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Análisis

Qué y por qué votarán Ecuador y Perú este súper domingo: el lado B del año más electoral de la década en América Latina

Rafael Correa pide en campaña, de puño y letra, el voto ecuatoriano para Andrés Arauz

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Ecuador votará su presidente en segunda vuelta y Perú elegirá los rivales de su segunda vuelta entre 18 candidatos por los que el electorado no demostró preferencia ni favor. Por detrás y por debajo de este panorama, algunas constantes trazan y encuadran todo posible escenario regional en este año electoral latinoamericano.

Electoralmente, 2021 es año de equinoccios antes que de solsticios. Posiciones solares que inician estaciones tímidas, tentativas, otoños pero también primaveras. Esta prolongada unidad de recambios políticos empezó en noviembre de 2020, en EEUU, y -estirándose- terminará en octubre de 2022 en Brasil. En ninguna de estas elecciones del hemisferio americano falta un rasgo decisivo, que las aúna en sus efectos aunque no en un mismo rasgo determinante.

En todas ellas el principal motor del electorado no es decidir, en una especie de referéndum, si retener algo de los actuales oficialismos, o sustituirlos cuanto antes por las fuerzas políticas que signifiquen su refutación más explícita, sino en quién recae el orientarse en un horizonte futuro sin repeticiones. Así se irá a votar en la segunda vuelta de las presidenciales en Ecuador y en la primera vuelta en Perú.

Dejar atrás un presente archivable

El presente es aquello de lo que votantes quieren y las candidaturas proponen alejarse con acelerada velocidad. Si el pasado es traído a cuento, como en Ecuador la bonanza de la década de Rafael Correa, lo es como una garantía que ofrece Andrés Arauz en la reválida popular que para la Revolución Ciudadana busca en un balotaje contra un candidato que es, a la vez, neoliberal y conservador, Guillermo Lasso. Mañana luce mejor que hoy porque hoy luce peor que ayer, pero sobre todo que anteayer. Como con Donald Trump en EEUU, o más aún, porque ni el actual presidente Lenín Moreno ni su partido presentaron candidatura, dejar atrás la situación actual, su resortes, móviles, políticas, actores, vías de solución, planes y programas, visiones y misiones y eslóganes y definiciones e indefiniciones, esperanza por el mero alivio que se confía que su desaparición de escena brindará.

El amigo americano no hace señas

Desde la asunción en enero del demócrata Joe Biden a la presidencia en EEUU, las perspectivas políticas, sociales, económicas del año electoral sudamericano han visto enangostarse su encuadre, y debido estrechar los máximos antes todavía abiertos de cualquier volumen nacido de un cálculo que todavía no tenía que conformarse con una modestia que parecía expuesta al azar pero no al destino. Antes de su jura presidencial el 20 de enero, la biografía de Biden había sido objeto y escrutinio para inferir qué ventaja podría traer a Latinoamérica.

Su buen conocimiento del hemisferio al sur del río Grande dio lugar a todo tipo de expectativas, fantasías y números ábaco en mano. Las que se vieron aduladas porque analistas, observadores, periodistas y buena parte de la opinión pública se empeñaron -durante la campaña y la elección presidencial norteamericana- en elogiar la imparcialidad de un sistema político que trataba por igual a los candidatos a la vez que representaba la contienda electoral como una lucha en la que el Bien acabó imponiéndose sobre el Mal.

Desde entonces, ni una esperanza latina dio fruto. Antes que a la procrastinación, la conducta de Biden invita a la cancelación de la máquina de hacer ilusiones.

Fuentes vaticanas: eran muy exageradas las noticias de la Resurrección

El Papa argentino celebró el domingo, por segunda vez, una misa de Pascua de Resurrección en tiempos de una pandemia que un año atrás descontaba más mitigada. Llegaron las vacunas, tarde, desiguales, y aun no definitivamente comprobada su eficacia de masas. Tampoco se disciplinaron ni domesticaron las conductas para evitar contagios. En su homilía pascual de este año, Francisco insistió menos que el anterior en el alba y la aurora que nos aguardan, y más en la firme resistencia que nos cuadra, aun cuando al llegar aquel amanecer sea menos resplandeciente de lo que hayamos entrevisto.

El festivo superávit latinoamericano espera resurrecciones que no volverán -ha sido el leitmotiv más inteligente entre los que hizo sonar la campaña de Lasso en Ecuador, y no escuchado ni siquiera por los propios, porque no es más que una salvedad-. Los dos países que votan el domingo antes o después de misa son muy católicos, y Lasso lo es, como lo es su archirrival eterno Correa.  

China da señales de vida interior

La recuperación de China, cuyo derrumbe por otra parte sólo los sismógrafos más fastidiosos registraron en el clímax nacional de la morbilidad virósica, es un hecho que llegó sin arrastrar consigo las consecuencias consuetudinariamente asociadas. La superpotencia del desarrollo autocentrado parece decidida radicalmente a respetar las prerrogativas de la auto-concentración sobre las del desarrollo. La alarma de un boom post-pandémico de consumo chatarra, que podría deslizar a EEUU o Europa a la inflación y la desinversión, no suena en China. La balanza comercial, ¿crecerá para las commodities sudamericanas a tasas chinas? En todo caso, parece mucho menos seguro.

