Tres ataques homoodiantes en diez días encienden las alarmas

En apenas diez días, la comunidad LGBTQ+ en Argentina fue blanco de tres ataques homoodiantes que dejaron en evidencia un clima de violencia creciente. La brutal golpiza sufrida por un joven gay en Palermo, el ataque vandálico contra una cabaña en el Delta del Tigre y el reciente atentado contra la vivienda y el consultorio del psicólogo Norberto Lorenzo, cofundador de la Comunidad Católica Gay de Buenos Aires, marcan un patrón que preocupa a activistas, especialistas y organismos de derechos humanos.
El último episodio fue denunciado este martes por el periodista Franco Torchia. La casa y el consultorio de Lorenzo, ubicados en Ituzaingó, fueron atacados con pintadas homofóbicas. Se trata del tercer hecho en poco más de una semana, lo que refuerza la sensación de persecución y desamparo.
“Te pasa por puto”
El ataque en el Tigre se conoció días antes a través de las redes sociales. La usuaria de X @danoninohelado difundió un video en el que mostraba los destrozos sufridos por la cabaña de un matrimonio gay, incendiada en parte y cubierta con graffitis homofóbicos. “Le graffitearon todo, le quemaron el picaporte tecnológico carísimo que se había comprado y le pusieron ‘TE PASA POR PUTO’”, escribió. La grabación, de apenas 25 segundos, refleja la saña de un acto planificado, cargado de odio.
La golpiza en Palermo
El caso más brutal se conoció el 20 de agosto, cuando Juan Sabín, de 24 años, fue atacado en pleno barrio de Palermo. El joven salía de un boliche junto a un amigo extranjero que lloraba por la muerte reciente de su abuela. Dos hombres se burlaron de la escena y, tras una breve discusión, uno de ellos gritó: “Dejámelo a mí, siempre quise pegarle a uno de estos”. Acto seguido, lo tiró al piso y lo pateó en la cara.
Juan terminó con una doble fractura de mandíbula, requirió atención de urgencia en dos hospitales y ahora espera una cirugía maxilofacial que incluye la colocación de placas de titanio. El costo de los materiales, unos siete millones de pesos, fue cubierto gracias a una colecta espontánea que se viralizó en redes sociales y medios de comunicación. “No puedo ni verme al espejo, ni que nadie me mire”, dijo el joven en declaraciones a Página/12. Su caso, por la crudeza de las lesiones y la violencia ejercida, se convirtió en símbolo de un recrudecimiento de los ataques.
Los datos respaldan la percepción de aumento. Según el Observatorio Nacional de Crímenes de Odio LGBTQ, en el primer semestre de 2025 se reportaron 102 casos, lo que implica un incremento del 70% respecto al mismo período del año anterior. A nivel global, ILGA World también advirtió sobre un crecimiento de los discursos de odio hacia las disidencias sexuales en más de 50 países.
Tras el ataque conocido este martes, desde la Fundación Huésped señalaron: “Es urgente frenar los crímenes de odio en Argentina. En lo que va del año ya se registraron más de 100, un 70% más que en el mismo período 2024. La situación es alarmante”. Y añadieron en sus redes sociales: “En Fundación Huésped estamos con vos. Si pasaste por una situación de violencia tenemos un equipo de psicólogos y abogados que pueden acompañarte y ayudarte de forma gratuita. Nos podés escribir a info@huesped.org.ar o a nuestras redes sociales”.
El diputado nacional Esteban Paulón expresó: “La escalada de violencia hacia el colectivo LGBTIQ+ no para. En los últimos 10 días 3 ataques de extrema violencia. Cuando desde lo más alto del poder se incita al odio, estamos en peligro”.
El vínculo entre clima político y ataques no es nuevo. Desde su asunción, Milei desplegó un discurso que fue de la negación de lo personal como político a la explícita estigmatización en foros internacionales. En enero de este año, en Davos, declaró: “La ideología de género constituye lisa y llanamente abuso infantil. Son pedófilos”. Palabras que, según los organismos de derechos humanos, funcionan como legitimación del odio.
La historia reciente muestra que las palabras tienen consecuencias. En mayo de 2024, tres mujeres lesbianas fueron asesinadas en un triple lesbicidio en el barrio porteño de Barracas. A pesar de las pruebas, la Justicia se negó a caratularlo como crimen de odio. Ahora, con los ataques de este mes, se repite el patrón: discursos estigmatizantes, desprotección institucional y agresiones cada vez más violentas en el espacio público.
Los números de la Defensoría LGBT de la Ciudad de Buenos Aires ya advertían el año pasado sobre “la falta de garantías de seguridad en el espacio público y la creciente normalización de ataques físicos”. El informe subrayaba un elemento central: la saña. No solo se trata de agresiones, sino de actos crueles que buscan dejar marcas físicas y psicológicas.
En este escenario, la solidaridad aparece como contrapunto. Juan Sabín logró reunir en pocas horas el dinero para operarse gracias a miles de donaciones. La denuncia del ataque en el Tigre se viralizó por redes sociales y generó muestras de apoyo. Y el caso de Lorenzo en Ituzaingó volvió a poner en debate la necesidad de denunciar y visibilizar cada hecho.
Los tres ataques en diez días son la señal más clara de un problema que ya no puede ser ignorado. Las organizaciones advierten que los discursos de odio producen acciones de odio, y que el Estado debe asumir su responsabilidad de garantizar seguridad y derechos. Mientras tanto, la comunidad LGBTQ+ redobla su alerta, porque lo que parecía un retroceso aislado hoy se perfila como un patrón de violencia sistemática.
CRM
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