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El poder del pop Entrevista
El temple uruguayo de Martín Sastre: “De acá al 2030, hay que estar más agarrados a nuestras raíces, a las cosas que son de verdad, mejor”

Martín Sastre durante la perfomance "Eva: Volveré y seré performers"

Lila Siegrist

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Martín Sastre es un cineasta, performer y artista visual que ha recorrido el planeta con su obra, caracterizada por la sátira y la crítica al sistema del arte. Al mismo tiempo, ha definido una matriz de producción que toma lo íntimo, lo telúrico, lo amoroso, los ánimos latinoamericanos, las tradiciones y los íconos de la cultura pop, con tanta destreza como sensibilidad y refinamiento. 

Reviso su obra y vuelvo a disfrutarla: E-True Hollywood Story; The Martin Sastre Foundation; Nadia Walks with Me (2003)​; La mano en el fuego, videoclip de Fangoria (2004); Diana: The Rose Conspiracy (2005); Kim x Liz; Latins Do It Better, Madonna Meets Sor Kitty (2008); ¿Qué pretende usted de mí? Mensaje de la Argentina al Fondo Monetario Internacional, protagonizado por Isabel Sarli (2009); Miss Tacuarembó (2010); U from Uruguay (2012); Nasha Natasha (2020). Actualmente está en producción su próximo film, El ángel.​ 

Viajo especialmente a Montevideo para conversar con él durante una hora. Me invita a reunirnos en la casa de su abuela Lala, ubicada en el centro histórico de la ciudad. Para no distraer la charla sólo acepto un vaso de agua. No estoy dispuesta a mostrarle mis apuntes que guiarán nuestro diálogo para no apabullarlo, para que no sepa que sé tanto de él, para mantener mi dignidad alejándome del albañal de groupie en el que me siento. Me concentro en sus obras emblemáticas para que la batería de preguntas pueda ofrecer el espesor de su subjetividad y la armazón de sus ideas. En esta charla se hilvana una cosmografía alucinante, en la que emergen, entre otras cosas, su antepasado Marcos Sastre, nuestras amistades en común con la reina Topacio Fresh, los proyectos vigentes que abren un nuevo modo de operar en política, y el futuro. 

Sastre de ilusiones, ficciones y documentos

En 2010, filmó su primer largometraje titulado Miss Tacuarembó, basado en la novela homónima de su compatriota Dani Umpi, editada por Blatt & Ríos. Con Natalia Oreiro como protagonista, tanto en este film, como más tarde en Nasha Natasha, se vislumbra la luz vaporosa que —intuyo— trae de las faldas y ropajes en las pinturas de Figari. Sastre confirma que es referencia en su repertorio infantil, de su primera formación pictórica.

Luego vendría U from Uruguay, obra que incluye un video, un perfume artesanal y un fondo para artistas contemporáneos. Esta obra logró popularizarse como “El perfume del Pepe” ya que la fragancia fue creada con esencias extraídas de flores cultivadas por el otrora presidente de Uruguay, José Mujica. 

La primera fase de la obra fue la creación del video U from Uruguay, estrenado el 22 de noviembre de 2012, en la Primera Bienal de Montevideo. La fragancia fue realizada pocos meses después, utilizando chircas, crisantemos y hierbas silvestres autóctonas de Uruguay que el artista cosechó junto al expresidente y su esposa, la senadora Lucía Topolansky, en su charca del Rincón del Cerro. Lo telúrico abraza el pop político con ironía y charm. La fase final del proyecto consistió en la subasta del perfume, durante la Bienal de Venecia en 2013, para que un 90% fuese destinado a la creación del primer Fondo Nacional de Arte Contemporáneo de Uruguay, a favor de artistas latinoamericanos. 

En 2015, durante la primera Bienal de Performance en Buenos Aires, el día 1 de mayo, Sastre realizó una acción titulada Eva: Volveré y seré performer. Durante un minuto, 300 personas —entre las que se encontraba la artista Marina Abramović— pudieron ocupar el mismo lugar que Eva Perón ocupó en el balcón de Casa Rosada, desde donde dio su último discurso, el 1 de mayo de 1952. 

Nasha Natasha es un documental que registra la gira por Rusia de la actriz y cantante Natalia Oreiro. Se pre-estrenó el 27 de junio de 2016, en la sección “Documental” de la 38.ª edición del Festival Internacional de Cine de Moscú. Su estreno mundial fue el 6 de agosto de 2020, a través de la plataforma Netflix.

