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Entre la ansiedad y el mensaje a Larreta, un pelotón de radicales se anota para el 23

Acto alfonsinista en el microestadio de Ferro. Sanz, Negri, Manes, Cornejo y Naidenoff, entre otros.

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Desde Caballito partieron rumbo al barrio de Montserrat. Apenas terminó el acto de homenaje al triunfo de Raúl Alfonsín en 1983, los radicales bajaron la adrenalina del evento en el restaurante del centro Asturiano, ubicado en Solís y Belgrano. Pidieron tortilla de papa, paella y vino blanco. Ya entrada la madrugada del viernes, los jefes de la UCR se auto-convencieron de lo que habían afirmado una hora antes en el microestadio de Ferro: que “el radicalismo volvió a la cancha”. Así lo había enunciado Facundo Manes, candidato a diputado y protagonista de la cita en la que se recordó la victoria contra el peronismo del 30 de octubre del 83. 

En la cena estuvo la primera plana de la UCR: el neurocientista Manes, el gobernador jujeño Gerardo Morales, el correntino Gustavo Valdés, el diputado y actual presidente partidario Alfredo Cornejo, más el exsenador Ernesto Sanz. Ahí coincidieron en castigar a Mauricio Macri, un deporte habitual para los radicales desde diciembre de 2019 a la fecha. Primero, lo criticaron por haber intentado dilatar su declaración en la causa por supuesto espionaje a los familiares del ARA San Juan. Y después, por haber habilitado la organización de una marcha para “bancar a Mauricio” frente a los tribunales de Dolores. 

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Manes y Morales habían blanqueado previamente y en público ese malestar con el jefe del PRO. Pero el hobby de pegarle a Macri expresa algo más que una diferencia política. La UCR ahora se le anima al partido amarillo. Tanto a Macri como a Horacio Rodríguez Larreta. Y se apura por mostrar hambre de poder rumbo al 2023 porque entiende que el alcalde porteño está parado adelante en la pole position. Larreta planea desarmar esa avanzada con una contraoferta tentadora: que un radical sea su compañero de fórmula en el 2023. El reaseguro de un segundo premio.  

Con un ojo y medio puesto en el proceso que empezará el 15 de noviembre, el día posterior a las legislativas, los radicales enumeran cuatro precandidatos a presidente. ¿Quiénes? Manes, Gerardo Morales, Alfredo Cornejo y el ausente en la mesa del Centro Asturiano: el Martín Lousteau. 

Si bien el senador y economista estaba de campaña en Catamarca, su faltazo al microestadio de Ferro encerró algo más que un problema de agenda. Lousteau tiene una relación friccionada con el aparato y la ortodoxia de la UCR. Morales y Mario Negri lo miran como una suerte de arribista atado exclusivamente a su buena estrella. 

“¿Morales no estará mostrando los dientes porque fue el gobernador más albertista del país y no sabe cómo despegarse?”, contraatacan cerca de Lousteau. 

A fin de este año, se podría explicitar electoralmente la pulseada entre Lousteau y Morales. Ambos tienen ambiciones de ir por la presidencia nacional de la UCR. El gobernador jujeño ya lo decidió. Lousteau evalúa la posibilidad. La posibilidad de evitar la competencia incluye un combo de cargos y puestos para ser negociados: presidencias de bloques en ambas cámaras (ahora en manos de Negri en Diputados y el formoseño Luis Naidenoff en el Senado), espacios parlamentarios y en el organigrama del partido.  

A 20 años del colapso aliancista, el radicalismo apuesta por la prescripción definitiva del estigma del 2001. Y cuenta con un objetivo todavía más ambicioso: que la resurrección partidaria incluya reconectar con la identidad socialdemócrata perdida en el camino. Una suerte de alfonsinismo antipopulista, a su vez alejado del discurso de Macri.

¿Existirá un electorado capaz de darle volumen a ese ensayo, en convivencia con el núcleo duro de los votantes macristas? No parece un desafío sencillo. Pero las incertidumbres e internas del Frente de Todos podrían impactar sobre el sistema político en bloque. Si alguna de las dos grandes coaliciones se desarmara, la otra perdería incentivos para mantenerse unida. 

AF/WC

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