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Víctimas del sismo
Desamparados de San Juan: a más de un mes del terremoto 60 familias viven aún a la intemperie

Una de las casas de las familias que perdieron todo en el terremoto.

Ulises Román Rodríguez

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Aquella noche del 18 de enero en la cual Claudia Villafañe se coronó campeona del Masterchef Celebrity comenzó la pesadilla para miles de sanjuaninos: un terremoto de 6,4º en la escala de Richter reventó vidrios de puertas y ventanas, partió al medio las vigas de los techos, resquebrajó las paredes y derrumbó casas enteras. Ese instante de horror reactivó en la memoria las imágenes que todo sanjuanino lleva en los genes: las tragedias ocurridas en 1944, 1952 y 1977 que obligaron a reconstruir gran parte de la provincia. En este caso -por suerte y porque la mayoría de las casas son sismoresistentes- no hubo que lamentar víctimas fatales.

Sin embargo, como sucede siempre en este tipo de desastres naturales, los más afectados son los pobres. Familias de los departamentos de Pocito, Sarmiento y Rivadavia, que habitan en casas de adobe, palo y quincha salieron con lo puesto, con sus hijos en brazos, para no morir aplastados, porque sus viviendas no son antisísmicas.

El terremoto dejó -según relevamientos oficiales- más de 900 casas destruidas totalmente. En Pocito, la zona más castigada, alcanzó a 495 viviendas y unas 900 casas gravemente dañadas. En Rivadavia, son más de 800 las familias afectadas con un 40 por ciento de casas destruidas mientras que en Sarmiento 95 personas perdieron sus viviendas y otras 90 sufrieron daños parciales en sus casas.

En esa lista hay unas 60 familias que, más de un mes después, están viviendo a la intemperie, con un techo improvisado con nylon y cuatro palos mientras aguardan un módulo de emergencia o ayuda en materiales para volver a levantar una casa.

“Tenemos que agradecer que el temblor no fue a la madrugada sino a las 23.46, en medio de la final de Masterchef. En ese momento un montón de familias estaban prendidas al televisor, porque si hubieran estado durmiendo hoy estaríamos hablando de una tragedia”, cuenta Miguel Ambas, comunicador de radio La Lechuza FM 88.1 del departamento de Pocito.

La radio, la primera comunitaria de la provincia y miembro del Foro Argentino de Radios Comunitarias (FARCO), es la voz de los vecinos, es la olla popular de los mediodías y un espacio de contención en el corazón de El Abanico, una de las zonas más pobres de San Juan, en la que más viviendas se derrumbaron o quedaron inhabitables por peligro de derrumbe.

Los olvidados

El Abanico está poblado por familias compuestas por mujeres que trabajan como empleadas domésticas por hora y hombres que son peones rurales -temporarios- en la cosecha de la uva, el tomate y el ajo y, el resto del año, obreros de la construcción o changarines.

Por estos días, muchos de los hombres -y algunas mujeres también- se suben a la caja de una camioneta que los pasa a buscar a las 6 de la mañana para llevarlos a las fincas vitivinícolas. Allí recogen racimos de uva por los que les pagan por gamela (canasto): 40 pesos la ficha si es de uva tinta o 20 si es de blanca. Se calcula que un hombre joven y fuerte llega a juntar entre 30 y 40 gamelas por día en jornadas que pueden alcanzar hasta 12 horas al rayo del sol.

Gastón Oro, que fue cosechero durante su adolescencia y hoy peón rural en una finca cercana, está viviendo con su mujer y sus hijas de 2 y 5 años en un espacio al costado de la radio La Lechuza con un techo de nylon. Aquella fatídica noche “el Gringo” -como lo conocen en el barrio- vio como la casa que le llevó años construir se convertía en escombros. 

“Salimos rápido con mi mujer y mis hijas. En ese momento solo pensaba en que ellas estuvieran a salvo y no pudimos rescatar casi nada. Hoy nos toca vivir bajo un techo de nylon y se agrava cuando llueve, porque ahora es temporada de lluvias, o hay días de 35 o 40 grados y corre el zonda caliente lleno de tierra o el sur frío por las noches”, dice el muchacho de voz cansina.

Hoy nos toca vivir bajo un techo de nylon y se agrava cuando llueve, porque ahora es temporada de lluvias, o hay días de 35 o 40 grados y corre el zonda caliente lleno de tierra o el sur frío por las noches

Gastón Oro Víctima del terremoto del 18 de enero en San Juan

En el barrio ya se levantaron las primeras casas prefabricadas que donó la provincia de Misiones y que van a reemplazar a las que colapsaron. “Son un total de 25 casas de las cuales 19 las recibió la gente de El Abanico”, detalla Marcelo Yornet, director del Instituto Provincial de la Vivienda.

Cuando suena su celular Nidia Bazán sale caminando ligerito hacia la calle y pide que no le corte. “Después del terremoto hay muy poca señal de celular y donde estoy ahora más o menos agarra”, dice. Madre de 4 niñas -11, 9, 7 y 5 años- la noche del terremoto en su casa también estaban mirando la final de Masterchef. Con su marido corrieron hasta un terreno baldío cercano y esperaron allí con las niñas hasta que pasara el temblor y el miedo: aunque el miedo nunca se va del todo.