En el videoclip “La mano en el fuego” creado para la canción homónima de Fangoria, incluida en el álbum Arquitectura efímera del 2004, hay una escena que funciona como preámbulo: se lo ve a Sastre de espaldas, sollozando como un niño, abrazado a una Rana René impávida. Ante los llantos del Martín purrete, se corporiza la célebre Alaska encarnando a Olvido, un hada preciosa y multipagana, quien ofrece su regazo para cobijarlo. En un intercambio cándido, con un fulgor etéreo y glam propio de la plástica de Sastre, los dos tienen un diálogo que bien podría ser una declaración de principios:

Olvido: —Pero, ¿por qué lloras, pequeño súper-pobre? 

Sastre: —Lloro por esos bajos presupuestos, Olvido. Así nunca podría hacerte un clip como los de Kylie, nunca. 

Olvido: —Cariño, el poder del pop está contigo. Ningún súper-presupuesto podrá detenerte, jamás. 

Sastre: —Pero, ¿cómo puedo luchar contra esas maléficas superproducciones, que van y vienen en mi mente? 

Olvido: —Simplemente pide un deseo y ya verás que aparecerá tu clip interior. 

Se introduce así la canción y el resto del video, que sucede en la Sala Cool y en el Palacio Linares de Madrid, mientras emergen referencias a Kitty, los Muppets, V Invasión Extraterrestre, Michael Jackson, Madonna y U2.

Las tradiciones pop en las fantasías rioplatenses

A lo largo de su trayectoria, mediante ese corpus enorme y singular que es su obra, Martín Sastre define un misticismo pop, en el que traduce ciertos ejes declamatorios a favor de los derechos de los artistas, desde un lugar amoroso y tierno, pero no por eso menos alejado de la justicia social. Sus producciones están ancladas en su deseo como artista pero, al mismo tiempo, abren a la colectivización de sus ideas. Le pregunto si a lo largo de su historia como artista, con 25 años de trayectoria, se propuso como eje la práctica colectiva, a lo que Martín responde: 

Sí, sí, ¡wow! ¡Qué loco, 25 años! Supongo que el tema de la conciencia colectiva tiene que ver con el momento donde yo crecí, en los 80 en Uruguay. A principio de los 80, se volvía a la democracia, era un momento de soluciones colectivas, pensar en lo colectivo era fundamental. No existían las soluciones o las salidas individuales. Fui a escuela pública, nos nucleábamos gente de todos los entornos posibles, de todos los que te puedas imaginar, viniendo de historias totalmente distintas, y todos éramos amigos y amigas. De hecho, ahora cuando empecé a recuperar la casa de mi abuela, la primera reunión que hice fue con mis compañeros de escuela, que seguimos siendo amigos. Y todos tienen trabajos y vidas totalmente distintos, y seguimos siendo amigos. Creo que es algo que siempre sentí de esa forma: como pensando en lo colectivo, o como aportando desde mi experiencia a los demás. En mi trabajo, esa entropía la vuelco como un camino de ida y vuelta. Lo que yo recibo, lo devuelvo.

Otro color que aparece, tanto en su obra como en su manera de estar, es el cambio de escala de sus problemáticas. Se mueve sin saltos abruptos ni contrastes altisonantes. Se da naturalmente en su modo de estar ante los fenómenos que produce, y en cómo los pone a circular: bailar tango con Obama, o hacer creer esta ficción de que Lady Di está entre nosotros, acá rioplatense, y que se pone de novia con Washington, que vendría a ser el mismo artista, ya que tiene un look muy Martín Sastre. Va de la experiencia más íntima, personal y nimia, a los registros del mainstream, sin distancia. Conexos mecanismos que achican distancias y promueven la cercanía con el otro. En sus propias palabras, “la entropía”. Pienso en el vaivén propio de la banda oriental, en los ejercicios de “aproximación y distancia”.  Martín reflexiona al respecto: 

Tanto los videos como las películas tratan sobre eso, sobre romper las barreras con el otro y generar un vínculo de polos o personas que parecen estar en lugares totalmente opuestos, o personas que están en lugares que parece imposible tratar de hacer algo, ¿y por qué no? Y por qué es imposible, porque estoy en Tacuarembó, por ejemplo. Entonces sí, hay como una búsqueda hacia demostrar que lo imposible es posible. También creo que tiene que ver con mi propia experiencia vital, porque yo viví cosas delirantes que todo el mundo me decía que eran imposibles… y que después de que las vivís, se normalizan.

