron con preocupación y cariño por lo que les conté en la edición pasada). Así que estuve trabajando para hacer crecer la lista de canciones compartidas que siempre encuentran acá. Por supuesto que agregué varias versiones de Aguas de marzo. Pero hay más. Con enorme expectativa por la salida de su disco solista Maquillada en la cama (va a estar dispobible al cierre de esta entrega, así que atención) también sumé el single Emocionalmente tuya, de Juliana Gattas. Lo estuve escuchando muchísimo (y cantando más).

El fin de semana fui al cine a ver Robot Dreams, una película de animación que es preciosa. Se me pegaron varias canciones de su banda sonora, en especial September de Earth, Wind & Fire. Seleccioné ese tema y otros más para este espacio.

Por último, llegó a Amazon Prime Video el documental Hallelujah: Leonard Cohen, un viaje, una canción que ya agendé para ver apenas encuentre un ratito. Por ahora, me puse a escuchar ese tema en distintas versiones.

Bonus track. Comentaba más arriba los libros del mes. Por la relevancia de su autor, que murió hace diez años y sigue siendo valorado entre los lectores, en el listado se destaca En agosto nos vemos, la novela que Gabriel García Márquez escribió casi hasta el final de sus días y que había quedado inédita. Luego de un trabajo muy particular de recuperación de los manuscritos, sus hijos decidieron publicarla este año. Asistí a una conferencia virtual que dieron y por acá pueden leer un poco más sobre el proceso de rescate y edición de este libro, que está llegando a las librerías de todo el mundo por estas horas.

Posdata. Hablaba por acá hace unas semanas sobre las olas, hoy sigo un poco monotemática con las aguas de marzo y lo decidí: me voy cerca del mar unos días. Nos reencontramos el viernes 22. Si en estos días sienten algún tipo de abstinencia, pueden leer las ediciones anteriores de Mil lianas en este enlace.

¡Hasta la próxima!

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