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Nueva etapa

El equilibrio invisible: Milei reordena su mesa chica en silencio y pone a Francos en el centro

Guillermo Francos, durante una reunión en la Casa Rosada, entre los hermanos Javier y Karina Milei.
24 de julio de 2025 06:24 h

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El cierre de listas en la provincia de Buenos Aires no solo dejó definidos los nombres que competirán en las elecciones de septiembre. También oficializó, sin declaraciones, una reconfiguración interna en la cúpula del gobierno libertario. Con Karina Milei como dueña de la lapicera y ejecutora política del armado bonaerense, y con Santiago Caputo apartado de cualquier decisión electoral, Javier Milei habilitó en silencio un nuevo esquema de conducción: una mesa política reservada, sin sello institucional, en la que participan el propio Presidente, su hermana Karina, los Caputo —Luis y Santiago— y Guillermo Francos.

La mesa comenzó a funcionar la semana pasada, tras una etapa de congelamiento del espacio de coordinación que funcionaba hasta no hace mucho. El Presidente eligió reemplazarlo sin ruido, rearmando una instancia informal con nuevos equilibrios. De ese movimiento surge un dato clave: Francos, el jefe de Gabinete que hasta aquí había operado como gestor de gobernabilidad y articulador con el sistema político, habría sido incorporado como actor pleno en la toma de decisiones estratégicas. No por acumulación personal de poder, sino por necesidad sistémica: es el único que conserva interlocución con todos los sectores y cuya presencia no desata suspicacias.

Guillermo Francos y Karina Milei, en el Congreso.

El ingreso del ex Corporación América a la mesa fue leído, también, como un gesto directo de empoderamiento frente a la tensión irresuelta con el ala más dura del oficialismo. La decisión presidencial terminó apartando a la dupla riojana —Martín y Eduardo “Lule” Menem—, señalada por el sector dialoguista como responsable de haber deteriorado el vínculo con los gobernadores, tanto por las disputas legislativas como por las negociaciones cerradas de forma unilateral durante el armado electoral.

A diferencia de la otra instancia de deliberación que funcionó hasta hace poco, este nuevo círculo no tiene rutina ni visibilidad. Su función no es electoral ni orgánica: es un ámbito de toma de decisiones estratégicas con un objetivo claro en el corto plazo: evitar que las tensiones internas deriven en fracturas. En esa dinámica, Francos ocupa un lugar singular. No responde de forma lineal ni al “karinismo” ni al “caputismo”. No milita en la tropa digital ni intervino en el cierre de listas. Pero es, desde hace semanas, el único funcionario que puede sentarse a hablar con todos sin ser visto como una amenaza.

Luego de su primer encuentro, que se celebró en el despacho presidencial el martes de la semana pasada y pasó inadvertido incluso dentro de la propia Casa Rosada, se puso en marcha una ronda de llamados a gobernadores y legisladores aliados para reforzar la estrategia parlamentaria. El primer mandato del nuevo esquema fue claro: blindar el poder de veto presidencial. En uno de los salones de Balcarce 50, Francos y Caputo armaron sobre un pizarrón el conteo de “héroes” necesarios para evitar que la oposición voltee la decisión del Ejecutivo: 37 votos del PRO, seis radicales cercanos, tres del bloque de Oscar Zago y los 39 propios de la bancada libertaria. El objetivo inmediato es replicar la coalición legislativa que permitió rechazar los aumentos para universidades y jubilados el año pasado.

Guillermo Francos y gobernadores, en un encuentro protocolar en la Sociedad Rural.

Triángulo en movimiento

El concepto de “triángulo de hierro” para comprender el núcleo de poder libertario sigue vigente. Pero ya no representa una dinámica efectiva. En la práctica, funciona de forma desarticulada, con roles diferenciados y tensiones no resueltas. Karina comanda el partido, Caputo la gestión estratégica —tiene bajo su control áreas clave del Estado—, y el Presidente los mantiene a ambos bajo su órbita directa. Lo nuevo es la virtual inserción de Francos en ese esquema: sin buscar protagonismo, sin disputar liderazgo, pero con la legitimidad de quien representa gobernabilidad en un clima cada vez más centrífugo.