El repertorio visual que emerge en su trabajo tiene que ver, por un lado, con lo territorial, como “El Hongo” de Tacuarembó, ese objeto de hormigón que no se sabe cómo resistió erguido en la sequía de la Corriente del Niño, en 1997. Por otro lado, se vincula al universo más hegemónico de las imágenes de la cultura pop. Sastre comenta: 

Creo que también todo pasa por un filtro, que tiene que ver con mi propia formación. Tengo una formación muy ecléctica, en el sentido que… me crie en esta casa, que es como si fuese, no sé, como una casa europea, con estos muebles y con estas  las porcelanas. Al mismo tiempo, vivía una realidad latinoamericana, salía a la calle y de repente había gente en la calle, una dictadura, cuando yo era chico. 

Soy muy uruguayo porque un poco bebemos de todas esas culturas, y no es que nuestra cultura no esté marcada, al contrario, el Río de la Plata tiene una cultura muy fuerte, pero tiene que ver justamente con el tema de estar abiertos a otras culturas… Somos una cultura que se enriqueció con las corrientes migratorias de principio de siglo XX, entonces estamos acostumbrados… Como ahora: está llegando un montón de gente de otros lados y estamos abiertos.

Sastre asevera que ese lugar de la sátira refinada, de aquellos humoristas, ha incidido en su modo de producir y de estar en el arte. Ese cariz aparece en su trabajo con ternura, es corrosivo y a la vez acogedor

En cuanto a sus referencias pop, y específicamente en Uruguay con autores, colegas y amigos como Natalia Oreiro, Dani Umpi o el Pepe, ¿cuál es su tradición en relación con el arte, el cine y la cultura uruguaya? 

Empecé a fijar mucho en la cultura uruguaya cuando tenía 13, 14 años y a descubrir todos los movimientos artísticos de principio de siglo XX, a los escritores, sobre todo Roberto de las Carreras, que fue el primero que descubrí. A partir de él, empecé a descubrir a Delmira Agustini, Juana de Ibarbourou, a los poetas y a los filósofos… Vaz Ferreira, Horacio Quiroga, Florencio Sánchez. A partir de ahí, empecé a ponerme en contacto con esa gente y a entender que de alguna forma yo estaba vinculado con ellos… Había como algo medio finisecular que me hacía sentir conectado con ellos.

Me acuerdo de pasear por la ciudad vieja e ir a los lugares donde ellos vivían, e imaginarme cómo sería… Hacía mucho eso, me escapaba de repente de clase, del liceo, y me iba a caminar por la ciudad vieja, a ver museos, y me imaginaba la vida de estos personajes, esa vida como de cafés… Además, una ciudad llena de inmigrantes de distintas partes del mundo, el zapatero era polaco, el almacenero era español, confluían un montón de culturas, y generaron cosas como el tango, que son de un peso brutal a nivel mundial. Por eso, siempre conecté mucho con esa parte. 

Después, a nivel cinematográfico, si bien Uruguay siempre fue un país muy cinéfilo, no producía cine. Te diría que soy una de las primeras generaciones que empezamos a hacer cine en forma de pregunta ¿cómo que se puede hacer cine? Entonces, no te sabría decir un referente cinematográfico nacional, pero sí me marcaron mucho los programas de humor de la televisión… Te acordás, por ejemplo, de Enrique Almada, Ricardo Espalter, Eduardo D’Angelo, Andrés Redondo, Berugo Carámbula y Julio Frade.

Sastre asevera que ese lugar de la sátira refinada, de aquellos humoristas, ha incidido en su modo de producir y de estar en el arte. Ese cariz aparece en su trabajo con ternura, es corrosivo y a la vez acogedor. 

