Franco Bindi, la pieza suelta en el caso de las supuestas coimas a Karina Milei que desvela al Gobierno

“Incluso hablan de mi pareja que anda dando vueltas por ahí. Un 'espía' que sostiene una cartera y cuida un bebé todo el día”. La mención, soltada como una estocada, no pasó desapercibida para los panelistas de Duro de Domar. Era el prime time de C5N y Marcela Pagano había decidido salir en defensa del padre de su hijo, Franco Bindi. Lo describió con ironía (“iraní”, “castro-chavista”), en contraste con las acusaciones que circulan por estas horas en la Casa Rosada: que es un operador con vínculos con los servicios de inteligencia extranjeros. El responsable de haber grabado y difundido los audios de Diego Spagnuolo que comprometen a Karina Milei.
Bindi estaba allí mismo, parado detrás de cámara, como una sombra inevitable en la escena. Invisibilizado para el televidente pero central en la trama, encarnó ese cruce entre lo íntimo y lo político que hoy rodea a Pagano, la diputada díscola que acaba de escindirse del bloque de La Libertad Avanza para formar su propia bancada, y que la semana pasada debutó con un discurso explosivo contra Guillermo Francos: lo acusó de tener una estructura de “espías” propia en la Jefatura de Gabinete y de ser quien estuvo detrás de las filtraciones de Spagnuolo.

Hace rato que a Bindi lo tienen marcado en la Casa Rosada. Abogado de 40 años y hombre habituado a moverse en los pasillos de la política y la justicia, Bindi es para el oficialismo el verdadero responsable del escándalo que tiene al extitular de la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis) envuelto en una trama de coimas millonarias que supuestamente engordaban los bolsillos de la hermana del Presidente. No solo lo acusan de manejar la logística de las escuchas a espaldas del funcionario, sino también de haber sido el que las hizo circular en el ecosistema mediático, aprovechando sus propios contactos, como quedó plasmado en la polémica denuncia judicial, realizada este lunes por el Ministerio de Seguridad.
“No importa de qué tema se hable, tarde o temprano su nombre termina en la conversación”, admite en voz baja un funcionario de la administración libertaria que dice conocerlo. El señalamiento no es casual: Bindi es un nombre que despierta recelo en casi todos los espacios. En Comodoro Py lo conocen desde hace años, lo mismo que en el submundo de la inteligencia y en ciertos despachos kirchneristas. En 2013 estuvo prófugo, con una alerta roja de Interpol encima, por una causa de sustracción de menores que lo obligó a refugiarse en Brasil. Meses después, ya con la carátula suavizada a “impedimento de contacto”, reapareció como si nada y fue contratado por el gobierno de Santiago del Estero para asesorar en representación de la provincia en la ciudad de Buenos Aires. “Tiene una capacidad camaleónica que desconcierta”, lo describe un operador judicial que lo trató de cerca.

La lista de cambios de piel es larga y variopinta: trabajó en el Ministerio de Planificación de Julio de Vido durante el gobierno de Néstor Kirchner. Años después, fue abogado de Leonardo Fariña, aunque terminó enemistado con él luego de que lo acusara de “defender los intereses” de Lázaro Báez. Bindi también quedó vinculado con el “caso D’Alessio”: defendió a Pedro Etchebest, el empresario agropecuario que denunció al falso abogado Marcelo D'Alessio y al fiscal Carlos Stornelli por una presunta extorsión para no involucrarlo en la “Causa de los cuadernos”.
Pero sin duda el costado más pintoresco de Bindi, y también más político, es su relación con el expresidente de Bolivia Evo Morales. Durante su exilio en la Argentina, lo alojó casi un año en su casa de Martínez, siguiéndolo en giras por todo el país. Hasta lo fotografió en la Bombonera, a modo de custodio, como si fuera un guardaespaldas. Ese vínculo lo consolidó como un operador con llegada directa a líderes regionales.

