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A 9 años de la sanción de la ley de identidad de género: Mariela Muñoz, la Gigante de la lucha

Mariela Muñez recibió el primer DNI argentino que reconocía la identidad de género.

Ulises Román Rodríguez

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“Esto es impresionante. Yo nunca vi un caso así. Es revolucionario”, dijo Mirtha Legrand, aquel lunes 5 de mayo de 1997. Hacía apenas 4 días que Mariela Muñoz había sido reconocida como mujer por el Estado argentino cuando se sentó en la mesa como invitada junto a Anabella Ascar, Fabio Zerpa y el periodista Eduardo Marrazzi. 

La conductora estaba molesta por el plantón -a último momento- de Mónica Ayos y Florencia Peña. Con su mejor sonrisa frente a las cámaras -sin dejar de pasarle factura a las ausentes- la diva de los almuerzos abrió el programa mostrando, en primer plano, el Documento Nacional de Identidad de la mujer que le abrió el camino a miles de personas transexuales que se encontraban en esa misma situación. 

“Te hago entrega de tu documento, donde aparece que sos una señora. Es la primera vez que veo esto, honestamente nunca lo he visto”, dijo Legrand y la cámara hizo un zoom hacia el rostro de Mariela: “creo que es algo importante y detrás mío vendrán otras transexuales que tendrán que hacerlo, pero a mí me gustaría que sea por ley”.

La lucha recién comenzaba. 

De Lules a Quilmes

La víspera de Navidad de 1943, en Lules, Tucumán, la familia Muñoz vivió el nacimiento de Leonardo Luis como un milagro. Encomendados a la fe católica, esta familia de zafreros sintió que la llegada del cuarto hijo, un día antes del nacimiento del niño Jesús, era un mensaje divino. 

A decir de los dogmas religiosos, el camino que la vida le había destinado a Leonardo Luis no fue el que sus padres seguramente soñaron pero, en el tránsito por este mundo, conoció tanto el calvario como el amor.

La escolarización fue un martirio para el niño: sufría la discriminación por ser un “bicho raro” que no jugaba al fútbol ni a la lucha con los varones. Cuando volvía del colegio cuidaba a sus hermanos, cocinaba y limpiaba la casa. A los 14 años comenzó a trabajar en la casa de unos vecinos italianos. Realizaba las tareas domésticas y cuidaba a los niños. A esa misma edad comenzó a pedir que dejaran de llamarlo Leonardo Luis y la nombraran Mariela Elcira, el nombre que ella había elegido.

Esa decisión le costó el rechazo de su madre. Su padre, en cambio, sentía que podía torcer ese rumbo acudiendo a médicos que le recetaban hormonas para reforzar su masculinidad, psiquiatras que empastillaban porque era una cuestión mental, psicólogos que no entendían lo que Mariela les contaba y tíos que recomendaban “llevarlo con una puta para que se haga macho”. Nada, nunca, funcionó.

En el documental Amor a paso de gigante, de la cineasta francoargentina Maria Audras, Mariela cuenta que en su adolescencia fue violada por tres hombres, vecinos de Lules, a modo de “correctivo”. El pueblo la había abandonado hacía rato, sólo tenía que irse.

Cargando una mochila muy pesada, Mariela dejó Lules para siempre con el sueño de rearmar su vida. Como sucedió con la tribu de los Quilmes, en el siglo XVII, su desarraigo tucumano concluyó en esa ciudad del sur del conurbano.

En agosto de 1965, Mariela Muñoz tuvo su primera aparición pública en la revista Extra. En un artículo titulado “200.000 homosexuales” había un subtítulo que decía: “El homosexual que dio la cara”. Allí apareció Mariela, por primera vez en los medios, rodeada de sexólogos, psicólogos y otros profesionales. Sin titubeos, ella declaró: “quiero casarme y tener hijos, como cualquier otra”.  

En octubre de 1981, a los 39 años, viajó a Chile y se sometió a una operación para adaptar su “morfología externa”. En Argentina estaba prohibida esa intervención y como ella fueron muchas las personas transexuales que cruzaron la Cordillera en los 80’ con ese objetivo.   