El poder político del pop

En el presente, Sastre continúa recibiendo las oleadas que deja Nasha Natasha, ya que le fue muy bien en Netflix y tiene notable repercusión a nivel masivo:

Les gustó a los hombres, a las mujeres, a los chicos, a los grandes, a todo el mundo, entonces me ofrecieron hacer muchas cosas. Por primera vez no tengo que estar yo gestionando todos los proyectos. Es un nuevo camino, estoy trabajando en una película, en una serie

Está concentrado en una obra nueva, que excede al sistema del arte y que tiene como base de operaciones la casa de su abuela, lugar en el que nos encontramos. Me atrevo a contarle los antecedentes cercanos que tenemos, a propósito de trabajar con la casa de nuestras abuelas: el caso de Gabriel Baggio, con su proyecto Nieto ejecutado en el 2002; el mío del 2003 llamado Domínguez Dentrecasa; el de Verónica Gómez llamado Casa Museo realizado entre 2003 y 2005. En el caso de Baggio, quien en sus proyectos sostiene dinámicas que se detienen en los oficios extintos, aborda en detalle los mosaicos que funcionan como epidermis o velo, recreando nuestra memoria y alimentando las superficies de biografías populares. Todos proyectos en los que la arquitectura afectiva y social define un nuevo modo de comprender las prácticas artísticas contemporáneas ante las emergencias institucionales.

Sastre propone una batería de soluciones estatales e instrumentos legales para preservar lugares de la vida doméstica en Montevideo. Sitios que van rumbo a desaparecer, fruto del boom inmobiliario. Las demoliciones de casas unifamiliares, para construir edificios horrorosos, están destrozando gran parte del casco histórico de esa ciudad, como de tantas otras. Así sucede con una propiedad lindera a la casa de su abuela, ubicada en la calle Carlos Quijano. En esta casa vivían muchos miembros de su familia, y su abuela, médica generalista, tenía su consultorio de atención clínica, lo que ocasionaba que muchos vecinos la visitaran a diario. El artista se pone las botas de la militancia cultural, se propone encontrar un anclaje en el presente de la tradición que viene con toda esta casa, tanto a nivel familiar y afectivo como cultural, por lo que reflexiona y me cuenta:

¿Cómo hacemos para mantener este tipo de construcciones, que no las tiren y hagan unos edificios horribles? Se está plagando el centro de Montevideo con esos edificios, como también pasa en Rosario, en Buenos Aires. Parece que es algo del Río de la Plata. Tenemos que encontrar una solución, porque nosotros somos esa cultura. Realmente el Río de la Plata somos países distintos, ciudades distintas, pero el Río de la Plata es una nación cultural. Lo que te define como nación es la cultura, y el Río de la Plata, Buenos Aires, Montevideo, es una nación cultural. De repente, hay otras provincias en Argentina que tienen una realidad totalmente distinta a la nuestra, pero la nuestra no es tan diferente y estas construcciones son el legado de quienes estuvieron antes que nosotros, y que nos dejaron este legado, que nos formaron. 

Ahora a mí me toca ver cómo hacer, primero salvar la casa de mi abuela y a partir de salvar la casa de mi abuela, salvar otras. Entonces estoy gestionando una ley para que se le dé beneficios a la gente, la Ley Lala, que como Lala, mi abuela, mantiene las casas con todo original, que no las tira, no hace un edificio... sino que les lleva mucho dinero mantener una casa como esta, entonces, cada cosa que hacés es una inversión. Ahora estoy en eso, hablando con las autoridades.

Con esa tradición amorosa, trabaja pensando el futuro. Antes de despedirme de Martín, con un abrazo, porque no sé cuándo volveré a verlo (la última vez que lo vi fue en 2006, en el Museo MACRO en Rosario, cuando Nancy Rojas y Eva Grinstein lo entrevistaron), le pregunto por el porvenir de su trabajo: 

En realidad, es bastante cómico que todas las obras que hice sobre el futuro, como la Trilogía Iberoamericana, hablaban de Montevideo como el centro cultural donde se cocían cosas… Y cuando empezó todo esto de la pandemia, que por suerte acá no fue tan virulenta como en otras partes del mundo, empezó a venir a vivir mucha gente acá. Todos los días me levanto y tengo reuniones por zoom, entonces, es interesante… el mundo que viene, cómo va a ser. Vamos a vivir un poco en esa inestabilidad típica de los años 20, tanto los años 20 de 1800, de 1900, siempre los años 20 es donde hay las turbulencias que van a marcar el resto del siglo. Hay que pensar que, de acá al 2030, hay que estar cuanto más agarrados a nuestras raíces, a las cosas que son de verdad, mejor

Hoy nos animamos a abrazarnos cortito y rodeo su buzo amarillo de Snoopy que lleva elegantísimo, para bañarme un poco de su polvo de estrellas.

LS

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