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Qué hacer en Buenos Aires Teatro
Con “La pastora del sol”, el público no se equivocó

Escena de Limítrofe. La pastora del Sol

Moira Soto

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Contadas veces el alternativo, el off, el under o como gusten llamarle, da sorpresas tan relevantes, tan significativas que solo el público teatrero parece enterarse, mientras que la crítica escénica no dice ni mu (aunque en el caso que nos desvela, no hay vaquitas sino llamas -que también son ajenas-). Increíble pero real: Limítrofe, la pastora del sol, la admirable pieza del chileno Bosco Cayo -muy estimado en su país por la prensa especializada y el público-, con puesta en escena a la altura en todas las facetas, se representó en octubre de 2021, en Timbre 4, sin tener un solo comentario en los medios. En primera instancia iban a ser 5 funciones, a las que hubo que sumar 3 debido al éxito de concurrencia (de espectadoras/es) que hizo funcionar el boca a boca entre personas que acaso no sabían que Bosco Cayo (1984) es un dramaturgo, director, performer de arrolladora creatividad, particularmente con el colectivo Compañía Limitada donde se practica la participación horizontal de sus integrantes. Cayo, además psicólogo, es autor -entre otras obras- de Leftraru (2014), un enfoque sobre el histórico conflicto del Estado chileno con el pueblo mapuche; La dama de los Andes (2016); El Dylan (2017) y, más recientemente, La belleza de Judith (2021). Esta última pieza remite a la urgente necesidad de los pequeños emprendimientos de volver a trabajar, a través de los personajes de dos mujeres que tienen una modesta peluquería afectada por el confinamiento.

Pues bien, el tal Bosco Cayo firma, entonces, Limítrofe, la pastora del sol, texto de particular belleza que se inspira en una historia real: la de una joven aymará, Gabriela Blas, que en 2007 fue acusada arbitrariamente de asesinar a su hijito Domingo, que había desaparecido cuando ella se puso a buscar a dos de las 150 llamas que estaba vigilando en el altiplano  chileno. La pastora sufrió cárcel y maltrato a lo largo de un proceso que duró 6 años, hasta que finalmente fue sobreseída y liberada. Pero recién se le pidieron disculpas públicas en 2018 “porque la justicia no había entendido su realidad ancestral al condenarla y le había arrebatado a su otra hija menor”, según dijo el canciller del momento, Heraldo Muñoz.

BC parte de esta historia y la sublima dándole a Gabriela la oportunidad de callarse en los interrogatorios como acto de resistencia, y de pronunciar -cuando se le da la gana- un hermoso soliloquio donde abre su corazón de aymará en comunión con su hijo, con la naturaleza. Además, en esta obra escrita por un hombre de sincero y profundo compromiso social, feminista declarado, emerge un poderoso trío de mujeres aymará dispuestas a defender a Gabriela de tanto atropello. Ellas, las justicieras, son: la Gisella, la mayor, la líder, la voz de la sensatez desde el punto de vista de la lógica de su comunidad; la Jennifer, joven un tanto ingenua y compasiva, con algún ademán de coquetería; la Jazmín, la muchacha arrojada, sin red, lista para cortarse ella misma partes de su cuerpo. Porque esta es una obra de una libertad y un vuelo en tal escala, que se permite apelar al género fantástico (Jazmín se corta esa pierna y va directo a reunirse con sus pares haciendo malabares con muletas), el humor negro (ella pide perdón por manchar con sangre las cerámicas del piso, y dice tan fresca: “No me dolió tanto”), a la vez que reafirma su identidad aymará: “Me dijeron que no es mi prima (por Gabriela), yo les dije: es mi prima, es mi hermana, es mi mamá, todos somos todos”.

Entretanto, Gabriela Blas no se deja doblegar por la carabinera que es su carcelera en el retén de Arico y que la llama “la sospechosa, la asesina”; esa misma carabinera que intenta hacerse la comprensiva, siempre con acentos de superioridad. La pastora se calla y teje. En otro toque de humor, ahora satírico, la carcelera fanfarronea: “Hemos decidido pintarle paisajes en la celda según el programa Cada cárcel, una casa”. Luego le pone esposas a Gabriela, pero forradas en lana de alpaca… Más tarde, con una variación de vestuario y una pirueta virtuosa de la actriz, la carabinera se vuelve pastora evangélica y le lee ¡el Apocalipsis! a la prisionera.

De vuelta a su oficio, dictamina que la pequeña hija de Gabriela está disociada emocionalmente y decide su futuro lejos de la madre. Entre los artilugios que despliega la carabinera, habrá una representación dentro de la representación que elevará la emoción de una platea ya muy sensibilizada a esta altura de la función.

Florencia Bendersky arrancó en 2018 con Limítrofe, la pastora del sol haciendo un semimontado en ArChiDrama 2018, en Chile, con un elenco de ambos países.  Acaso las cosas podrían haber quedado ahí si a fines de 2019 la actriz argentina Mariela Kantor -intérprete de Gabriela Blas- no le hubiera insistido a la directora para que procurase estrenar formalmente la pieza de Bosco Cayo. Así, Bendersky empezó a ensayar con esa meta que tuvo afortunada culminación, como dice la directora, “contra viento y pandemia”.

Elizabeth Cancino (la Gisella), Alejandra López Molina (la Jennifer) y Moni Acevedo (la Jazmín) son las intérpretes chilenas del coro de las aymará solidarias y jugadas; Graciela Urbani, argentina, encarna a la tortuosa carabinera, y Sergio Grimblat, también local, hace al abogado defensor de oficio que tibiamente trata de ayudar a la pastora, pero es constantemente frenado por la carcelera. Y por supuesto, Mariela Kantor es Gabriela Blas. 

Así quedó formado el equipo de intérpretes de notable rendimiento que bajo el ala de FB ensayaron por zoom en 2020, plena pandemia. Recomenzaron los preparativos a comienzos de 2021, hasta que la segunda cuarentena los detuvo.  Imparable, la directora aplicó a todos los subsidios posibles, que felizmente le fueron otorgados. El chileno Gustavo Acevedo diseñó un exquisito vestuario de neta evocación aymará, “con colores lavados, como un recuerdo del desierto”. Julio A. López, colaborador habitual de Bendersky, diseñó esas luces que crean y recrean espacios sobre apenas una alfombra arenosa circular, a veces con una silla. Todo -actrices, actor, sonidos, colores, coreografías- en orgánica amalgama. Por si faltaba un detalle superior, Patricio Contreras prestó, regaló gentilmente su bien temperada voz en off a hombres fuera de campo, que fue grabada por el responsable del área, Pablo Duchovny.

A unos meses de la temporada en Timbre 4, Anabella Valencia y Laura Dantonio, de la sala El Popular le ofrecieron al equipo de Limítrofe hacer 5 funciones como parte de la celebración de del décimo aniversario de este teatro, situado en Chile 2080. En un horario infrecuente, el de las matinées de los cines, a las 15. Hasta el 5 de junio se podrá asistir a un espectáculo inolvidable, cautivador. Un acercamiento honesto, empático y desprejuiciado a una cultura, a sus creencias, a su relación con la naturaleza y entre sus propios integrantes. La presencia genuina de un pueblo originario tratado con sumo respeto, sí, pero sin demagogia y sin paternalismos.

MS

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