La madraza

Lejos de su pueblo, nadie podría señalarla con el dedo. Aunque limpiar casas no era lo que más le gustaba le permitía pagarse un alquiler y empezó a descubrir un mundo nuevo en las cartas de tarot. 

A la vez comenzó a brindarle asistencia a niños, adolescentes y madres solteras. Mariela recuerda en el documental que el primer niño que llegó a su vida era el hijo de una prostituta que no podía hacerse cargo de él y que se lo entregó para que lo criara.

Luego se hizo cargo de tres hermanas abandonadas por su madre y que el padre no podía mantener. Al tiempo, en una estación de trenes, conoció a una joven de 16 años con un bebé. La chica había huído de su casa después de que la incitaran a prostituirse para poder alimentar a su hija. Las llevó a vivir a su casa.

Enrique, un adolescente de 14 años que venía del Chaco y, sin dinero, terminó durmiendo en la Terminal de Retiro también fue rescatado por Mariela. La familia se fue agrandando y todos en el barrio conocían a “esa mujer” que cría chicos.

El día de la crueldad

Con el Plan de Convertibilidad en marcha, la economía creciendo y Carlos Menem haciendo gala de macho argentino en la revista Gente, irrumpe en escena en los diarios y los noticieros una transexual (algunos titulaban “el travesti”) a la que un juez de menores de Quilmes le anulara las partidas de nacimiento de dos mellizos y una niña a los que había criado como propios. 

La detención de Mariela fue con “un operativo policial en el cual estaba toda la cuadra llena de policías con armas cortas y largas”, según recordaba ella años después al que mencionaría siempre como “el día de la crueldad”.

Los medios hicieron una comidilla de su caso. Las abuelas se horrorizaban viendo las dos ediciones de Nuevediario y, como sucede en estas circunstancias, todos se creían con derecho a opinar. 

A pesar de tener el apoyo de sus 23 hijos, a los cuales Mariela había criado, y de un sector de la sociedad, fue condenada a un año de prisión en suspenso. 

Vecinos y vecinas de la localidad de Ezpeleta, partido de Quilmes, organizaron varias marchas para reclamar su liberación que finalmente se concretó el 27 de mayo de 1993. Lejos de debilitarse Mariela se hizo aún más fuerte como madre y luchadora por los derechos de las personas transexuales a criar hijos.

La Gigante

Los años que siguieron Mariela Muñoz se mantuvo activa en su militancia por el reconocimiento de los derechos universales de las personas trans. Tras obtener el DNI que la reconocía con su identidad de género, en 1997, el INADI la nombró asesora contra la discriminación. En el año 2000, fue elegida como “Mujer del Año” por el organismo estatal.

En 2010, a instancias de aprobarse la Ley de Matrimonio Igualitario, Mariela reapareció en público en la Plaza Congreso. “Soy Mariela Muñoz. He criado 23 hijos, entre los 40 días de vida y los 14 años. Todos estos hijos son varones y mujeres de bien. ¿Por qué gays y lesbianas no pueden criar?”, dijo la mujer que fue aplaudida hasta las lágrimas.

Siguieron años de movilizaciones, batallas legales, idas y vueltas con la Iglesia y el conservadurismo más rancio hasta que, el 9 de mayo de 2012, fue sancionada la Ley 26.743, de Identidad de Género: considerada una de las legislaciones más avanzadas a nivel mundial, fundamentalmente porque no patologiza a la comunidad trans y porque incluye la adecuación sexo-genérica -los tratamientos hormonales y la cirugía- dentro del Plan Médico Obligatorio.

“La lucha de Mariela y su perseverancia fueron fundamentales para conseguir la Ley de Identidad de Género”, dice Vanesa, presidenta de la Agrupación Mariela Muñoz, a elDiarioAr. “Desde este espacio, junto a personas que militaron y trabajaron junto a ella, continuamos su ejemplo de crianza y de lucha por los derechos de las minorías y les niñes”.

Con sede en la ciudad de Berazategui, la Agrupación Mariela Muñoz es otro legado de La Gigante que falleció el 5 de mayo de 2017, a los 73 años. “Siempre decimos que el mundo fue mejor con su presencia, nosotres también”, concluye Vanesa.

URR

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