Cuando calmó fuimos a ver la casa y no estaba más. No teníamos más nada. A esa casa la hicimos pegando ladrillos los fines de semana con marido cuando estaba embarazada de mi primera hija. Ahora estamos los 6 en lo de mi mamá, somos 15 personas viviendo ahí y su casa también está rota por el terremoto pero es el único lugar que tenemos para quedarnos”, cuenta Nidia.

Cuando calmó fuimos a ver la casa y no estaba más. No teníamos más nada. A esa casa la hicimos pegando ladrillos los fines de semana con marido cuando estaba embarazada de mi primera hija. Ahora estamos los 6 en lo de mi mamá

Nidia Bazán Víctima del terremoto

La familia de Nidia es una de las beneficiarias de las “casas de Misiones”, como las llaman en Pocito, y aunque ella dice estar “agradecida” también se siente “un poco decepcionada”. Hay vecinos que ya han recibido la casa pero “no están habitables porque no tienen las cañerías de los baños ni el cableado para la conexión eléctrica. Eso cuesta más de 50 mil pesos y acá es un dineral”, asegura.   

Por otro lado, el problema para muchas familias es que no todas cuentan con un título de propiedad del terreno en el que tenían sus casas. “Algunos terrenos fueron cedidos por nuestros padres o abuelos -dice Gastón- otros comprados con un recibo sin validez y varios ocupados cuando esto era puro campo. Entonces los que estamos en esa situación quedamos marginados para acceder a un plan vivienda”.

Reclamo y represión policial

Ni bien ocurrió el terremoto la provincia activó el COE (Centro de Operaciones de Emergencias) para asistir a las familias más golpeadas. “Se entregaron carpas, conservadoras, alimentos, medicamentos, agua mineral y materiales de construcción. A nivel nacional se reforzó la AUH para las madres con hijos. A la vez, junto al Gobierno nacional, diseñamos la construcción de 450 viviendas para Pocito y proyectamos construir un barrio de 837 viviendas en Rivadavia”, explica Lucio González, secretario de Promoción Social de la provincia de San Juan.

El funcionario dice que “nadie quiere tener gente a la intemperie” y que “la solución debe ser definitiva, no es fácil trabajar en un contexto de pandemia, pero proyectamos que entre 15 y 18 meses las viviendas estén terminadas y entregadas. Mientras tanto tenemos que contener a esas familias”.

La solución debe ser definitiva, no es fácil trabajar en un contexto de pandemia, pero proyectamos que entre 15 y 18 meses las viviendas estén terminadas y entregadas. Mientras tanto tenemos que contener a esas familias

Lucio González Secretario de Promoción Social de la provincia de San Juan

Ante la falta de respuestas, el 10 de febrero, vecinos organizados de Pocito se manifestaron frente a la municipalidad y, otro grupo, cortó la calle 17 en la intersección con la ruta nacional 40. La policía provincial no tardó en llegar al piquete y, al rato, comenzaron a reprimir. 

“Cansados de llamar a todos lados y que nadie nos diera una ayuda fuimos a cortar a la ruta. A mi hermano, de 17 años, lo tiraron de la moto, le pegaron, lo ahorcaron y lo llevaron detenido. La policía nos decía rajen de acá indios de mierda, salvajes y nos empezaron a disparar balas de goma aunque entre esos disparos también tiraron con 9 milímetros porque encontramos los casquillos”, cuenta Yezinia que sacó fotos a las personas reprimidas y las compartió en su cuenta de Facebook lo que le valió una “advertencia” de la policía a su madre para que las bajara. 

Hoy Yezinia y sus dos hijos viven en una choza con techos de caña donde han colocado una cama, una mesa y tres sillas que pudieron rescatar de entre los escombros. “Queremos volver a levantar nuestra casa y para eso tratamos de utilizar ladrillos de adobe que no se partieron. De la municipalidad nos prometieron un módulo pero nunca llegó y nosotros no podemos seguir esperando y estar con los chicos a la intemperie”, dice.

Para Nidia, que se había anotado para estudiar el profesorado de educación primaria pero hoy vive en la incertidumbre, “es una vergüenza salir a pedir. Nosotros no estamos acostumbrados a pedir porque somos gente trabajadora. En la municipalidad nos dijeron que les parecía mal la protesta entonces no lo hacemos porque nos da miedo de que nos corten la ayuda”.

Con el reclamo concreto de “Ni una familia a la intemperie”, que parte desde radio La Lechuza, Miguel Ambas reconoce que “la situación en líneas generales ha mejorado y hubieron anuncios esperanzadores, como los que hicieron en conjunto el gobernador Sergio Uñac y el presidente Alberto Fernández y que, de no mediar algún imprevisto, le darán a buena parte de los damnificados una casa sismo resistente. Pero el gran tema aquí es el mientras tanto. La pregunta que nos cabe hacernos es, ¿sería igual la situación si las casas caídas hubieran sido de familias de clase media o clase alta?”

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