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OPINIÓN

Sólo la lógica rusa explica la insurrección de Prigozhin

El grupo paramilitar Wagner

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Unas horas después de que se conociera el levantamiento del grupo paramilitar Wagner en Rusia, varios colegas me preguntaron si podía darles alguna pista sobre lo que sucedía en territorio ruso -apelando a mis varios años de corresponsal en Moscú.

La verdad es que -después de leer lo que decían algunas fuentes de confianza en medios y redes sociales-, no se me ocurrió otra cosa que decirles: sólo la lógica rusa puede explicar lo que sucedió. Una lógica que -contra el poco entendimiento que ha demostrado sin cansancio Occidente- tiene sus propias leyes y particularidades políticas y culturales, muy distintas a las de Europa y Estados Unidos.

Los diarios europeos amanecieron el domingo diciendo que el viejo “chef” de Vladimir Putin -Yevgueni Prigozhin hizo su fortuna con una empresa de catering que vivía de contratos con el Estado- había puesto en jaque al Kremlin. Otros dijeron que el país estaba al borde de una guerra civil, y que no descartaban que pudiera cocinarse un cambio de régimen político.

Es cierto que, con tal nivel de incertidumbre y sin haber visto en veintitrés años un solo antecedente de tamaño desafío contra Putin, más de uno podía pensar que el jefe del Kremlin estaba sufriendo en carne propia el mismo derrotero que sufrió el último líder soviético, Mijaíl Gorbachov.

No obstante, con el pasar de las horas la realidad fue revelándose contra aquellas primeras interpretaciones. El audaz Prigozhin había lanzado una absurda insurrección (“Marcha por la Justicia”) a sabiendas de que Putin ya había dado la orden de disolver su fuerza mercenaria, y de retirarlo del frente de guerra en el sur y sur este de Ucrania.

Tatyana Stanovaya, una gran analista rusa e investigadora del Centro Carniege de Rusia y Asia Central, lo explicó de esta forma en su cuenta de Twitter: “La rebelión de Prigozhin no fue una pelea por el poder o un intento de tomar el Kremlin. Surgió fruto de la desesperación. Había sido forzado a retirarse de Ucrania y se encontró en una posición que le impedía sostener a Wagner como lo había hecho hasta ahora”.

Volviendo a lo de la lógica rusa, para entender el rol que probablemente jugó Prigozhin, hay que fijarse en la forma en que maneja el poder el líder ruso. En su libroTodos los hombres del Kremlin, el escritor y periodista, Mijaíl Zygar, cuenta cómo llegó al puesto del ministro de Defensa Serguéi Shoigú, el principal enemigo de Prigozhin.

“Si alguien hace lobby intensamente para echar a alguien (como sucedió con Serdiukov, el antecesor de Shoigú, que enfrentó una denuncia por corrupción), Putin nunca nombra en el cargo a la opción propuesta por ese lobista. La salida de Serdiukov fue orquestada por el jefe de gabinete, Serguéi Ivanov, y el rey de las armas, el CEO de Rostec, Serguéi Chemezov, lo que significa que el nuevo ministro debe ser alguien que no tenga conexión con ellos”. Es el “tradicional sistema de check and balances” de Putin, resume Zygar antes de contar cómo llegó Shoigú a convertirse en uno de sus más leales ayudantes, entre horas de cacerías y deportes extremos compartidos. 

Lo cierto es que ese sistema de “check and balances” con el que gobierna el líder ruso, se alimenta de un juego de premios y castigos en el que esos mismos premios y castigos no son, necesariamente, instrumentados por el propio Putin. En el caso de la guerra en Ucrania, las cada vez más encarnizadas y públicas críticas de Prigozhin contra Shoigú y el Jefe del Estado Mayor, podían entenderse como parte de ese sistema con el cual el Kremlin presionaba y rendía cuentas con la élite militar. En efecto, era muy difícil de explicar que Wagner pudiera crecer, vanagloriarse de sus “éxitos”, insultar sin descaro al ministro al frente del ejército ruso, hacer propaganda y hasta coquetear con la política, sin el beneplácito de Putin.

Uno de los mayores capitales de Putin durante sus más de veinte años de gobierno ha sido la frialdad, el timing y la habilidad con que administró ese juego de premios y castigo. Esta vez, sin embargo, cabe preguntarse si no falló ese timing, y si las alas largas que se le dio a Prigozhin no fueron el principal causante de su insurrección.

Por último, y para continuar con la idea de la lógica rusa, no hay que perder de vista el ego desmesurado que desarrolló Prigozhin al calor de su creciente protagonismo en los principales canales de información bélicos en Rusia y también en el exterior. Un ego que conecta muy bien con cierta cultura belicista, temeraria y épica que alimenta el espíritu ruso desde los duelos que mataron al poeta nacional Aleksandr Serguéyevich Pushkin al parricidio que cometió Iván el Terrible varios siglos atrás.

A modo de conclusión, y para poder darle algo de proyección a la pregunta de mis colegas, me animo a decir que el viaje desesperado de Prigozhin parecería ser un asunto terminado, sin mayores efectos en el frente con Ucrania. En cuanto a la política rusa, es indudable que el desafío del jefe de Wagner tendrá un impacto relevante puertas adentro de los imponentes muros que protegen el Kremlin.

AF

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