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Fútbol
Excel, pasión y las figuritas del Mundial de Qatar 2022

Las figuritas del Mundial, en el centro de la polémica entre kiosqueros y la empresa Panini.

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La fiebre futbolera y la voracidad consumista se alinearon para que se produjera el big bang: la estampida que se abalanzó sobre las figuritas del Mundial de Qatar. Los álbumes volaron de los kioscos y otros comercios habilitados para la ocasión, a pesar de que su valor, 750 pesos (en algunas provincias llegó a mil), no era precisamente una oferta. Con los sobres (150 pesos por cinco figus) ocurrió otro tanto. 

Con la desesperación de los coleccionistas como caldo de cultivo, cundieron las propuestas indecentes: por ejemplo, la figurita de Messi a cinco mil pesos en MercadoLibre o la oferta mayorista de ZonaKids, licenciataria de Panini (la empresa italiana que fabrica la colección y tiene un contrato de exclusividad con FIFA desde 1970), que te dejaba el álbum de tapa dura más cien paquetes a 17.100 pesos, aunque también se agotó el stock. Poco antes se había acabado la promoción que incluía el álbum de tapa blanda y 50 sobres por módicos 8.250 pesos. 

En el curso de esta última semana, los codiciados artículos volvieron a los grandes centros comerciales, donde el tropel de fanáticos en estado de abstinencia los hizo desaparecer a velocidad de saqueo. En los kioscos, el nuevo lote duró más, pero porque rigió el racionamiento (no más de dos o a lo sumo tres paquetes por cliente), según constató este cronista en su investigación de campo por algunos comercios de barrio. Imposible afirmar si al momento en que se publiquen estas líneas quedará un solo sobre disponible. 

El furor por las figus, según consenso entre analistas ad hoc, obedece a que, al clásico atractivo del ritual deportivo que se repite cada cuatro años, esta vez hay que añadirle el muy promisorio rendimiento de la Selección, que viene de ganar la Copa América después de 28 años sin títulos. Los más esperanzados predicen un lugar seguro en la final de Qatar para el equipo que conduce Lionel Scaloni. Además, es muy factible que Lionel Messi, máximo héroe futbolero de estas costas, les diga adiós a los Mundiales el próximo noviembre. En junio cumplió 35 años. Este hecho le agrega espesor histórico al torneo (y cierta melancolía anticipada), algo que sin dudas influye en el frenesí demostrado por los hinchas.  

El mercado global de figuritas, según publica chequeado.com a partir de un estudio de Research & Markets, movió 13.800 millones de dólares en 2019. Y se espera que el negocio trepe a 98.750 millones en 2027. El monopolio de Panini y su discrecionalidad para establecer precios hicieron que la aspiración de completar el álbum de Qatar requiera una inversión descabellada y en muchos casos inaccesible. Sin hablar de la circulación paralela y remarcada –nuestro querido mercado negro– propiciado por el desabastecimiento. 

El licenciado Federico Tiberti, experto en estadísticas, levantó polvareda en las redes sociales al cuantificar el gasto necesario para obtener las 670 figuritas del álbum. De acuerdo con sus cálculos, si el aficionado colecciona en forma individual, debe comprar 1.170 paquetes para tener el 90 por ciento de probabilidades de llenar el álbum. Una sencilla multiplicación da como resultado 175.500 pesos. Claro que la erogación baja sensiblemente si el coleccionista se agrupa, nos consuela Tiberti: por ejemplo, si se juntan cinco personas, el dinero a gastar se reduce a 67.500 pesos ya que –misterio estadístico mediante– solo se necesitan 450 paquetes. 

Sin embargo, el avezado adepto a las figuritas sabe que las colecciones no se completan nada más que metiendo la mano en el bolsillo. El ingenio, el esfuerzo y los contactos para el trueque son fundamentales. Además, de este modo el asunto tiene un costado más participativo y desafiante. Así lo entendieron los hermanos Francisco (20) y Nicolás Di Pietro (17), los primeros argentinos en llenar el álbum, a solo una semana de su lanzamiento. En una entrevista con el diario deportivo Olé revelaron que gastaron apenas 16.500 pesos, amable donación de la familia. Lo demás fue “saber cambiar”. ¿Cómo lo hicieron? Con una cuenta de Instagram, a través de la que canjearon 300 figuritas en solo tres días. Por otra parte, el Excel contribuyó a la organización interna de la yunta. Nada quedó librado al azar.  

En los acontecimientos deportivos relevantes, se acostumbra a atesorar algún recuerdo tangible: la sensualidad del papel, el brillo del póster, todavía cotizan entre los afectos del hincha. En tiempos en que las revistas ralean y la información se concentra en la superficie de las pantallas, quizá este álbum haya tomado el lugar documental que antes ocupaban otras publicaciones. 

Con esta nueva significación, las figuritas perdieron por completo su dimensión lúdica (al margen de que ya no se premia con la pelota al que junta y pega todas las fotos de los futbolistas). Alguna vez, en los recreos escolares, además del comercio de repes, se libraban encarnizados duelos de destreza. Con las figus se jugaba al punto, la tapadita, el espejito, el puchero y el chupi, entretenimientos apasionantes que permitían engordar la colección si uno era un jugador respetable. De todos modos, la más difícil –normalmente un futbolista de segundo orden, nunca un Messi, como ocurre con esta generación de productos Panini– era motivo de búsquedas más arduas y de transacciones más trabajosas. 

Las figuritas de Qatar son una parte del engranaje de merchandising en el que el fútbol cifra buena parte de sus expectativas comerciales. Se trata de objetos que circulan por el mundo, funcionan como representaciones de los clubes y motorizan la expansión del mercado. Los cambios en las camisetas son tal vez la expresión más visible de esta dinámica: lucen los más diversos colores, en su mayoría alejados por completo de la paleta original, porque la idea es renovar modelos lo más rápido posible y alimentar de continuo la vidriera de las tiendas deportivas. En épocas románticas se decía que los futbolistas verdaderamente comprometidos con su club jugaban “por los colores”. Seguro que Nike tiene otra interpretación de esa frase.  

En su primera gestión al frente del Real Madrid, Florentino Pérez solía decir que prefería vender el estadio Santiago Bernabéu antes que desprenderse de David Beckham. No es que el inglés ganara partidos él solo –no era tan bueno–, pero su porte de adonis lo había transformado en un fetiche internacional. Y vender remeras y cosechar nuevos simpatizantes en China o Singapur era más importante para Pérez, y para cualquiera, que golear al Espanyol de Barcelona. 

El fútbol parece un bazar en el que todo está a la venta. Hasta la sede del Mundial, como quedó a la vista cuando se eligió a Qatar, hoy epicentro del gran circo de la pelota. Si sigue el camino de las figuritas, la Copa 2022 será el máximo éxito de público del que se tenga memoria. 

AC

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