El petróleo no es ‘monocultivo’ en Ecuador como lo es en la República Bolivariana de Venezuela, pero representa abrumadoramente a lo mejor pago de sus exportaciones. Los precios, que habían descendido a récords históricos, siguen sin prometer aumentar significativamente. Mientras que Biden pide a sus aliados árabes que no haga subir esos precios, Xi Jin Ping firma con Irán un ambicioso tratado que le garantiza un suministro petrolero a salvo de contingencias y que le puede llegar por vía terrestre continental asiática. Cálculos no disimilares pueden hacerse para la explotación minera en Perú: la independencia de proveedores, o el sometimiento de estos por lazos de una conveniencia después irrenunciable pareces ser un objetivo de Pekín a largo plazo, pero que empieza a perseguir desde ahora.

De todo esto tienen más y más clara conciencia los candidatos -que son pocos- que el electorado -que es mucha gente-.

Un virus más acá del Bien y del Mal

Los gobiernos que nacerán de las elecciones del fin de semana, las autoridades que se instaurarán y las leyes grandes y pequeñas que estas sancionarán después dan por descontado el límite del poder de policía del Estado si quisiera imponer y vigilar la observancia de aislamientos severos.

El lastre de la pandemia es gravoso, y seguirá gravitando. Más allá de mostrarse alertas, de informar de manera constante, de instalar perpetuas e infatigables campañas de profilaxis, la impotencia caracterizará a gobiernos futuros como a los pasados. Por más que den el mejor ejemplo moral, a título personal, que no incurran ni una vez, ni su imagen se hunda ni un palmo, en la bacanal de nepotismo, cinismo, patrañas y mentiras que caracterizó a la conducta de la clase política peruana, lo que pueden hacer, sin vacunas, y aun con ellas llegando pocas pero tarde, es casi nada. Gobiernos probos y gobiernos réprobos, igualados. Lo triste es así.

Ecuador, el pasado anterior y el futuro menos imperfecto

Un pasado histórico en la memoria de cada votante, y una comparación de saldo en cada punto favorable con el presente, ha impulsado, como no deja de ser lícito, la candidatura del economista Andrés Arauz, cuyo sereno triunfo el domingo parece el menos brumoso entre los resultados nacionales conjeturables para esa fecha. Su mentor Correa supo cuidar en el decenio 2007-2017 una economía que ya le había llegado, de gobiernos anteriores, completamente dolarizada. Como el actual presidente boliviano, Luis Arce, presidente del Banco Central y ministro de Economía en la larga década de Evo Morales, el presidente ecuatoriano había sabido salvar a Bolivia del riesgo de derivar superávits a la cuenta corriente y escogido la inversión en infraestructura.

Estas virtudes no brillaron ´por caso en Brasil, donde la rehabilitación judicial y política del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva lo ha restaurado para correr en la carrera de las presidenciales de octubre de 2022 contra el actual presidente Jair Bolsonaro que buscará su reelección. Como el presente de finales del año próximo está muy distante en el futuro, especular sobre qué hará entonces Brasil puede ser seductor, pero es ocioso, más todavía porque la indagación sobre qué haría hoy no parece prometer respuesta razonablemente conclusiva.

Acusado de corrupción y condenado in absentia en los tribunales de su sucesor (y antes también heredero), el actual presidente Lenín Boltaire Moreno, Correa no pudo presentarse a ninguna candidatura en la primera vuelta de febrero. Ahora no desconfía de que el domingo ganará Arauz.

El enfrentarse con un banquero blanco varias decenas de años mayor que él, y perdedor en dos presidenciales anteriores, favorece a Arauz más que la otra opción de rival, la del líder indígena Yaku Pérez, que litigó hasta último minuto el segundo lugar contra Lasso, de quien lo separaron escasos miles de votos en la primera vuelta del 7 de febrero.

 Perú, o no hay país más diverso

En el otro país indígena andino, Perú -al que este año tocó un papel protagónico regional propio en la catástrofe pandémica y en la inestabilidad política e institucional-, las presidenciales del domingo pueden consagrar a figuras por fuera de un sistema partidario que cada día que pasa merece menos el nombre de sistema. El famoso encomio para su país del novelista ‘indigenista’ José María Arguedas, “no hay país más diverso”, se vuelve condena e incertidumbre.

De los 18 candidatos presidenciales, 4 se han contagiado el Covid-19 durante la campaña. De estos 18, al menos 5 ó 6 tienen iguales probabilidades de llegar a la segunda vuelta. Están todos en virtual empate técnico en la elección menos polarizada, por la más fraccionada, de la historia del Perú, según la encuesta de IPSOS difundida por El Comercio. A una semana de las presidenciales, lidera los sondeos el abogado centroderechista Yonhy Lescano (10%) flanqueado por la científica social y política peruano-francesa de izquierdas Verónika Mendoza (9%) pero también por el intelectual, economista y divulgador científico neoliberal Hernando de Soto (9%). Muy cerca se disputan el cuarto lugar neto el exfutbolista centro-derechista George Forsyth y la centro derechista Keiko Fujimori, hija del ex presidente Alberto Fujimori (cada uno con el 8%). El empresario ultraderechista Rafael López Aliaga retrocedió posiciones y se detuvo en su descenso en el sexto lugar, para encontrarse con el dirigente estudiantil y político izquierdista Pedro Castillo (uno y otro con el 6% de los votos presuntos).

El texto de esta nota fue modificado a las 12.01 del 6/4/2021

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