Sobre el final del gobierno de Alberto Fernández, Bindi incluso incursionó en el mundo de los medios de comunicación. Su proyecto parecía un capricho millonario: desde un canal de televisión (Canal 4 Extra) hasta una señal de radio (Radio Extra), pasando por un portal de noticias económicas. En ese ecosistema desembarcaron Víctor Hugo Morales y Tomás Méndez, dos voces de peso en el universo kirchnerista, que le dieron a Bindi chapa de “empresario de medios” y, a la vez, combustible para que crecieran los rumores de operaciones políticas. ¿De dónde salía el dinero para sostener semejante estructura sin pauta ni sponsors de peso? Nadie lo sabe con certeza, pero todos lo sospechan.
Dúo dinámico
La historia de amor entre Pagano y Bindi recién se volvió pública en junio pasado, cuando la diputada blanqueó al operador todoterreno como su pareja. Esa revelación tardía, hijo de por medio, reforzó la idea de que su vínculo no era solamente sentimental sino también político. Hacía más de un año que las pistas abundaban.

Todo comenzó cuando ella salió despedida de América TV, acusada de maltratar a sus compañeros, y recaló en los estudios que él había montado para Extra. La dupla fue creciendo en lo profesional y lo personal. En abril de 2024, todo comenzó a destaparse: Bindi apareció en el Congreso, parado detrás de la diputada, cuando se discutía la comisión de Juicio Político, como reveló por entonces el periodista Camilo Cagnacci en el sitio Sección País. Fue el primer indicio de que no era un simple acompañante: su presencia se volvió un símbolo de la incomodidad que despertaba la diputada dentro del bloque libertario.
Hacía rato que los leales a Milei tildaban a Pagano de “infiltrada del massismo”, acusándola de ser una de las artífices del desplante que sufriera el libertario en manos de Luis Barrionuevo, despues de que en 2023 el dirigente sindical le prometiera una ayuda en la fiscalización que nunca llegó.

Otro dato alimentaba esa sospecha: Pagano se quedó con el despacho que había pertenecido a Graciela Camaño, histórica referente peronista, y en los pasillos del Congreso repetían que lo había recibido “llave en mano” de parte de la propia dirigente. “Lo heredó”, bromeaban por entonces en Diputados.
En agosto de 2024, pocos meses después del fallido intento de Pagano por hacerse con la presidencia de la comisión de Juicio Político, un episodio había colocado a Bindi en el centro de las sospechas palaciegas. Con el escándalo por la visita de diputados libertarios a genocidas en Ezeiza, varias fuentes señalaron a Bindi como el que acercó chats y fotos a medios opositores y como el artífice de contactos con el titular del bloque del bloque de Unión por la Patria, Germán Martínez, y Cecilia Moreau, para que las diputadas arrepentidas Rocío Bonacci y Lourdes Arrieta pudieran despegarse del bochorno.
De esa trama también surgió la versión de que Pagano y Bindi intentaron construir un canal de diálogo con el peronismo, incluso con gestos protocolares como la frustrada ofrenda floral en la embajada de Francia a modo de desagravio a las monjas Alice Domon y Léonie Duquet, desaparecidas por la última dictadura.

Es que la ligazón de Bindi con el kirchnerismo se mantiene a través de los años. Una fuente conocedora del mundo parlamentario asegura a elDiarioAR estuvo contratado como asesor en la Bicameral de Inteligencia durante el gobierno del Frente de Todos. En esa misma voz en off aparece, sin embargo, una caracterización que lo define: Bindi no sería un soldado de una estructura sino un operador que “lleva y trae” según su conveniencia. “Esta gente no opera en forma orgánica, sino siempre a dos puntas”, sintetiza.
Ahora, con la filtración de los audios de Spagnuolo, Bindi volvió al centro de la tormenta. En el Gobierno lo llaman “espía” y lo describen como un conspirador profesional. Es que su biografía acumula demasiados capítulos brumosos y demasiadas conexiones con el poder como para pasar desapercibido. Una presa fácil para que, cada vez que se necesite explicar una interna política, su nombre aparezca como culpable inmediato. Le alcanza con estar detrás de cámara para que todos se pregunten si no es él, otra vez, el que mueve los hilos de la historia.
PL/MC
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