El tío de Milei recibió la notificación de desalojo: “Si me voy de acá, me iría a la calle porque no tengo nada”
El 7 de marzo, hace veinte días, Juan José Milei, el tío del Presidente, recibió la notificación de desalojo. Ocupa un departamento de dos ambientes en el barrio de San Cristóbal, Ciudad de Buenos Aires. Esa vivienda la compró con la herencia que recibió de sus padres, los abuelos de Javier Milei y su hermana Karina. Juan José, a quien llaman Chicho, pedalea para una app de delivery. Su historia la contó elDiarioAR en enero.
Según Chicho, la demanda la inició un abogado a quien acudió por un juicio laboral. Aquel proceso resultó en su contra y, siempre de acuerdo a la versión del tío del Presidente, para cobrar sus honorarios el abogado “lo engañó” haciéndole “firmar papeles” en los que “se quedó con su casa”. elDiarioAR se comunicó con Eduardo Vattuone, el abogado en cuestión y pidio precisiones sobre el caso: “Yo no puedo revelar asuntos míos o de mi cliente con gente que ni siquiera conozco. No te puedo estar dando pormenores de un expediente judicial”.
“Si yo pudiera hablar con este abogado le pediría que me deje vivir acá y cuando me muera... Bueno, que se lo quede. Y yo si me voy me iría a la calle, porque no tengo nada, nada donde ir a vivir”, dice Chicho, que tiene 63 años. Por la mañana Juan José Milei reparte diarios para un puesto del barrio. Por la tarde, pedalea para Pedidos Ya. No descansa salvo los sábados. Vive con un promedio de $15.000 por semana, si es que no llueve esos días. No tiene prepaga ni aportes jubilatorios. Y, aunque sabe de oficios varios, no tiene estudios con los que acceder —si pudiera — al mercado laboral formal.
La última vez que habló con Norberto, su hermano y padre de Javier Milei y su hermana, fue cuando el padre de ambos falleció, en 2005. Norberto, empresario del transporte, se hizo cargo de los gastos del sepelio. Luego perdieron el contacto. Chicho tiene en su departamento una colección de latas y botellas de marcas de bebidas nacionales. Y también tiene fotos pegadas en la pared. En una está su padre, a quien también llamaban Chicho, abrazado a la perra Cindy, un regalo que hizo a la familia Alicia Luján Lucich, madre del Presidente. Chicho tiene pocos recuerdos familiares.
Hijos del mismo padre —Francisco, un hombre que vendía frutas en un local de Belgrano—, los hermanos Norberto y Chicho hicieron cada uno su curva, quizás, en sentidos distintos. Norberto, el padre del Presidente, arrancó como chofer de colectivos en la línea 21 y terminó comprando la empresa. Sin dejar de conducir, invirtió en otra, la Rocaraza, dejó el volante y devino empresario del transporte. Fue por más: adquirió una financiera, una empresa ganadera, una algodonera y un negocio inmobiliario.
Chicho, en cambio, combinó el trabajo en la frutería del padre con otras ocupaciones. Fue cadete en una fábrica de calderas, armó cajas en una fábrica de camisas, estudió para masajista deportivo pero salvo a las amigas de la madre no atendió a nadie porque “quién iba a entrar en mi casa, nadie me llamaba”, dirá; entrenó en pádel y nunca tuvo alumnos, lavó autos, fue sereno en un edificio, ayudó en la pizzería de un amigo.
Según el juzgado en el que se tramita el expediente del desalojo falta un paso para que lo saquen de la casa que ocupa: que se expida la Cámara a la que fue elevada la causa. A Chicho le gustaría comunicarse con sus sobrinos, que están al tanto de la publicación de la nota en elDiarioAR. Desde vocería se limitaron a decir a este medio que “es un familiar lejano con el que no hablan hace muchos años”.
VDM/DTC
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