En ese sentido, el flamante apartamiento de los Menem de la nueva mesa política no les quita el traje de armadores electorales que se calzaron a lo largo y ancho del país, pero el nuevo rol que podría comenzar a tener el jefe de Gabinete sí representa un gesto de reposicionamiento. No tanto en favor de Francos, sino en favor de un equilibrio interno que permita seguir.

Martín Menem secretea con Lule Menem, espadas de la Rosada que trajina los pasillos de Diputados.

La tensión puertas adentro de La Libertad Avanza venía de arrastre. En los últimos meses, Caputo y los Menem habían consolidado visiones irreconciliables sobre cómo encarar la construcción partidaria. Mientras el asesor defendía una estrategia basada en figuras jóvenes, “puras” y asociadas a la identidad original del mileísmo, el tándem riojano apostaba por un armado más pragmático, territorial y con alianzas heterodoxas. La distancia se volvió tan evidente que el asesor decidió no compartir más espacios con ellos. Sabía que su participación podía agitar aún más el clima de tensión.

Lo cierto es que la derrota del sector caputista en el cierre de listas dejó secuelas. El legislador bonaerense Agustín Romo, el influencer Daniel Parisini (Gordo Dan) y otros referentes de Las Fuerzas del Cielo habían intentado negociar lugares con Pareja. Querían cuatro bancas. Apenas lograron una: la quinta posición para el secretario de Culto, Nahuel Sotelo, en la Tercera Sección. Desde entonces, se replegaron. En “La Misa”, el programa de streaming que conduce Parisini, el análisis post cierre fue literal: media hora de transmisión muda como forma de expresar malestar sin desafiar la línea.

Santiago Caputo junto a los hermanos Milei.

Bajada de línea

En ese contexto, Karina Milei se encargó este miércoles de enviar un mensaje hacia adentro. Lo hizo desde su cuenta en X, con un texto sin nombres propios pero con una consigna inequívoca. “No llegamos hasta acá para adaptarnos ni para negociar con los restos del viejo sistema”, escribió en alusión a la disputa bonaerense. En apariencia, el blanco era el kirchnerismo. Pero en la interna libertaria el mensaje se leyó como un aviso a quienes cuestionaron el reparto de lugares o la conducción del armado electoral. “Quien cuestione a quienes llevan esa bandera no está criticando un armado; está cuestionando al Presidente mismo”, sentenció la secretaria general de la Presidencia.

En la Casa Rosada, la bajada de línea llegó en paralelo con el nuevo funcionamiento de la mesa chica. Si bien Milei no interfirió en el cierre de listas bonaerense —avalando en los hechos la conducción de su hermana y los Menem—, tampoco desplazó a Caputo de su rol estructural. Eligió contener en lugar de intervenir. Y delegó en Francos la tarea de sostener la arquitectura del poder mientras la campaña avanza.

Toto Caputo, Javier y Karina Milei.

Algunas señales recientes pueden ser leídas como gestos de acercamiento. Por ejemplo, en las últimas horas, se lo pudo ver a Tomás Vidal, socio de Santiago Caputo en la consultora Move Group, participando de una reunión con dirigentes bonaerenses alineados con Pareja. El encuentro, que tuvo lugar en las oficinas que “Lule” Menem ocupa en el primer piso de la Casa de Gobierno, habría servido para delinear los primeros pasos de cara a las elecciones provinciales del 31 de agosto en Corrientes y del 7 de septiembre en Buenos Aires.

Nadie puede asegurar cuánto durará este equilibrio. Pero en el gobierno ya nadie duda de que el esquema original mutó. El triángulo no está roto, pero ya no es suficiente. Y en su lugar, Milei empezó a ensayar una conducción menos simbólica y más operativa. Con nuevas reglas, nuevos silencios y una consigna que atraviesa a todos: el que cuestione, queda afuera. La nueva mesa no tiene épica ni mística, pero sí función: asegurar que el poder siga siendo vertical sin volverse inestable. Es, en la práctica, una ingeniería de emergencia para sostener la idea de orden en medio de la batalla electoral.

PL/MG

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